viernes, 30 de mayo de 2025

BOSQUE FINLANDÉS


Amanece sobre el mundo cuando estamos caminando por Rascafría en busca de la salida hacia el Bosque Finlandés que hoy queremos conocer después de numerosos años de montañeros por diferentes lugares. Suena en mi corazón el Magníficat de Monteverdi (Cremona 1567 – Venecia 1643), música de entusiasmada vitalidad compuesto en 1610 dentro de su obra “Vísperas de la Bienaventurada Virgen”.

En la década de los años noventa del siglo veinte, para celebrar el hermanamiento de Rascafría con Helsinki,  se intervino en esta zona de sus bosques con el objetivo de integrar un antiguo molino o serrería de papel, hoy casi desaparecido y los restos diseminados aquí y allá; ¡atención lectores, en esta antigua industria se fabricó el papel para la primera edición del Quijote! (enero 1605 en la imprenta de Juan de la Cuesta en Madrid), la Finca de los Batanes que aún conserva una torre y buena parte de sus muros, con los chopos y álamos de la zona en un espacio de permanente recuerdo a los bosques del norte de Europa. Parte del arbolado que hoy podemos admirar, está traído de los bosques de Finlandia.


Estamos caminando a la vera del Lozoya con la nieve de Peñalara al fondo.

Cruzamos sobre un amable puente el arroyo ¿Del Artiñuelo? para llegar por una senda de fácil caminar hasta el mismísimo Lozoya que dejamos a nuestra derecha después de superarlo por un puente. La vegetación es abundante entre sauces y alisos que parecen salir volando de la misma corriente del Río Lozoya que canta, admirable y grandioso, la quinta sinfonía de Shostakóvich (San Petersburgo 1906 – Moscú 1975).


Estos restos de piedra y agua son lo que queda del antiguo molino de papel donde se fabricaron las resmas para la primera edición del Quijote. Antes habíamos dejado atrás la Finca de Los Batanes.

Aún quedan algunos prados cercados que recuerdan tiempos de ganadería y trabajos agrícolas en estos lugares hoy dedicados fundamentalmente al turismo. Vimos también una explotación ganadera en activo, con numerosas vacas bien cuidadas y de saludable prestancia. Más allá del “Puente Rojo” así denominado por el color de su barandilla, pasamos por restos de aquella construcción del molino de papel que nombré más arriba.   

A la izquierda, un pequeño prado de amable hierba, nos avisa de la inminencia del cogollo del bosque finlandés que está a la derecha del sentido de nuestra marcha entre frondosos y altivos abedules, pinos, abetos nórdicos, corpulentos chopos…


Embarcadero en el lago del Bosque Finlandés donde disfrutamos de sosiego, belleza… y un armonioso concierto de ranas en orquesta.

Nos adentramos hasta el lago de amansadas aguas; aquí una sinfonía de ranas resonaba en armonioso concierto. Yo me pregunto si no estaría Shostakóvich escuchando un delicioso coro de ranas cuando compuso su sinfonía número cinco en 1937, pues escuchando el Largo de su Tercer Movimiento queda el oyente absorto y embelesado como con el concierto de ranas que escuchamos esta mañana en el lago del Bosque Finlandés.


Esta caseta fue la sauna del Bosque Finlandés.

Aquí permanece inamovible el embarcadero, en desuso; también la caseta de la sauna, seguramente cerrada para siempre como recuerdo eterno del tiempo que se paraliza en la memoria de los humanos más allá de los siglos.

Continuamos el camino en vital armonía con la naturaleza y la paz y, en pocos minutos, llegamos al Puente del Perdón, tantas veces recorrido en nuestras andaduras hacia las Cascadas del Purgatorio y otros senderos que desde allí tienen accesos más o menos sencillos. Recorrimos el Arboreto Giner de los Ríos, que nos pareció poco cuidado y regresamos a Rascafría por una senda asfaltada, parece que se llama “Camino Natural del Valle del Lozoya”, a la orilla misma del magnífico Lozoya.

Javier Agra.