lunes, 28 de noviembre de 2022

AMANECER: ADAGIO


Asistir a un amanecer en la montaña es escuchar el adagio de Samuel Barber (West Chester, Pensilvania 1910 – Nueva York 23 enero 1981)

El sol viste de violines y violas el horizonte mientras el montañero camina con lentitud por los amplios valles en busca de la cumbre. Los coros de cuerda del violín se expanden entre la vegetación entregando los iniciales rayos de calor y luz. Se esconden los bajos entre las rocas y las oquedades de la falda de la montaña buscando alguna madriguera de conejo, algún resto del sueño de los rebecos que ya han remontado las cumbres más allá de la vista del montañero.


Amanece en el Cotiella, poderoso pico calcáreo del Pirineo aragonés.

Los violonchelos se aplican en tocar la melodía de la composición mientras el sol extiende sus brazos lamiendo las altas rocas donde anidan las águilas, asciende la música hasta el fortísimo porque el sol desciende veloz ladera abajo hasta encontrar las pisadas del montañero. Vuelve a suaves acordes y el sol se acurruca entre las ramas de los últimos árboles montaña arriba.

El cielo y la tierra han cosido sus caminos con los brillantes hilos rosáceos del amanecer, con la música íntima del adagio de Barber. El cielo ha escondido las estrellas para ponerse un manto de colores y de luz. La flor del sendero y el lagarto en su pausa beben luz y música al mismo tiempo en esta temprana hora de la aurora. Besos de música y de luz caminan montaña adelante en este primer albor que sabe a violines y a miel.


Cabañas en el Bernacho, valle de ascenso al Castro Valnera.

Los bajos del violín en acordes de luz y sombras hacen jugar al sol entre las brechas de roca y matojos, entre las altas corrientes de agua disimulada en la espesura de la hierba donde algún ave acude a beber su temprano día antes acaso de volar buscando frutos y alimentos diversos. El sol amanecido ha conquistado las cumbres y los valles mientras los violines y las violas se citan en el reposo de las últimas notas del adagio de Barber en un acompasado tono de música y rayos de sol que bailan su silencio vegetal elevando el corazón del montañero hasta las cimas de la paz y el entusiasmo de vivir y confiar en un futuro de luz y música entregada y compartida por la humanidad entera.

Javier Agra

 

sábado, 26 de noviembre de 2022

SIERRA DE ALMENARA: REFLEXIONES


Reflexiones al pie de un pino en la SIERRA DE ALMENARA

No me lamento.

Algunos días me miro en el espejo y parece que veo despojos de mi mismo y de las miserias que han cosido mi existencia a esta desolada piedra fría que es el vivir entre los humanos y los vegetales, entre las aves y los minerales.

¿La melancolía será el aliento de mí caminar como si tuviera que huir de las miradas y los abrazos igual que un gamo asustado ente el ruido de los cazadores en una tarde de niebla o como un rayado jabalí que corre entre las rocas frías perseguido por mortales enemigos?

Me levanto y respiro.

¡Por Dios, aún tengo conciencia! No seré temeroso porque mantengo la dignidad de un árbol vital enhiesto entre la nevada y las cumbres de las montañas. Conservo aún el corazón cálido capaz de transformar la ventisca y la nieve en savia de vida retoñada en la primavera que duerme ahora entre el huracán y la tormenta.

El corazón y la sangre que heredé de mis antepasados para caminar siempre y construir una tierra de libertad y de PAZ, de fraternidad y de justicia. El aliento que brota de mis entrañas y busca calentar esta tierra solitaria donde se olvida demasiado la solidaridad. ¡Aún tengo conciencia, por Dios!

Me levanto y respiro. 

Javier Agra.

 

martes, 15 de noviembre de 2022

LLEIDA: CAMÌ DEL RIU


El río Segre vertebra la ciudad de Lleida. Junto a sus orillas medito contemplativo muchas horas de mi vida desde que visito a mis nietos, a su madre y su marido; desde que mi corazón y mi respiración pertenecen a sus calles y a su vida en gran medida.

