miércoles, 29 de enero de 2025

ÁRBOLES: ROBLE DRAGÓN


En sus mil quinientos años de vida hábil había sido un enhiesto roble vigoroso. Entre sus ramas se cobijaron multitud de generaciones de aves de diferentes especies: el pequeño herrerillo musical y colorido, el observador zorzal de claros tonos ocres pintados, acostumbrado a largas caminatas por el suelo y a altivos vuelos en busca de su nido en la rama de la milenaria encina, el sonoro picapinos trabajador incansable, el milano real y sus familiares más grandes, águilas de diferentes nombres y variado plumaje.

De sus bellotas comieron familias enteras de jabalíes durante muchas generaciones, los inquietos conejos encontraron madriguera segura entre sus raíces cálidas, solitarios lagartos descansaron las horas de sol a la sombra frondosa de sus ramas, innumerables mariposas perfumaron de colores y reflejos los alrededores de su poderoso tronco. 

El dragón roble tiene su morada en la falda de uno de los múltiples oteros del Monte del Pardo.

Los siglos fueron pasando en torno a este roble que contempló generaciones de animales y de humanos, que soportó calores y disfrutó lloviznas, que resistió nevadas y vendavales, que gozó del sol y de la naturaleza siempre viva y cambiante; abajo, en el llano donde termina uno de los muchos oteros del Monte del Pardo tenía este roble su casa y sus reposo entre ardillas y jaras, entre jabalíes y petunias.

A su sombre frecuentaban en animada conversación las diosas celtas Dana y Epona a la caída del sol cuando el cielo se viste de rosicler en las tardes de primavera. Habían pasado más de mil quinientos años y el roble se había hecho viejo, era el momento de su extinción final. Su vida había sido exitosa para la naturaleza entera… Se reunieron los animales una noche de clara luna y decidieron enviar emisarios al buen dios Dagda, rogaban que le conservara la vida de algún modo.

El dios Dagda meditó y pidió consejo… Decidió metamorfosear al anciano roble en un dragón con duras y porosas escamas de alcornoque. Han pasado varios miles de años y aún hoy cuando pasamos por esa ladera bajo el otero contemplamos al ROBLE DRAGÓN con su permanente sonrisa de saludo a las aves que a su lado pasan y las fauces abiertas para alimentarse de alguna encina cercana pues los dioses siempre le cuidan y alimentan por medio de la naturaleza.

Javier Agra.    

 

viernes, 17 de enero de 2025

ESTAMPAS: ALCORNOQUE


Esta mañana también di un largo paseo por el Monte del Pardo mientras escuchaba en mi corazón los “Seis Momentos Musicales”  opus 94 de Franz Schubert (Viena 1798 – 1928). Son seis breves piezas musicales publicadas en 1828. El piano suena con más o menos velocidad para transportar a quien escucha a los tiempos de Moderato o Andantino, Allegro o Allegretto.

Mientras camino entre el piano y los trinos de las aves, el sol comienza a calentar la tierra y eleva entre las encinas el velo de las hadas que desprende el suelo verde al evaporar la escarcha de esta noche de invierno. Los caminos suenan bajo mis pisadas como si quisieran quebrarse en minúsculos cristales de arena y piedra. Cientos de bellotas permanecen esparcidas bajo los quercus, entre el revuelo de tierra y hierba que da testimonio del paso de algún jabalí por los mismos lugares donde yo medito el silencio y la armonía de la naturaleza.

He llegado hasta el círculo poblado por un reducido número de alcornoques, de entre los que destacan dos catalogados como “árbol singular” por la Comunidad de Madrid. Son esbeltos, lozanos, frondosos… Acaso estén rozando ya los doscientos años y aún les quedan otros cuantos de vida. Seguramente todos han visto producir su corcho bornizo (el primero que se extrae cuando ya han cumplido los treinta años), después seguirán produciendo capas de corcho cada diez años.


Me detengo ante este alcornoque, identificado como árbol singular por la Comunidad de Madrid.

Me detengo ante sus troncos, los abrazo sin posibilidad de abarcarlos dada mi pequeñez y su grosor. ¡La lentitud de la naturaleza para formarse y dar frutos! ¡El mimo cuidadoso de quienes extraen el corcho para esperar a su tiempo y no dañar el felógeno, tejido que protege al tronco y permite el nuevo crecimiento del corcho! ¿Hasta cincuenta kilogramos de corcho dará este árbol de imperial presencia en cada una de sus extracciones?

El alcornoque parece interminable, del grosor de su tronco nace otra corpulenta rama hacia la altura y de ésta, otra de no menos bulto… y así parece que quiere formar una escalera ascendente para recordarnos a los humanos la necesidad de aspirar siempre hacia lo alto, hacia la contemplación y la acción como los dos pilares de transformación de esta tierra en un lugar mejor para todas las personas y la naturaleza entera.


