Esta jornada
comienza en el frecuentado aparcamiento de Majavilán, Dehesas de Cercedilla, cuando los pinos están
aún de madrugada. Subimos buscando el Camino Viejo de Segovia por el que
subimos hasta el Puerto de la Fuenfría. Mi corazón canta inmensidad cada vez
que recorro este lugar de mansedumbre y firmeza hacia el futuro, hacia el
espacio abierto.
A ritmo de
mañana, entre los iniciales rayos, llegamos hasta la Fuente de la Fuenfría.
Este es un cruce de caminos, monte arriba por la senda de Cospes hasta el
Camino Schmid que se desmembra por las alturas de Siete Picos o llega al Puerto
de Navacerrada.
Al pasar por la
fuente de la Fuenfría, me detengo a recordar a las diferentes generaciones de
montañeros que han hecho más cómodo nuestro paso actual por estos caminos.
Nos echamos
monte abajo por el GR 10.1…El GR10 une la localidad valenciana de Puzol con
Lisboa, además va teniendo distintos pequeños ramales. Por esta vertiente
segoviana de los pinos de Valsaín pisamos escasos lugares de nieve que en su
mayoría estaba helada, aquí recordamos que, además de ser montañeros, es
necesario ser cuidadosos con la naturaleza y con la vida en todas las
circunstancias.
Trescientos metros más
abajo, cruzamos el Arroyo Minguete de sosegadas aguas. Ahora estamos en un
terreno de desplazamiento horizontal, los pinos conviven con múltiples acebos
en una lección de convivencia necesaria en todo tiempo, también ahora que noto
una sensación de discordia en nuestra sociedad; un ambiente de enfado se
extiende por la atmósfera y es necesario tomar aire limpio del monte, aire
cantarín de las aves, frescor risueño de los arroyos.
Cruzamos el
Arroyo Minguete.
Subimos a la
Fuente de la Reina en el entronque con la Carretera de la república, aún en la
vertiente de Segovia. Aquí un tiempo de sosiego y bocadillo para enterarnos que
durante buena parte del siglo dieciocho con Felipe V, este lugar fue muy
trabajado para allanar el paso a los reyes españoles en su ir y venir hasta la
Granja; por estos mismos lugares quedan restos de lo que fue un palacete de
reposo en sus andanzas de caza.
Volvemos, los montañeros,
por la Carretera de la República hasta el Puerto de la Fuenfría. Este paseo es
un prolongado mirador sobre Peñalara y la amplitud de la Sierra. Cuentan los
pinos la dureza del invierno en sus quejumbrosas y retorcidas ramas, narran
historias del poderoso viento en sus entrañas.
Hicimos una
parada en la Fuente de la Reina entre pinos y acebos.
Comenzamos a
descender por la Calzada Romana que unía Mérida y Zaragoza; en este tramo que
tenemos a mano, después de dejar atrás Alcalá de Henares, Titulcia… pasaba entre Madrid y Segovia, según
identificó Antonio Blázquez en mil novecientos diez. La Vía XXIV romana la
mandó construir Vespasiano el siglo I después de Cristo. En esas
consideraciones llegamos al Puente de Enmedio y a la ensanchada y amplia
Pradera de Corralitos lugar donde coinciden la Calzada Romana, la Calzada
Borbónica, el Camino Schmid y la Carretera de la República. Ésta última, desde la
estación de Cercedilla hasta el sanatorio, se llama Camino Puricelli porque así
se llamaba la empresa que realizó el trazado y las obras de la citada
Carretera.
El Descanso de
los Ceballos pone a los montañeros Calzada Borbónica adelante hasta en Puente
del Descalzo que se construyó en tiempo de Felipe V sobre la Vía XXIV del
Itinerario de Antonino; por aquí nos han informado de un enterramiento que
algunas leyendas dicen del mismo rey godo Recesvinto; otros aseguran que es la
tumba del austríaco Schmid, importante personaje de estos caminos pero que
murió recientemente en mil novecientos sesenta y cinco. En cualquier caso, el
montañero Schmid no está enterrado aquí.
Sea como fuere,
aquí está la fotografía del lugar como homenaje a todas las personas que han
colaborado a construir un futuro mejor para la humanidad.
Nosotros
llegamos al coche, después de caminar algo más de cuatro horas y con un
desnivel en nuestra mochila de más de setecientos cincuenta metros. Hoy nos
sentimos unidos a la historia entera pues pisamos lugares que ya estaban antes
de que los humanos holláramos estos suelos, pisamos por donde los romanos
construyeron, por donde siguieron los siglos dieciocho y veinte ideando y dando
forma a carreteras. Toda la historia pasa de nuestras botas al corazón mientras
contemplamos la hermosura sin tiempo de las montañas que ponen melodías de paz
a nuestro espíritu.
Javier Agra.
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