Desde el muro que da paso al parque de la Mitjana, paseo con frecuencia unos cuantos kilómetros bajo los diversos puentes que unen las dos partes de la ciudad. Queda atrás la Lonja, espacio de congresos y teatro levantado donde antaño estaba el mercado de los payeses, vistosa construcción que parece edificado en el aire y volar más allá del tiempo y los problemas. Atrás queda el grandioso grafiti de las cigüeñas adornando el enorme muro de un edificio de viviendas pegado al puente que conduce a la estación del tren.


La Seu Vella se eleva esbelta y milenaria sobre la ciudad y sobre el río Segre.

Atrás quedan los imponentes edificios de La Seu Vella por donde he paseado en incontables ocasiones. La Seu Vella dominadora de la ciudad y que parece querer bajar siempre a bañarse al Segre, allí envía como sus emisarios a numerosas cigüeñas, multitud de patos…

La plaza de Blas Infante, conocida popularmente como de los caracoles, y su puente que desemboca en pleno centro de la ciudad, ha quedado atrás siempre junto al Segre y su cuidado margen de hierba verde para solaz y reposo de los habitantes y visitantes de la ciudad. Atrás quedan los edificios universitarios…

Más puentes y el final de la ciudad marcado por el turó de Gardeny con la impactante vista de su antiguo castillo templario. El Segre parece tomar fuerza para rebosar una especie de dique que permite pasar de un margen al otro del río. Aquí se termina el cuidado césped y el amplio paseo.


Amanece entre los frutales de Lleida.

Desde aquí se estrecha el sendero entre la vegetación agreste, entre cañas y árboles de numerosos años, entre el descuidado margen del río y el continuado canto de los mirlos y otras aves que allí anidan o viven de forma transitoria escondidas en la abundosa e intrincada vegetación.

Aquí digo que es lástima no se cuide un poco la limpieza de residuos humanos que aparecen a lo largo de este paseo por el que atravesamos junto a numerosas alfalfas, sembrados y prados fértiles.


Vegetación de cañas y lúpulo entrelazado en el paseo del río.

Las cañas son una primera barrera junto al sendero, en sus altivos troncos se enredan cañas de lúpulo que crecen descontroladas y silvestres como toda la naturaleza que encontraremos a lo largo del camino en el que dejamos atrás la planta potabilizadora del agua, antes de una ligerísima subida del sendero que nos deja al lado de unos inmensos campos de frutales muy bien cuidados por donde el sol amanece entre brillos rojizos y brumosos.


La Pasarella de Tòfol es lugar de encuentro y meditación junto a las calmadas y sedosas aguas del Segre.

La pasera de Tòfol es un lugar de encuentro de diferentes caminos. Aquí reposamos mis compañeros perros con los que paseo, aquí saludamos a otras personas que pasean o hacen diferentes deportes, aquí escuchamos el cercano y veloz paso del tren, aquí sosegamos nuestro tiempo entre los patos que nadan silenciosos esta parte del Segre o cercanos a las cigüeñas más bulliciosas que buscan comida unos metros más allá. Es este un hermosísimo entorno de agua y silencio, de aves y vida vegetal, de palpitación de corazones y sentimientos de libertad y de paz.

Y continúa el paseo más allá del merendero que fue buena idea y hoy está abandonado y sucio por el paso descuidado, acaso mal intencionado, de algunos humanos que pasan aquí un rato y depositan multitud de suciedades sin que ningún servicio de la ciudad lo remedie.


La vegetación crece agreste y multiforme en toda la orilla del río Segre.

Así llego al paraje de aiguamolls de rufea, humedal donde habitan multitud de aves. Allí descanso en alguno de los bancos esparcidos por la zona, después de contemplar extasiado el vuelo ágil de las aves, sus zambullidas en el agua en busca de alimento, sus correrías amorosas, sus quejas por haber perdido un lugar privilegiado para la observación, sus idas y venidas continuadas entre la algarabía y la eternidad del tiempo que se detiene en estas orillas del río Segre.

Javier Agra.