Unas cuantas décadas
del siglo veinte, fueron años difíciles para los diferentes pueblos de España. Los
años del racionamiento posterior a la guerra civil llegaron hasta el mil
novecientos cincuenta y dos; durante estos años y algún tiempo después, muchos
pueblos de La Raya pasaban a los vecinos pueblos de Portugal para adquirir
productos de necesidad para el consumo, productos de complicada obtención en nuestros
campos.
Hoy conocemos como
“rutas del contrabando” aquellos dolorosos trabajos que hicieron nuestros
mayores para sacar adelante a sus familias. Podríamos nombrarlos mejor como “rutas
de estraperlo”, pues se pasaban de pueblo portugués a pueblo español sacos con
alimentos para el sustento de la familia y no se buscaba ningún otro beneficio.
Desde Moveros, en
Zamora, he recorrido numerosas ocasiones algunos de estos senderos que hoy se
mantienen como homenaje a nuestros mayores. Las más de las veces, paseo por el
monte acompañado del dúo perrito Brauni y Blanquito.
El templo de
Moveros, bajo la advocación de Santa Colomba, tiene un retablo de piedra muy
digno de ser contemplado.
Comienzo mi paseo a la
espalda del pueblo, dejo atrás el arroyo y me adentro por diferentes lugares
con nombre propio mantenido a lo largo de los siglos, nombres que yo desconozco
en su mayor parte. La fuente de Los Burros y La Carbonera están al comienzo.
Numerosos senderos agrícolas se han perdido; otros han visto florecer su tiempo,
producto de las palas del Ayuntamiento y de los intereses de diferentes
actividades.
Llego a un cruce de
senderos; por uno se regresa al pueblo a través del “prao” de Las Ánimas y
Cabeza El Moucho, pero yo continúo de frente entre urces y roble rebollo hasta
llegar a una campa y adentrarme en terreno de Ceadea. Unas estacas indican que
han marcado un camino local para el “turismo”. El monte se cubre de robles y el
paseante juega a ser poeta de fantasía e imaginación.
La Caseta de la Emboscada,
fue un pequeño puesto de vigilancia para controlar que nadie pasara productos
de estraperlo entre los pueblos de Portugal y España.
Los trigales y el campo
abierto dejan sin vegetación la continuación del paseo; de tanto seguir los
pasos de mis dos compañeros perros, he descubierto amplios senderos. Como una
aparición nebulosa entre el pasado y la ensoñación encuentro la Caseta de la
Emboscada; solamente quedan paredes caídas, entre pequeños robles y numerosas
urces de lo que fue un puesto de vigilancia entre Ceadea y Arcillera.
Un kilómetro más allá
está la Caseta de La Canda que fue un puesto de retén de la Guardia Civil, allí
vivían algunas personas durante días. Aún recuerdo esta edificación, ya en
ruinas, peros con su huerto y sus árboles frondosos. Hoy todo está devastado
por el olvido y el tiempo. La cercana Laguna de La Canda es lugar de reposo
para las múltiples especies de aves y animales que por allí se acercan.
Caseta de La
Canda, hoy en estado degradado. Por sus alrededores empleamos, yo mismo y los
perros Brauni y Blanquito, algún tiempo en búsqueda y conversación con los
espíritus de los antepasados.
El paseo continúa en
ligerísimo ascenso hacia La Raya entre pinos y vaguadas. A medio camino
encuentro la Caseta de Las Torrrezuelas de la que apenas quedan las paredes de lo
que fue una pequeña caseta para la protección de las incontables inclemencias
del tiempo.
Caseta de Las
Torrezuelas.
Así llegamos a La Raya.
En terreno de Portugal encontramos otra caseta de vigilancia donde los
guardinhas atendían también a requisar el contrabando que salía de sus pueblos
camino de las casas de los vecinos lugares de España.
Crucero y Caseta
de Portugal.
Continúo el paseo; hoy,
que “no nos falta de nada” por estos hermosos pueblos casi despoblados,
recuerdo diferentes relatos de nuestros mayores y me quedo con la comprensión
que no pocas veces ejercieron los guardias vigías de ambas naciones que,
haciendo la vista gorda, comprendieron que el estraperlo fue un necesario
método de supervivencia. Por el Camino Viejo de Cicouro, llego hasta el Sierro
y termino el camino circular en Moveros.
Javier Agra.
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