Peñalara tiene rostro y nombre de madre, tiene sonrisa y caricias de madre; en sus laderas, el agua tiene una simpatía escondida tan abundante que le sale a las mejillas por diferentes surgencias y lagunas.
He llegado hasta el Puerto de Cotos. Montaña arriba los pinares peinan con sus púas al sol en esta mañana de primavera, desayunan las aves trinos y semillas, corretean las hormigas en hileras marcadas a cartabón y escuadra siempre al ritmo del unísono compás, los corzos asustadizos se esconden ante la cercanía del tintineo de la marcha mientras las cabras exhiben su volátil ligereza entre las primeras peñas que dejamos en nuestro lento caminar.
Hoy quiero hablar de la Laguna de los Pájaros. Hela aquí, desde el Collado después de bajar de Peñalara por Claveles.
Hoy no subo hasta el abrazo de Peñalara; me desvío para sentarme un momento en el antiguo refugio Zabala. Queda atrás el Mirador de la Gitanilla, seguramente el nombre es lo más vistoso pues la caterva de pinos que han crecido en su entorno impide una visión que de otro modo sería suculenta hacia la Cuerda Larga.
Continúo serpenteando hacia la montaña, solamente unas cuantas revueltas y un tiempo antes de llegar a las Dos Hermanas encuentro el cartel que indica el sendero del Refugio, un buen sendero que me lleva hasta el Refugio Zabala, a mi parecer más vistoso en el exterior que la utilidad interior. Refugio más apto para la nostalgia que para el presente. ¿Y si se cuidara de nuevo?
Una de las vistas grandiosas subiendo hacia el desvío del Refugio Zabala. Falta el nombre de Siete Picos a la izquierda de la imagen.
La Laguna Grande de Peñalara es un risueño espectáculo hacia el que camino con precaución y sin sobresaltos. Hace ya más de cuarenta años que continué naciendo en Madrid… la primera vez que vi la Laguna Grande se hacía una jornada de natación y travesía… hoy está absolutamente protegida y es un lugar habitado por las náyades y los elfos de los sueños y por la pastora que emerge cantando en la noche de difuntos y seguramente en noches de tormenta.
Laguna Grande de Peñalara. Este enigmático lugar rodeado de rocas, praderas, enebros, piornos es una fuente de serenidad, de música, de amanecer y de luz clara. A esta hora primera la belleza y el silencio permiten conversaciones entre la naturaleza y el alma.
Paredaño al arroyo de Peñalara baja un sendero muy marcado que regresa hasta Cotos. El montañero, aún a la vista de la Laguna Grande, cruza un puente de madera y asciende buscando el Mirador de Javier, a la derecha queda un escondido sendero que llevará hasta la Pradera de Pepehernando. Una leve ascensión más y llegamos a la altura de la marcha de hoy.
Lagunillas y sendero.
A partir de ahora una larga y espaciosa meseta se abre en mil posibilidades de sosiego y rutas camino de la Laguna de los Pájaros. Rocas de asombrosa formación, escondidos vallecillos, árboles eremitas en soledad retirada, breves subidas y descensos a veces con mullido suelo otras sobre endurecidas y toscas rocas.
Laguna de los Pájaros. Sus leyendas cuentan historias, o deberían contarlas, de palacios y monstruos sumergidos. Hoy hablamos de su origen glaciar y los actuales habitantes entre ranas y tritones.
Los glaciares y los siglos han formado oquedades y llanuras, recovecos místicos con reflejos de cumbre y serenidad de eterna esperanza, lagunas de mayor o menor amplitud según la temporada del año nombradas como Las Lagunillas, La Laguna de los Claveles y finalmente la solemnidad de la Laguna de los Pájaros, como un inmenso balcón colgado del Risco de los Claveles.
Silencio y poemas.
Oración y esfuerzo.
Merienda y apuntes.
Regreso hacia la PAZ y el misterio.
Javier Agra.
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