sábado, 11 de septiembre de 2021

SAN EMILIANO DE BABIA



Cañones del Sil en tierras de Babia.

Cuando los montañeros quieren hacer diferentes cumbres en sucesivas jornadas, necesitan un lugar de referencia. Este verano nos albergamos en este bonito pueblo de Babia llamado San Emiliano al pie del Puerto Ventana. Nuestra estancia en el hotel Valle de San Emiliano fue agradable, después de hacer cada jornada de montaña aún nos quedaban fuerzas para recorrer el pueblo y visitar lugares cercanos.


Vista de la Roca de las cigüeñas y parte del pueblo de San Emiliano.

La Roca de las Cigüeñas es una de las curiosidades más llamativas. Tiene un mirador desde donde se divisan las huertas y prados del entorno, pero en lo que más tiempo empleamos fue en observar los múltiples nidos de cigüeña que pueblas esas torres nacidas en la misma peña; se encontraban allí muy a su placer pues en el prado cercano abunda el agua y encuentran suficiente alimento.


Interior del templo de San Emiliano. Me resultan excesivas tantas imágenes.

También pasé algún tiempo visitando el interior de su templo dedicado a San Emiliano (Santu Michanu) un misterioso personaje del que se cuenta que fue médico y murió mártir durante el reinado del vándalo Hunerico en el último tercio del siglo quinto en la floreciente iglesia de Cartago. Es un templo de una sola nave con un agradable presbiterio, conserva la bóveda de medio punto y diferentes partes del período románico. Hoy es un templo bastante destartalado y de paredes agresivamente pintadas.


Vista del hotel Valle de San Emiliano y parte del edificio del Ayuntamiento.

Tiene San Emiliano un Centro de Salud de construcción moderna y actividad permanente, bien es cierto que para todos los pueblos del ayuntamiento pues es la cabeza del municipio, de modo que también tiene un edificio del Ayuntamiento de antigua construcción a modo de casona de piedra de muy buena edificación. Arcos de piedra firme en esta casona y en otras muchas de la localidad cuentan historias del pasado, porque la hermosura y la grandeza no se mantienen aisladas, se agrupan y se abrazan para conversar sobre épocas de bonanza y esplendor en el deseo de que vuelvan las épocas en que demos más importancia al pensamiento que a la apariencia, más importancia al corazón vivo que al esqueleto del prestigio.  


Ante el Palacio de Los Quiñones, en Riolago.

La serenidad de sus calles, el clima agradable durante muchos meses del año, la cercanía de numerosas cumbres hacen de esta localidad un lugar apetecible para “estar en Babia”. Paseos de sosiego entre espíritus del pasado vibrante de esta comarca antaño bulliciosa de personas, animales, tierras, caminos…comarca siempre brillante de belleza y generosidad. El aire de esta tierra nunca se rendirá y continuará escalando colinas y montañas de voluntad sin final, caminos de tierra ascienden hacia sus cumbres y hacia el futuro.


Desde Murias llegamos a la Laguna Grande de Babia, al fondo El Cornón nevado.

Desde aquí visitamos diferentes lugares: Riolago, al pie de las montañas que separan Omaña y Babia, con el Palacio de Los Quiñones, actualmente habilitado como Centro de Interpretación de la Naturaleza, la Casa del Escribano con un patio elegante en torno al que se levantan diferentes dependencias entre ellas una pequeña capilla; Piedrafita con el Santuario de Carrasconte; entre las Murias y Cabrillanes está la Laguna Grande de Babia de origen glaciar y desde donde se contempla enhiesto el Cornón.

Javier Agra

 

miércoles, 8 de septiembre de 2021

EL CORNÓN II


Nos habíamos quedado sentados sobre unas peñas a la orilla del reguero Almozarra. Terminada la naranja y disfrutado que hubimos de las cercanas vacas, la pradera entre inmensa y agreste, las alejadas colinas, continuamos camino; cuidadosos de no adentrarnos en el bosque de piornos retorcidos, enredadas aulagas, entrelazados brezos acaso de difícil tránsito.


Cruzamos entre la vacada que a esta hora pace in pacem sin ocuparse de los montañeros que vadean el escueto arroyo Almozarra para senderear la larga ladera por donde en otros siglos esculpiera el hielo vallinas ligeras y serenas colinas para ofrecer a la vista una variada orografía de magia ondulada, surcos de antiguo mar ahora en tiempos de hierba y reposo, acaso espejos de luz verde donde el viento se observa y se escucha en las mañanas de verano cuando los montañeros deslizan suaves pisadas por las laderas mirando lejanos el Pico Aspía a la izquierda, Peña Blanca a la derecha cerrando un circo de vegetal y de piedra.


He aquí una de las lagunas que adornan y abundan en el camino a esta altura de nuestra ruta; también tenemos en la imagen el Pico Asta.

Estamos metidos en el Collado del Barroso con una laguna amplia y aún sonora de anfibios y vida, parece que tiene innumerables hermanas lagunillas menores. El camino en este punto puede parecer dudoso pues nuestras pisadas chapotean entre matorral y apio rastrero, entre potentilla arbustiva del color del terciopelo, la verdosa centaura… Caminamos hasta cruzar el río Trabanco que parece no tener un cauce cierto pues expande sus aguas entre musgos y matorral bajo, dejamos atrás una barrera rocosa de sencillo cruce.


En el Collado entre el Asta, en la imagen, y el Cornón.

A partir de aquí la subida se hace rocosa y de más pronunciada pendiente. Entre sinuoso sendero y espalda sudorosa nos colocamos en el Collado del Asta, que aún conserva restos difuminados de aquella guerra civil de difícil olvido, muros derruidos de diferentes estancias, muro exterior contra los atacantes y también contra el intenso frío.

