La Sierra de Madrid
apunta los primeros aromas a humedad después de las brevísimas lluvias. El
paseo estas jornadas es un descubrimiento de raíces iniciales y senderos de luz
cantando al otoño que avanza sereno para quedarse entre nosotros.
En los aparcamientos de
la Barranca, el alba ilumina las cercanas cumbres entre la delgadez brumosa de
la noche y el ópalo iluminado de las primeras luces; allá están los montañeros de
camino hacia el asombro siempre nuevo de la naturaleza. Hace tiempo que estamos
entre los pinos y el agua de los arroyos que descienden de Peña Cabrita.
Un momento antes de
entrar en la Senda Ortiz buscamos otros senderos menos marcados que nos van
subiendo entre la fantasía y la búsqueda. La Cuerda de las Cabrillas está ante
nosotros, los torreones de granito de Peña Horcón relucen con los primeros
rayos de un otoño que alarga el calor del dilatado verano.
Damos con la Senda de
la Tubería superados los últimos pinos a la vista ya del Risco de los
Emburriaderos, donde el Guadarrama madrileño se agiganta con las vista de la
belleza de Peñalara, con el corte intenso de la Garganta del Infierno, con la
luz solar llenando de colores el inmenso paisaje que se expande como un mar de
sosegada infinitud.
Continuamos montaña
arriba hasta coronar el Alto de Guarramillas o Bola del Mundo, seguimos
descendiendo hasta el Collado del Piornal de planicie extensa; es este Collado
un cruce de caminos donde varios grupos de montañeros se saludan en un ballet
de encuentro y dispersión musical y armonioso. Buscamos el punto de inflexión
del cordal de la Maliciosa porque hoy queremos regresar, haciendo un camino
circular a la Bola del Mundo; enseguida encontramos una senda marcada con hitos
de nueva hacendera, nos gusta su dirección pues apunta hacia una Ventana que no
hace mucho visitamos por primera vez.
Desde la Ventana sale una
senda local SL- MN 4 que nosotros seguimos con entusiasmo y con las certezas
que dan a los montañeros las marcas de senda local, el sendero medianamente
trazado, la buena dirección de la senda…aderezado con la conversación y el
silencio en adecuada mezcla, la brillante luz envolvente, el estómago recién agasajado…el
entusiasmo, en fin, de la grandiosidad de la naturaleza que en estos momentos
nos arrulla.
Entre jaras y pinares,
entre algún conejo curioso y varias cabras que no se inmutan en ningún momento,
llegamos al embalse más alejado del aparcamiento; llegamos al coche; llegamos a
casa; el alma llena de entusiasmo y sosiego; el corazón bailando los colores y
los aromas de la naturaleza.
Javier Agra.
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