viernes, 24 de mayo de 2019

TORREÓN DE GRAZALEMA




Hasta hoy solamente conocía la Sierra de Grazalema por los medios de comunicación en una especie de ficción que va formando ríos de magia en la mente, multitud de preguntas comunes sobre lugares muy concretos, fantasías sobre esta sierra que, según los meteorólogos, es el lugar más lluvioso de España; sueños sobre esta prominente montaña del sur, no muy visitada desde otras latitudes. La Sierra de Grazalema pertenece sobre todo a la ilusión de visitarla alguna vez…



De modo que nos pusimos en camino. Llegamos en coche desde Madrid al Hotel Sierra Hidalga, en las inmediaciones de Ronda, pasamos allí la noche y nos acercamos hasta el lugar de inicio de la ascensión con el corazón latiente entre el deseo y el entusiasmo.

El inicio del sendero se localiza en la carretera A-372, siguiendo desde Grazalema hacia Benamahoma desciende el kilometraje y antes del kilómetro cuarenta encontramos un aparcamiento a la izquierda; frente a él está el sendero de inicio de subida. Apunto que los pocos datos de interés estratégico para esta ascensión, los sé porque así me los ha dicho Jose; yo los aporto por si alguna persona tiene voluntad de realizar esta subida, a mi entender espectacular y de fácil realización.

El sendero está frente al lugar de a parcamiento. De inmediato, el sendero serpentea montaña arriba.


De inmediato, sin más acercamiento, el sendero serpentea montaña arriba de modo que los montañeros inician con ritmo lento lo que será una prolongada y bellísima subida. El corazón late sonoro entre el esfuerzo continuado y la emoción del espectáculo lejano y cercano. Aquí nos acompañan verdes y frondosos mirtos, el corazón de los montañeros se transporta a la mitológica afrodita a toda la historia traspasado por esta planta poética y real; nos acompañan sabinas milenarias; nos acompañan…

Vistas hacia el oeste.

Muy pronto cruzamos una cancela para continuar la ascensión por un muy bien trazado sendero, a veces entre piedra colocada a modo de escalón. La montaña conversa con los montañeros y nos anima a contemplar el paisaje lejano a través de sus miradores naturales. La frondosa vegetación luminosa es la única constancia de la abundante lluvia de esta zona donde el agua ha sido ya bebida por el suelo vegetal y la caliza. La Sierra del Aljibe por donde corretea el corzo durante el día y ulula el nocturno búho, la artística localidad de Bornos y su embalse están en la distancia.

Entre piornos y roquedal llegamos a una concavidad serena donde bien pudieron morar algunos de los legendarios bandoleros que pisaron estás sierras y seguramente todas las sierras de las que conservamos memoria.

De repente, en medio aún del ensimismado asombro vegetal del paisaje infinito, el Torreón pasa a llenarse de pedregal en forma de llameantes dolinas como diminutos jous de Picos de Europa, formas retorcidas de la roca que lleva siglos bailando en sigiloso sosiego con la armonía inmensa de la Sierra de Grazalema.


 Hemos llegado a la cumbre del TORREÓN, en la Sierra del Pinar de Grazalema.

El sendero también se vuelve piedra. Sin más preocupación que la natural prudencia de toda marcha montañera, llegamos a la cima de suntuosas vistas en derredor. Estamos en el punto más elevado de esta Sierra del Pinar en la amplitud de la Sierra de Grazalema de las sierras Béticas. Desde aquí observamos el enorme pinsapar a nuestros pies, la punta de San Cristóbal y, allá al fondo, el Pico Torrecilla nuestra posibilidad de mañana.

¿En estas cumbres quién nos puede diferenciar de la invertebrada libélula del Guadiaro y otros humedales? ¿Quién del orgulloso buitre leonado que vigila los movimientos de todos los seres de la tierra? ¿Quién sino el pensamiento y la palabra que se hacen silencio y asombro en estas cumbres?


Despedida de Grazalema, con esta vista general del pueblo.

