jueves, 19 de junio de 2014

PEPE HERNANDO, HOYA DE PEPE HERNANDO

Enamorados, se miraron a los ojos y aspiraron el aroma de la noche estrellada en azul y violines. Cerraron los ojos para que el amor creciera en ellos con el pensamiento y el dulce sonido del viento entre las retamas; para que se ensanchara como la libertad de las montañas sin límite en el recuerdo de la música de los ruiseñores. Enamorados, se miraron a los ojos y su brillo se hizo beso que voló, entre la maraña de dificultades, más allá del horizonte y del tiempo; el beso no se perdió, anidó entre las estrellas y se hizo luz para alentar paz y esfuerzo; el beso se hizo corazón y aliento y manos para la construcción y espíritu para el futuro.

Caminamos hacia la Hoya de Pepe Hernando.


Pepe Hernando, el joven pastor pasaba las cálidas noches, desde la primavera hasta muy adelantado otoño, en los pastos de la Sierra de Guadarrama. Allí se enamoró de una zagala que pertenecía al grupo del facineroso Juan Andrés, la muchacha tomó gusto a sus escondidos requiebros. Juntos paseaban de la mano alguna atardecida y juntos soñaban con las bondades de un futuro compartido entre el rebaño y la placidez de la vida construida entre los dos. Eran sus paseos de luz blanca y sonrisa de verde olivo. Eran sus palabras, barcas navegando por el mar del cielo serrano entre el arrullo cómplice de las abejas que buscaban el polen de las flores, entre el aleteo sereno de los pájaros recién salidos de sus nidos.

En la Hoya de Pepe Hernando se ensancha la paz hasta saltar montañas.


Juan Andrés dejó que su corazón se llenara de cólera y así nació la más fiera maldad que la mente pueda imaginar. Era aún de madrugada, cuando Pepe Hernando soñaba felices pensamientos ante la mortecina luz de las llamas que le habían sosegado el relente de la noche al raso; era aún de madrugada cuando las pisadas traicioneras del forajido encolerizado, se acercaron hasta la cabecera de Pepe Hernando. Su fiel mastín saltó en su defensa, más Juan Andrés acuchillo al perro y dio muerte al mancebo enamorado. Si pasáis por la Hoya de Pepe Hernando, podréis ver aún hoy cómo se retuerce el arroyo entre el llanto y la búsqueda, el mismo arroyo en que cada madrugada lavaba su rostro el mozo, mientras cantaba trinos para su joven amada.


Javier Agra.

lunes, 16 de junio de 2014

CIRCO DE LAS CERRADILLAS

Ventean los pinos aromas de primavera.
Se ha levantado temprano el sol esta mañana, madrugó buscando sus botas cuando los montañeros entonan las primeras pisadas por el Puerto de Cotos buscando el arroyo de las Cerradillas para subir hasta el Pico Valdemartín.

Mapa de nuestra ruta de esta jornada

Después de saludar respetuosos a Peñalara, volvemos la espalada a la más alta cumbre del Guadarrama y avanzamos por la carretera que sale hacia Valdesquí. Conversación de pinos y asfalto en la mañana serena, el sonido del aire apenas apunta palabras tiernas. Más adelante, a nuestra izquierda, salimos del asfalto; solamente queda naturaleza marcando la dirección hacia el Refugio del Pingarrón. Inmediatamente dirigimos nuestros pasos hacia el arroyo Guarramillas que está en lo más hondo…como todos los arroyos, pues ellos sí saben buscar la raíz de la vida y esparcir entre sus aguas el húmedo sonido de la libertad.

Atrás queda ya el arroyo, los montañeros caminan entre el pinar alfombrado de plantas papilionáceas con su corola en cinco pétalos independientemente libres que forman una perfecta armonía de belleza y entendimiento: el poderoso estandarte protector del conjunto, las dos alas sosegadamente situadas, la quilla con sus lóbulos fusionados en un solo pétalo. Las papilionáceas muestran la hermosa grandeza de lo sencillo. En algún lugar, más o menos indeterminado, antes de bajar al arroyo de las Cerradillas, sale un sendero hacia la derecha, a media altura de la loma, nosotros lo encontramos porque nos acompaña un montañero que recorrió y pintó esta variante.