Suaves vallinas cortadas por hilos de roca nos colocan ante el último mogote que tenemos que subir cuando nuestros pies están muy cansados y el corazón pletórico de entusiasmo. Ascenderemos por su contrafuerte de la cara Este (este dato como otros muchos, lo sé porque me lo ha dicho Jose) donde, en efecto, el camino está más hollado y sembrado de hitos. NOTA mental: hollar es una de esas palabras cuyo significado es difuso: puede significar algo así como arrasar o destruir, en cuyo caso no me agrada y no lo quiero usar aquí; pero también quiere expresar el camino que deja huella, el sendero realizado con respeto y con unción para que otros lo puedan seguir, cuidar y mejorar. Esta segunda acepción es la que utilizamos los montañeros pues pisamos la montaña con cuidadosa veneración.


Cima del Cornón con su gran hito, el buzón, el vértice geodésico.

Con la lentitud de la fatiga y del asombro llegamos hasta la cumbre donde encontramos un gran hito, debe ser el grito del triunfo, un buzón y el vértice geodésico que señala el punto culminante de cada ascensión. Aquí vuela la fatiga con las alas del halcón peregrino y resuenan ecos de otras risas felices que se unen a nuestro gozo por la jornada exitosa. Aquí la mirada es al cielo y al horizonte donde contemplamos la quietud y el triunfo de la humanidad. También podemos ver Peña Orniz y las Ubiñas, Laciana y el Bierzo, Somiedo y el mar…


Desde la cumbre la mirada nos lleva al cielo y al horizonte.

 

 

Vistas desde la cumbre: el Montihuero y el Alto de la Cañada que también  vimos desde Peña Orniz.  Aspía es la modesta loma marrón que aparece a la derecha del Asta.

 

Pico la Regada de sugerente arquitectura, semeja una tienda de campaña con sus nervios. Lumajo, población de Laciana, también inicio de subida al Cornón, como Santa María del Puerto de donde nosotros partimos.

 

Silencio.

Suena el corazón de la tierra en el viento.

Respira el universo palpitaciones de PAZ.

Silencio… Escuchad…

 

Javier Agra.

 

martes, 7 de septiembre de 2021

EL CORNÓN I


Estamos pasando alguna noche en el Hotel Rural Valle de San Emiliano en las entrañas mismas de Babia. Desde aquí pretendemos hacer diversas rutas montañeras. Hoy toca EL CORNÓN donde se juntan Laciana y Somiedo a 2188 metros de altura.


Alto Prefustes, Peña Penouta.

Llegamos en coche hasta Santa María del Puerto ya asomando al Puerto de Somiedo. Un camino de tierra con sebes y paredes para guardar los prados nos va conduciendo un largo trecho entre pequeñas acequias para guiar el agua de riego. Pequeños gorriones y grandes águilas culebreras surcan el cielo entre el sol que alumbra sus primeros suspiros buscando la canción triunfal de la mañana donde se multiplican con la luz el aire, las flores, los sonidos, las praderas que esconden comadrejas y roedores.

Cruzamos un reguero que quiere tener nombre de río del Puerto o río Bayo. Atrás vamos dejando los “praos”, los pastos comunes de Las Chamas y La Arbellosa en un caminar que sabemos será largo y lento por la distancia y por la grandiosidad que apenas nos cabe en el corazón emocionado. Peña Cuérragos, Monte La Fachada asoman como grandiosas aves encumbradas en la lejanía.


En el Valle de Prefustes.

El arroyo Prefustes nos adentra en otro valle que se cierra al fondo en un circo de belleza verde y brillante donde tenemos que detenernos para imaginar aquellos siglos sin nombre cuando los glaciares construían entre hielos estos paisajes de brillo y de frescor, de cromatismo asombroso y diverso.


He aquí el acebo que sale a nuestro encuentro como una sorpresa.

Asciende el camino entre arbolado por un sendero pedregoso. De entre la múltiple vegetación, sobresale un acebo de grandes dimensiones; diríase que es el acebo por antonomasia de estas latitudes. Continuamos subiendo hasta la collada de los “praos” de La Campa desde donde divisamos otros valles y otros embelesos. Giramos hacia la izquierda porque el camino así lo quiere y nos adentramos en la Vega Peñuela con la escarpada Peña Penouta a nuestra derecha ofreciéndonos una vista con entrantes y salientes, con sombras y luminosidad, entre rota y musical como el final del cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven.


Llegamos al collado, al fondo triangular e inmenso divisamos el Cornón.

Enseguida divisamos el Cornón allá al fondo, los montañeros estamos sorteando arroyos que bajan del Alto Prefustes, llegamos a la encharcada ladera de la nombrada fuente Cerezalinas donde nos sentamos un momento entre los majuelos de la braña al borde del camino para comer una fruta antes de proseguir. Es una larga ruta de constantes subidas y bajadas, de praderas y regueros que por aquí ensanchan sus aguas.


Comenzamos un ligero descenso por el Boquete Almozarra, ya no perderemos al Cornón como referencia.

Estamos en la collada desde donde ya no perderemos la referencia del Cornón antes de comenzar nuevo descenso hasta la Vega Almozarra donde suena escasa alguna corriente de agua en un humilde arroyo, es acaso la canción de la montaña que resuena entre los valles que por aquí se ensanchan. Y nosotros en esta inmensidad como voz viviente y silencio volador, como una pieza engastada en la viveza natural que nos alienta el corazón y el alma en un sueño de libertad.

Interrumpo aquí el relato, sentado sobre unas peñas en la amplia Vega de Almozarra…

Javier Agra.