Javier Agra.









miércoles, 15 de mayo de 2019

ENTRE PORTUGAL Y ESPAÑA RUTA DEL CONTRABANDO



Unas cuantas décadas del siglo veinte, fueron años difíciles para los diferentes pueblos de España. Los años del racionamiento posterior a la guerra civil llegaron hasta el mil novecientos cincuenta y dos; durante estos años y algún tiempo después, muchos pueblos de La Raya pasaban a los vecinos pueblos de Portugal para adquirir productos de necesidad para el consumo, productos de complicada obtención en nuestros campos.
Hoy conocemos como “rutas del contrabando” aquellos dolorosos trabajos que hicieron nuestros mayores para sacar adelante a sus familias. Podríamos nombrarlos mejor como “rutas de estraperlo”, pues se pasaban de pueblo portugués a pueblo español sacos con alimentos para el sustento de la familia y no se buscaba ningún otro beneficio.

Desde Moveros, en Zamora, he recorrido numerosas ocasiones algunos de estos senderos que hoy se mantienen como homenaje a nuestros mayores. Las más de las veces, paseo por el monte acompañado del dúo perrito Brauni y Blanquito. 

El templo de Moveros, bajo la advocación de Santa Colomba, tiene un retablo de piedra muy digno de ser contemplado.

Comienzo mi paseo a la espalda del pueblo, dejo atrás el arroyo y me adentro por diferentes lugares con nombre propio mantenido a lo largo de los siglos, nombres que yo desconozco en su mayor parte. La fuente de Los Burros y La Carbonera están al comienzo. Numerosos senderos agrícolas se han perdido; otros han visto florecer su tiempo, producto de las palas del Ayuntamiento y de los intereses de diferentes actividades.

Llego a un cruce de senderos; por uno se regresa al pueblo a través del “prao” de Las Ánimas y Cabeza El Moucho, pero yo continúo de frente entre urces y roble rebollo hasta llegar a una campa y adentrarme en terreno de Ceadea. Unas estacas indican que han marcado un camino local para el “turismo”. El monte se cubre de robles y el paseante juega a ser poeta de fantasía e imaginación.

La Caseta de la Emboscada, fue un pequeño puesto de vigilancia para controlar que nadie pasara productos de estraperlo entre los pueblos de Portugal y España.

Los trigales y el campo abierto dejan sin vegetación la continuación del paseo; de tanto seguir los pasos de mis dos compañeros perros, he descubierto amplios senderos. Como una aparición nebulosa entre el pasado y la ensoñación encuentro la Caseta de la Emboscada; solamente quedan paredes caídas, entre pequeños robles y numerosas urces de lo que fue un puesto de vigilancia entre Ceadea y Arcillera.

Un kilómetro más allá está la Caseta de La Canda que fue un puesto de retén de la Guardia Civil, allí vivían algunas personas durante días. Aún recuerdo esta edificación, ya en ruinas, peros con su huerto y sus árboles frondosos. Hoy todo está devastado por el olvido y el tiempo. La cercana Laguna de La Canda es lugar de reposo para las múltiples especies de aves y animales que por allí se acercan.

Caseta de La Canda, hoy en estado degradado. Por sus alrededores empleamos, yo mismo y los perros Brauni y Blanquito, algún tiempo en búsqueda y conversación con los espíritus de los antepasados.

El paseo continúa en ligerísimo ascenso hacia La Raya entre pinos y vaguadas. A medio camino encuentro la Caseta de Las Torrrezuelas de la que apenas quedan las paredes de lo que fue una pequeña caseta para la protección de las incontables inclemencias del tiempo.

Caseta de Las Torrezuelas.

Así llegamos a La Raya. En terreno de Portugal encontramos otra caseta de vigilancia donde los guardinhas atendían también a requisar el contrabando que salía de sus pueblos camino de las casas de los vecinos lugares de España.

Crucero y Caseta de Portugal.

Continúo el paseo; hoy, que “no nos falta de nada” por estos hermosos pueblos casi despoblados, recuerdo diferentes relatos de nuestros mayores y me quedo con la comprensión que no pocas veces ejercieron los guardias vigías de ambas naciones que, haciendo la vista gorda, comprendieron que el estraperlo fue un necesario método de supervivencia. Por el Camino Viejo de Cicouro, llego hasta el Sierro y termino el camino circular en Moveros.

Javier Agra.