Estamos en el Circo de las Cerradillas


Así pues, llegamos al arroyo de las Cerradillas que baja desde la Cuerda Larga apuntando hacia Valdemartín. Arroyo arriba, por donde nos permitían el agua y la vegetación fortalecida, fuimos a salir a Las Cortadillas en el circo glaciar de las Cerradillas. La montaña tiene cariño almacenado y abierto para quien quiera llegar a por ello; la montaña tiene ojos risueños para quien se adentre en sus espacios abiertos. Los montañeros pudimos tocar el misterio del tiempo, los inmensos siglos de cariñosa y lenta transformación de la tierra que se construyó entre sueños para ofrecerse viva y libre a nuestros sentidos despiertos.

Circo de las Cerradillas con Peñalara al fondo y la ruta de nuestra subida en lo hondo.


Para subir hasta la cumbre, toda montaña tiene un tramo de más fuerte pendiente. El Collado de Valdemartín nos llama trescientos metros más arriba entre la piedra suelta y alguna nube que juega a disuadir nuestra búsqueda de la cima; sabe la montaña que hoy también seremos respetuosos y decide no insistir en sus juegos defensivos. Las piedras ofrecen algún punto de verdor y hierba dura; el aire silba sonidos de roca, en aumento desde el musitar en el inicio de la ascensión al ronco chiflo sonoro en lo alto del Collado; los herrerillos y las chovas planean en nuestro entorno, no quieren asomar su suave pluma entre el viento feroz del Collado de Valdemartín; sobre nuestras cabezas solamente aparece un buitre, su silencioso pasar recuerda a los montañeros que tal vez será bueno el olvido de algún trozo de nuestra comida.

Estamos de regreso. Hasta estas piedras vendrán las aves, entre el silencio y la búsqueda, a repasar el pan voluntariamente olvidado por los montañeros.


Entre nubes y vientos están cerradas las cumbres, los montañeros dejan bajo sus pies un aguerrido nevero y comienzan el descenso por una morrena que arranca antes de llegar a la Loma del Noruego, en lo más alto de la estación de Valdesquí. Entre unas rocas, al abrigo del viento, los montañeros, hacen una pausa para la comida…el buitre  altivo, el águila de lejano vuelo, las hormigas y los rebecos pasarán más tarde siguiendo nuestro rastro y limpiando de migas el suelo. Continuamos el descenso, ya estamos a la altura en que las vacas reparten su tiempo entre el pasto y la siesta; se pierden los senderos; bajamos hacia el arroyo de las Guarramillas; aquí un hito, seguimos; allá un claro, hacia él nos dirigimos; entre hitos, claros, búsquedas, misterios, encuentros, piornos y otros asombros estamos en el sendero a la vera del arroyo. Nos falta subir la empinada cuesta para encontrarnos de nuevo en el Puerto de Cotos, a esta hora de la siesta llena de gentes hambrientas, más de naturaleza y de luz, que de otros alimentos.


Javier Agra.

jueves, 12 de junio de 2014

HOYA DE PEPE HERNANDO

Como si fuera nuestra intención acariciar la vertiente sureste de Peñalara, hemos hecho un recorrido precioso construyendo idas y venidas por diferentes alturas. Laderas de poética fiereza suspiran bajo nuestra mirada, laderas de verde primavera en ebullición de vida y pureza. Las laderas de Peñalara son jardines de flores ágiles y de sorprendida vida en vuelo y armonía; silencio vegetal de ensoñación respirada pisada a pisada desde el Puerto de Cotos por la senda que apunta hacia la cumbre de Peñalara.



Quedamos hoy más bajos, por debajo del firmamento, por debajo de la vista de Dos Hermanas. Apunta un camino hacia el Refugio Zabala por donde entramos los montañeros entre murmullo de agua clara iluminada del verdor de la hierba en la madrugada. Al fondo la Laguna Grande, más arriba el viejo Refugio Zabala, dejamos a nuestra derecha la Laguna Chica henchida de risas y agua, espejo de la naturaleza y sus miradas; las aves que beben su agua nos miran y preguntan a nuestros pensamientos si estamos de paso o pretendemos destrozarlas. Las aves entienden que el valle es muy anchuroso y tiene espacio para todos; nos saludan con baile de picos y alas, antes de continuar bebiendo en el azul de la mañana.

