Caminamos por la loma de Brañutín entre pedregales y matojos. Allá abajo rebaños de cabras reflejan brillos de sol en su cornamenta y en su piel lustrosa. Los valles de Lugo a nuestra derecha; frente a nosotros La Cuiña; en lo más bajo, discurre el río Ancares, agreste y vegetal entre pizarras y areniscas, que ya ha absorbido a los breves río Cuiña y Arroyo de la Vega cerca de Candín, ha recogido las aguas del Pico Miravalles y del Penedón. Serpentea entre angulosos valles para entregar su caudal al río Cúa cerca de Vega de Espinareda.
Collado entre el Brañutin y la Cuiña hacia cuya cima serpentea el sendero.
Parece que la etimología de Ancares, deriva de algún lenguaje prerromano y viene a significar “cumbres que se doblan en ángulos”. El Brañutín tiene una larga loma que desfallece en caída abrupta hacia el collado entre el Brañitín y la Cuiña. Bajamos con lentitud no porque el sendero sea más incierto, sino atraídos por la grandiosidad del paisaje que se corta en un principio para ascender como impetuosa ola en la vertiente derecha de la subida final; atraídos por la amplia visión solemne del valle de Tejeda y la Hoya de los Ancares.
¿Siempre están pastando las vacas en el collado? Hoy también. Los montañeros pasamos por entre ellas, sin más precaución que evitar a las que están paridas y con sus jatos a su lado. Dos caballos marrones y blancos de poderosa alzada nos miran también con deseo de que los nombremos, su presencia enriquece el paisaje en diversidad y colorido.
El Pozo Fereira más misterioso por sus leyendas que por sus aguas.
Otra parada para admirar el armonioso conjunto de animales, hierba, cumbres, valles donde se pierde nuestra mirada y se encuentra el alma, retorna la vida a su sencillez, la verdad a la mirada… Un sendero sale hacia el pozo Ferreira, más misterioso por las leyendas que por sus aguas. Durante buena parte de la subida final tendremos a nuestra izquierda el pozo Ferreira protegido por farallones y pedreras.
Los montañeros estamos en la cumbre de La Cuiña. En gallego se escribe con tilde en la i, Cuíña y viene a significar Colina.
Hacemos cumbre entre sonrisa y fiesta. Amplitud, sosiego, inmensidad, calma… El sudor se ha mudado en sonido de trompetas… En medio de la asombrosa infinitud de los Ancares hemos llegado a lo más alto y desde aquí comprendemos que somos muy poca cosa, que somos un pequeñísimo corazón latiendo al ritmo de la naturaleza entera.
Desde la cumbre contemplamos cercanos Los Hermanitos, más alejados el Miravalles y el Cornón.
Es posible continuar por senderos y enrevesadas cimas hasta los Hermanitos o descender por senderos en zigzag hasta el lago Ferreira y volver por el refugio que estamos viendo un poco más allá retomar el camino en el collado cerca de Peña Venera. Desde la cumbre contemplamos el Pico Miravalles al otro lado del Puerto, el Cornón que subimos hace pocas jornadas, Peña Ubiña (Las Ubiñas) coronada en otro tiempo, el Valdiglesia de feliz recuerdo…
Javier Agra.
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