Del grosor de su tronco, nace otra corpulenta rama hacia la altura…

¿De dónde viene el simbolismo negativo del alcornoque para las personas? De su porosidad quiero aprender, pues es necesario que mis ideas salgan de mí mismo y lleguen a otras personas, quiero recibir ideas de otras mentes porosas; así nos enriquecemos, podemos conversar e intercambiar opiniones, ideas, pensamientos, palabras de aliento y estímulo…podemos mirarnos al corazón y a los ojos y sentir que somos iguales, que unidos en el corazón y el sosiego hacemos juntos el presente y el futuro…

Muchos refranes tienen presente al alcornoque, como este que dice “al alcornoque no hay palo que lo toque, sino la encina, que le quiebra la costilla” para resaltar su madera firme y dura. También en la literatura ha sido empleado este frondoso árbol como sinónimo de tenacidad o acaso terquedad: … y delante de mi señora Dulcinea, que yo le diré tales cosas de las necedades y locuras, que todo es uno, que vuestra merced ha hecho y queda haciendo, que la venga a poner más blanda que un guante, aunque la halle más dura que un alcornoque. (Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, capítulo XXV). “Somos como los alcornoques, unos caen de día y otros de noche” decía el Tío Sebastián cuando tenía que dar el pésame a alguna persona por un familiar difunto.

Los latinos lo llamaron Quercus suber pues el epíteto suber equivale a corcho o sobrero; los árabes lo denominaron “Aldorque” que en significado castellano equivale a desnudo o mal vestido, para hacer referencia a la extracción de la corteza.  

Otras muchas paremias señalan la importancia del corcho a lo largo de la historia. Deja algún corcho vacío en tu colmenar, “pa'que” algún enjambre se pueda alojar”. Ya Columela, célebre agrónomo gaditano del Imperio Romano, señaló la idoneidad del corcho para la construcción de las colmenas por su capacidad aislante: “Han de construirse las colmenas según la condición del país. Si este es abundante en alcornoque, sin duda las haremos con la mayor utilidad de corcho, porque no estarán muy frías en el invierno ni muy calientes en el verano”. (Lucio Junio Moderato Columela, Los doce libros de agricultura, IX, 6).

De todos modos, los refranes pueden ser ambiguos, pues nunca sabremos si es oportuno o inoportuno “Andar como el corcho sobre el agua” que puede significar la duda constante, la inquietud insegura o tal vez la fortaleza de quien nunca se rinde y mantiene el ánimo incólume ante la adversidad.

Javier Agra.

 

lunes, 13 de enero de 2025

ESTAMPAS: YUCA


De la riquísima diversidad vegetal que se extiende por el Monte del Pardo, me he quedado a contemplar la planta de yuca que resalta su hermosura entre la carretera de descenso del campo de tiro al plato y el cúmulo de piedras labradas esparcidas en desorden, procedentes de la antigua iglesia del Buen Suceso cerca de Moncloa.

La yuca es un emblema de convivencia y fraternidad, pues se ha adaptado a diferentes condiciones de clima y altura, de vientos y de sequedad. En todas partes prospera con su armoniosa elegancia y su llamativo colorido, con la grandiosidad de compostura y crecimiento. Entre agua o entre rocas, entre desiertos o entre abundancia, la yuca sonríe constantemente a los viajeros que la admiran y la adoptan como alimento.


Planta de YUCA en el Monte del Pardo.

La yuca mira al cielo en las noches de estrellas y en las noches iluminadas por la luna. En el amplio mantel de la noche, la luna nos describe como somos, cuenta los pensamientos de los humanos y los escribe en el libro del tiempo sin días. La luna salva nuestros silencios y escribe con su pluma de blanquecina luz lo que no tiene nombre.

En la soledad luminosa de la noche, la planta de la yuca se ha transportado en un velo etéreo para erigirse en pendientes de la luna. La luna y la Yuca han formado un sistema mutualista y se alimentan mutuamente, intercambian su fortaleza y su belleza, emplean la noche para imaginar fortalezas humanas en la construcción de una tierra más fértil y más igualitaria para todas las personas y para la naturaleza entera. 

En el frondoso Monte del Pardo, los pinos son abanicos del cielo que mecen sus púas para liberar al viajero de las tensiones de la vida, son alas de viento que transportan al paseante más allá de las rutinas de cada día y lo transportan a espacios de luz y de eternidad. Los aromas de jara, de encina, de brezo, de anís en rama verde envuelven a quien pasea absorto por estas veredas y lo transfiguran en mensajeros de paz y de igualdad. Y en mitad de esa jardín de Edén, la planta de yuca es la presencia de todas las personas y todas las culturas de la tierra, para hacer de este instante feliz una simbiosis de la humanidad entera abrazada ya para siempre a la naturaleza y a la eternidad.

Acaso mi espíritu está conectado a otros espíritus que, en días cercanos a este que yo observo la luminosa planta de la yuca, también hayan empleado algún tiempo sereno o alguna mirada de soslayo al pasar, sobre esta misma planta. Acaso los pensamientos de las personas están, aún sin imaginarlo, más cercanos en la memoria colectiva de lo que imaginamos. Acaso las estrellas de la noche tienen información y cuchichean sobre las palabras que las personas dedicamos en diferentes momentos a una misma planta, a un mismo objeto, a una misma ave que vuela a nuestro paso.


YUCA, en plano corto.

He visto en mis paseos, mientras contemplo la belleza de la yuca, salir de sus flores mariposas… y yo no sé si sus flores se metamorfosean en brillantes lepidópteros voladores o serán mariposas reales que llevan el polen en sus diminutas patas para engendrar vida de yuca en otros suelos cercanos. Acaso son mariposas que han vivido algún tiempo, mientras eran orugas, mamando la leche vital del polen de la yuca.

Javier Agra.