En la montaña la mayor
parte de los días son espectaculares. Aún con niebla ligera, con llovizna o
nieve tiene un atractivo para los sentidos y el corazón, que agranda la
voluntad de vivir e incluso de combatir para ser mejor persona. Pero un día
como el que se presentó cuando decidimos recordar el valle de Hoyo Cerrado,
lleno de sol y suavidad de brisa, alienta incluso a engrosar el número del coro
de las aves canoras y el grupo de las saltarinas cabras.
Hoy lo realizamos desde
Soto del Real; el llamado aparcamiento de Las Pozas está al final de un agreste
camino entre praderas donde pastan las vacas, por encima del embalse del
Mediano que abastece de agua al pueblo y nada más pasar un puente de piedra
sobre el Arroyo del Mediano. Punto desde el que se pueden realizar un
importante número de marchas montañeras.
La Pedriza y Asómate
de Hoyos forman parte del asombroso circo que rodea el Hueco de San Blas, camino
de Hoyo Cerrado.
El Hueco de San Blas lo
recorremos durante un buen rato por la pista que deja el valle y el Arroyo del
Mediano a nuestra derecha, entre pinares de tronco elevado y fino. Llevamos
caminando unos cuantos minutos antes de superar el desvío que otras veces
seguimos para acercarnos a la Lagunilla del Lomo, al Collado de la Ventana o al
majestuoso Hoyo Cerrado.
Cerrado el Valle con
unas asombrosas vistas sobre la Pedriza y la Cuerda Larga y siguiendo siempre
el sendero, nos adentramos de nuevo en el pinar donde la conversación de sus
ramas se torna a veces en música de adagio a veces en trompetería orquestal,
hasta que encontramos una valla y un sendero a nuestra derecha; por aquí
seguimos monte arriba.
Hemos recorrido
durante largo tiempo la pista. A 1420 metros este valla y el sendero que tras
ella sale, son la referencia para tomar el desvío hacia Hoyo Cerrado.
Los pinos cambian de
aspecto, ahora muestran su anaranjado tronco propio de los pinos autóctonos,
que por aquí también llamamos de Valsaín, de complexión más baja y recia,
acostumbrados a las cumbres y a los vientos; lugares donde anidan las águilas
del Guadarrama y donde los lobos pueden hacer guaridas, tal es la firmeza de
las amplias rocas de misteriosas oquedades, la soledad del monte, el silencio
de la naturaleza.
En Hoyo Cerrado
respiramos, gozamos del espacio en silencio, comemos…
En la Majada de la
Porra se expande la montaña a los Pies mismos de la Najarra, con el monumental
Cerro de los Hoyos en el otro extremo, el tomo oscuro de la Pared de Santillana con su
escalada, las Cuatro Torres de la Pedriza elevando su musical mirada hacia las
alturas. A nuestros pies, mil colores de flores y brillos de agua recién
derretida…
Hoyo Cerrado es un
circo que hoy vemos con esta fina capa de nieve.
Pisamos nieve entre el
sol y los cantos del alcaudón y de bisbita, mientras el asombro crece
inagotable en el corazón de los montañeros. Arizónicas, amarillas retamas,
inmensidad de especies de flores se acercan a nuestro corazón para entregarnos
palpitaciones de entusiasmo y sosiego. Así damos la última curva antes de
llenar la vista y el alma con la amplitud del Hoyo Cerrado, donde nos sentamos
unos instantes para comer la húmeda fruta y los frutos secos.
Regresamos por
diferente camino, cerrando un círculo de soledad y entusiasmo que aún canta en
nuestro corazón y permanecerá como serenidad y sonrisa durante largo tiempo.
Javier Agra.
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