Esta
fotografía corresponde a otra jornada de montaña, está tomada mientras subimos hacia Cuatro Caminos; vemos diferentes cimas
de la CUERDA DE LOS PINGANILLOS por cuyos recovecos interiores pretendemos
explorar esta jornada.
Podría parecer que
después de varios lustros recorriendo la Pedriza de Madrid, no tendría que
quedar ningún lugar escondido para nuestras andanzas o andadas pues ambos
términos tienen sus puntos peculiares que les hacen ser distintos con parecer
tan iguales. Seguimos encontrando, amable lector, vericuetos recónditos de
asombro y embeleso.
Tal nos ocurrió la
mañana que llegamos al Jardín y al Salón del Pájaro. Habíamos comenzado nuestra
madrugadora marcha desde el muy frecuentado aparcamiento de Canto Cochino con
el deseo de descubrir este ensoñador lugar que dicho tengo. Caminando por la
“autovía de la Pedriza” en dirección a Cuatro Caminos, cruzamos el arroyo de
Los Poyos y, después de una curva del sendero que asciende por la suave
pendiente, nos topamos con la pequeña senda que buscamos, señalada con un hito
marca la dirección hacia la base del Risco del Pájaro por entre poderosas
jaras y reducidas encinas en una fuerte pendiente.
Primera brecha o
chimenea que nos encontramos en nuestro ascenso y que va a terminar en el
Jardín del Pájaro.
Llegados a la altura
del platillo Volante y la base del Pájaro, la montaña disminuye el matorral y
aumenta la gruesa piedra. Los montañeros, guiados por el instinto y algún que
otro hito, continuamos subiendo próximos a las gruesas y fornidas paredes. A
nuestra derecha sale en ascensión dolorosa una primera chimenea que, de haberla
seguido, nos hubiera dejado justamente en el Jardín del Pájaro (por donde se
hizo la primera ascensión al Pájaro en mil novecientos diez y seis); pero es
peleona en demasía para la mayor parte de los montañeros, también para
nosotros.
Estamos en la
segunda chimenea, por la que ascendemos hasta el Jardín de los Guerreros con su
Bañera y La Muela como roca más visible.
Así pues, continuamos
hasta un precioso circo donde confluyen el Canal de los Guerreros con la Torre
de las Arañas Negras, La Muela y el Pájaro, sucesión de cumbres que reciben el
nombre conjunto de Cuerda de los Pinganillos. De allí arranca la segunda
chimenea que nos permite subir hasta el Jardín de los Guerreros a la altura de
La Muela y El Gorgojo. La misma subida es una canción a la necesaria
solidaridad para ayudarnos unos a otros, es una melodía de belleza inusual, es
un asombro siempre renovado aunque ya hayamos visto antes este lugar de
subyugadora hermosura. Como apunte, por si decides, amigo lector, hacer este
paseo, cuento que nosotros como la mayoría de montañeros terminamos subiendo esa roca inmensa, por su cara más
cercana en el momento de la ascensión; también hemos visto algún montañero que
entra por debajo de la gran roca y termina la ascensión por el lado “de
allá”.
Estamos
en el Jardín de los Guerreros, ante la Bañera, La Muela, El Gorgojo y el
Pájaro. Disfrutamos de las vistas y la estancia, mas hemos de continuar pues
este no es nuestro principal objetivo de la jornada.
Descendemos, como
buenamente podemos, por las grandes rocas que se acumulan a nuestra izquierda y
poco más abajo, haciendo casi una curva de media circunferencia venimos a
situarnos sobre unos bloques de granito formando una balconada que nos acerca
hacia el Risco del Gorgojo. Será necesario subir una llambria de penosa
superación, siempre será mejor ir acompañado pues los ánimos y a veces los
apoyos físicos de unos y de otros terminan por llevar la empresa a buen puerto.
En el Jardín del Pájaro.
Subida la llambria, con
regocijo, esfuerzo y colaboración, estamos ante una especie de cueva por la que
entramos sin problemas ni dudas; aquí los ojos se llenan de nuevo de asombro
porque hemos llegado al Jardín del Pájaro con su relajante placilla de arena y
hierba, con sus inmensas altas paredes cálidas al tacto, gustosas a la vista,
serenas al corazón, animosas al espíritu… de donde arranca la chimenea aquella primera
de que hablé; asomados a su inicio, entre la prudencia y el anhelo, pensamos
que ¡menos mal que dimos toda la vuelta, de lo contrario no hubiéramos llegado
a contemplar esta grandeza superior a las palabras!
En el Salón del
Pájaro.
A la izquierda y hacia
arriba del Jardín, sale un pasadizo taponado por la inmensidad de una roca; será
casi un juego para quienes hemos llegado hasta aquí. Lo superamos con deleite y
precaución… (Seguramente deleite y precaución sirven para definir cualquier
camino de montaña) y tras superar un embudo o pasillo llegamos al Salón del
Pájaro construido por las pacientes manos de la naturaleza y del tiempo en roca
granítica y sublime; una ventana se abre hacia la hermosura de la tierra, una
claraboya lanza nuestra mirada hacia la infinitud del cielo.
Javier Agra.
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