Estamos pasando alguna noche en el Hotel Rural Valle de San Emiliano en las entrañas mismas de Babia. Desde aquí pretendemos hacer diversas rutas montañeras. Hoy toca EL CORNÓN donde se juntan Laciana y Somiedo a 2188 metros de altura.
Alto Prefustes, Peña Penouta.
Llegamos en coche hasta Santa María del Puerto ya asomando al Puerto de Somiedo. Un camino de tierra con sebes y paredes para guardar los prados nos va conduciendo un largo trecho entre pequeñas acequias para guiar el agua de riego. Pequeños gorriones y grandes águilas culebreras surcan el cielo entre el sol que alumbra sus primeros suspiros buscando la canción triunfal de la mañana donde se multiplican con la luz el aire, las flores, los sonidos, las praderas que esconden comadrejas y roedores.
Cruzamos un reguero que quiere tener nombre de río del Puerto o río Bayo. Atrás vamos dejando los “praos”, los pastos comunes de Las Chamas y La Arbellosa en un caminar que sabemos será largo y lento por la distancia y por la grandiosidad que apenas nos cabe en el corazón emocionado. Peña Cuérragos, Monte La Fachada asoman como grandiosas aves encumbradas en la lejanía.
En el Valle de Prefustes.
El arroyo Prefustes nos adentra en otro valle que se cierra al fondo en un circo de belleza verde y brillante donde tenemos que detenernos para imaginar aquellos siglos sin nombre cuando los glaciares construían entre hielos estos paisajes de brillo y de frescor, de cromatismo asombroso y diverso.
He aquí el acebo que sale a nuestro encuentro como una sorpresa.
Asciende el camino entre arbolado por un sendero pedregoso. De entre la múltiple vegetación, sobresale un acebo de grandes dimensiones; diríase que es el acebo por antonomasia de estas latitudes. Continuamos subiendo hasta la collada de los “praos” de La Campa desde donde divisamos otros valles y otros embelesos. Giramos hacia la izquierda porque el camino así lo quiere y nos adentramos en la Vega Peñuela con la escarpada Peña Penouta a nuestra derecha ofreciéndonos una vista con entrantes y salientes, con sombras y luminosidad, entre rota y musical como el final del cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven.
Llegamos al collado, al fondo triangular e inmenso divisamos el Cornón.
Enseguida divisamos el Cornón allá al fondo, los montañeros estamos sorteando arroyos que bajan del Alto Prefustes, llegamos a la encharcada ladera de la nombrada fuente Cerezalinas donde nos sentamos un momento entre los majuelos de la braña al borde del camino para comer una fruta antes de proseguir. Es una larga ruta de constantes subidas y bajadas, de praderas y regueros que por aquí ensanchan sus aguas.
Comenzamos un ligero descenso por el Boquete Almozarra, ya no perderemos al Cornón como referencia.
Estamos en la collada desde donde ya no perderemos la referencia del Cornón antes de comenzar nuevo descenso hasta la Vega Almozarra donde suena escasa alguna corriente de agua en un humilde arroyo, es acaso la canción de la montaña que resuena entre los valles que por aquí se ensanchan. Y nosotros en esta inmensidad como voz viviente y silencio volador, como una pieza engastada en la viveza natural que nos alienta el corazón y el alma en un sueño de libertad.
Interrumpo aquí el relato, sentado sobre unas peñas en la amplia Vega de Almozarra…
Javier Agra.
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