domingo, 6 de noviembre de 2016

PENSANDO EN TCHAIKOVSKI



Se murió hoy hace ciento veintitrés años, el seis de octubre de mil ochocientos noventa y tres, cuando tenía cincuenta y tres años. La apariencia de sus últimas imágenes es de más edad. Seguramente como anticipo de los años, más allá del tiempo, que sigue manteniéndose presente y vivo en su música.

Este árbol sobrevive porque en algún lugar tiene su corazón y su espíritu aunque aparezca sin entrañas; su música suena más armoniosa que la niebla de la violencia y las tormentas de la injusticia; sobrevive porque los tubos de su órgano son raíces de paz.

¿Se murió? ¿Y qué sabemos nosotros de la vida y la muerte? Acaso ocupamos durante un tiempo este mundo visible, táctil, oloroso, musical, sabroso y lleno de sinsabores con nuestros sentidos para tener ocasión de ampliar nuestro espíritu que está vivo siempre, antes aún de adquirir esta materia consciente y después de dejar de respirar.

En la Pedriza, ante la Peña del Ofertorio o de Las Mozas, el montañero detiene sus pasos para unir su corazón a los latidos de la música, de la luz, de la tierra; para ensanchar su espíritu hacia el agua, hacia el sonido del mar, hacia la vida.

También nuestro Tchaikovski tuvo dudas y luchas sin cuartel para conseguir vivir dedicado a la música; entendió que era músico y en ese ser había de caminar enteramente. Comenzaron un día a bailar notas entre sus dedos y después llegaron diversas piezas de ballet, la primera El Lago de Los Cisnes. Sintió piedad de la princesa Odette y del enamorado Sigfrido y les rodeo de un sinfín de amigos y enemigos. Termina el ballet en el acto cuarto a la orilla del lago y son diversos finales los que han construido los diversos directores en esta continua pulsión entre el encuentro y la vida, entre la separación y la muerte.

Como la vida y la naturaleza entera que se mueve entre el baile del encuentro y la contorsión violenta del engaño. Sus personajes pasan horas y días buscando el sol caliente del mediodía en medio de la nevada que quiere impedir el resurgir nuevo de la primavera. Pero el espíritu entregado se agiganta y ya está vivo para siempre entre la promesa y el sueño. Fotografía de un grupo de montañeros llegando a La Maliciosa en el Guadarrama de Madrid.


El acto tercero del Lago de los Cisnes se desarrolla en una sala hermosa en el palacio; se celebra la fiesta donde Sigfrido ha de elegir esposa. Sigfrido es engañado y piensa ver a Odette en quien es otra persona, cuando descubre la mentira que está a punto de aceptar como verdad, corre hacia el lago donde sabe que está su amada. 

He aquí un palacio de rocas y vegetación, un remansado lago donde el espíritu se expande hasta encontrarse con el mar del mundo y el viento  de la eternidad.  La fotografía  es de la Pedriza de Madrid con El Pajarito, La Vela y La Campana.



Javier Agra.

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