Un hermoso paseo para
una jornada liviana.
Esta mañana se levantó Madrid
con ventolera y decidimos que era mejor hacer nuestro paseo montañero por una
altura moderada. El Escorial tiene su magia y sus montañas para recorrer.
Apenas cuatro metros más de los mil cuatrocientos tiene la Machota Baja, de
modo que nos dirigimos hacia su cumbre.
Sobre mi
aterida cabeza asoma el sol esta mañana de invierno en el hermoso monte de
rebollas.
La Silla de Felipe II
es un lugar con muy poco aparcamiento, hasta allí llegamos. También es muy apetecible
la posibilidad de comenzar a caminar más abajo desde la ermita de la Virgen de
Gracia subiendo el monte de la Herrería entre los rebollos y los tilos.
Empleamos un tiempo para recorrer el misterioso entorno. ¿Desde aquí gozaba el
rey de las vistas y la construcción de El Escorial? ¿Viene el triple sillar
desde los vetones prerromanos? ¿Es una curiosa creación romántica?
Custodio de la
silla de Felipe II, este arce de Montpelier está catalogado como árbol singular
por la Comunidad de Madrid.
Rebollar adelante,
seguimos el sendero junto a la vieja tapia de piedra. Desde el mismo inicio de
la marcha nuestro corazón se adentra en siglos pasados, podemos imaginar que
somos antiguos nómadas buscadores de tierras más habitables, de poblados para
comerciar; desde el inicio mismo se detiene el tiempo entre el cielo y los
robles rebollos, entre las aves y la ingrávida cumbre posible aunque aún
lejana.
Solemne el
Monasterio del Escorial centra la luz que se le niega a la cumbre del Monte
Abantos místicamente recogido entre la nube y la meditación.
Pero no somos tribus
prehistóricas; muchos caminantes y muchos montañeros han ido (nosotros mismos
fuimos en anteriores ocasiones) por donde ahora estamos recorriendo el GR-10
hasta el Collado de Entrecabezas.
En el Collado de
Entrecabezas. A nuestra derecha saludamos a la Machota Alta, menos visitada por
diversas circunstancias que nada tienen que ver con la dificultad pues también
es de muy fácil acceso.
Desde el mismo Collado
sale una desviación a la izquierda que atraviesa diferentes y prodigiosas
cumbres por su esplendorosa belleza y variedad (su dificultad las relegaría a
sencillas tachuelas de leve altura; pero los corazones humanos sabemos que la majestuosidad
es diferente del tamaño; lo íntimo, lo recogido, lo mínimo también luce de majestuoso
brillo). La tercera loma rocosa es la cumbre donde se sitúa el vértice
geodésico. Entre ellas se extienden preciosas navas de color verde, textura
cálida, asombrosa serenidad, dilatada extensión visual, espíritu solazado…
El vértice geodésico
está sobre una roca expuesta a todos los vientos que decidan pelear en noble
lid con los aguerridos montañeros que aquí lleguen. A duras penas nos
mantenemos unos instantes para salir en la fotografía de recuerdo, para
observar allá abajo la santolina de finos tallos y hojas carnosas, admirar los
extensos matorrales de apretados piornos, reconocer las espinosas ramas de los
abundantes majuelos.
Estamos en la
cumbre de la Machota Baja.
De regreso en el
Collado apiñamos nuestro cuerpo al abrigo de unas fornidas rocas, allí dimos
cuenta de unas rudimentarias viandas, suficientes para alimentar el cuerpo y
tener fuerza para el regreso. Alimentar el cuerpo, que el espíritu estaba
todavía en vuelo de arrobo y sosiego.
Sobre un altozano, al
lado mismo de la Silla de Felipe II se mantienen las ruinas de la “Casa de El
Sordo” edificio que sirvió como vivienda para el guardabosques de aquellos
contornos y desde el que escrutamos con la vista diferentes lugares por si
tuviéramos la fortuna de encontrar el escondite del tesoro que perdió Rafael Corraliza
encargado de la pagaduría de las obras del Monasterio del Escorial, dicen que el
tesorero se apoderó de unos cuantos doblones perdidos en algún lugar de los
montes en su despavorida huida perseguido por la justicia. No descubrimos
ningún vestigio de tesoro y descendemos por los tallados peldaños hasta el
coche, a una hora en que bulle la Silla de Felipe II de visitantes que pasarán
aquí un tiempo sin gozar el bellísimo y sereno paseo hasta la cumbre libre de
la Machota Baja.
Javier Agra.
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