Atrás quedaron Las Mesillas. Cruzamos el Arroyo de La Laguna y apuntamos hacia la Laguna de Los Pájaros, allí llegaremos dentro de un rato por un recóndito sendero poco transitado; de inmediato nos desplazamos ladera adelante a media altura en suave descenso siguiendo escondidos senderos y antiguos hitos. El paisaje es sublime, canta la música de la tierra en nuestra alma mientras descendemos ligerísimamente y casi flotamos entre las nubes del pensamiento y las ramas de la materia, somos búsqueda y libertad camino de la Hoya de Pepe Hernando.

Estamos en la Hoya de Pepe Hernando.

Detengo mis pasos y enciendo mi mente, camina delante de mí el sosiego reverente de los siglos. Estoy viendo un glaciar de hace diez mil años resguardado por dos morrenas donde crece en silencio el murmullo de los poemas, el rumor del sentimiento, el violín del tiempo, la dulzura de la paz, la orquesta de la luz y el fuego. En este lugar, el agua y el tiempo se hicieron verso y beso de un vuelo más allá de las dificultades y del tiempo.

El corazón enterrado de Pepe Hernando salió a nuestro encuentro y entre sollozos y suspiros nos relató sus antiguas cuitas de enamorado antes de que lo matara una navaja enemiga con cuchillada traidora entre la luna y rasante vuelo de un mochuelo que salió huyendo ante rumor de la sangre derramada. El corazón enamorado de Pepe Hernando, enterrado entre la hierba, continúa brillando en el agua que serpentea mientras se pierde en el pinar en busca de su caída.


Quietud.
La vida se vuelve pensamiento en estos valles de hermoso verdor silente.
Armonía de luz.
Palpitante aliento /sonrisa de los pinos
Pájaros y agua.
Silencio…
¡Ponte en marcha! La montaña inicia su llamada. Nos falta la subida más fuerte de la jornada. Salimos por la morrena que vemos a la derecha de la fotografía, buscando la zona más alta; durante un tiempo el sendero está perdido, permanece la dirección que nos llevará a encontrarnos otra vez con el sendero clásico camino de la Laguna de los Pájaros. Superamos matorrales de piorno y urz, llegamos a la loma de la morrena, salimos al sendero y dejamos a nuestra izquierda una cascada de agua estacional. La nieve hace juegos y brillos en esta primavera avanzada, esconde arroyos y música de ranas, retoños de vida en la Sierra del Guadarrama.                             

En la zona de Cinco Lagunas la nieve de esta primavera hace juegos y se mantiene activa.

Superamos la Laguna de los Pájaros, bulliciosa de humanos, y continuamos unos pocos metros en dirección al Collado de los Neveros. Pero enseguida salimos, ladera abajo, cruzando otros neveros, buscando el paisaje cercano a la Laguna del Operante. Nos detenemos un tiempo. En la montaña, beber agua es también respirar el entorno, alimentar el espíritu de las olas de paz de este mar de sosiego, es cerrar los ojos y soñar con todos los tiempos, remar con las alas del viento sin acertar a decir si el montañero está dormido o despierto.

Cerca de la Laguna del Operante se conservan escondidos neveros cuando ya la nieve se ha derretido en otros lugares.

El regreso nos condujo por senderos poco transitados hasta encontrar de nuevo la zona de las Cinco Lagunas. Desde allí sorteamos y saludamos a muchas personas, hasta alcanzar el Mirador de Javier desde donde se divisa la impresionante Laguna Grande de Peñalara. De nuevo bajamos hasta el Arroyo de la Laguna y disfrutando de la belleza del paisaje llegamos hasta Cotos. La belleza del paisaje queda impresa en el alma, con ella volvemos a la ciudad, a la vida, a construir la realidad soñada en las cumbres.

Javier Agra.