Las estrellas estaban
posadas sobre la silueta de Picos de Europa. Los montañeros tenemos ya
dispuestas las botas, la mochila y el alma.
Desde el
Refugio de Vegarredonda, salimos a caminar montaña arriba.
A la derecha sale una
senda con dirección al Mirador de Ordiales. Nuestro camino está regado de
piedras en suave ascenso hacia el antiguo Refugio y su fuente de referencia.
Los primeros pasos van apagando las estrellas y encendiendo la aurora. Ante
nosotros se despeja el valle hoy arañado por el cauce de un arroyo sereno; hace
miles de años, acaso en el Cenozoico, cuando aún se llamaba el mundo con otras
eras, por aquí bajaron hielos arrastrando piedras y formando morrenas.
Valle de
la Gurbezosa se cierra al fondo con las cumbres de los Argaos.
El majestuoso Porru Bolu.
El Jou La Gurbezosa y
la Llampa Cimera van quedando más bajos ahora que avanza nuestro caminar lento
cuesta arriba; los Argaos como tubos de órgano celestiales cierran un precioso
circo donde resuena la brisa de los siglos en concierto musical; a nuestra
derecha, continuamos siempre en ascenso, majestuoso el Porru Bolu es inmenso
cilindro de gozo de estos picachos.
Este solemne hito indica una bifurcación de
caminos.
Ahora pisando piedras, ahora
campas de verdor, serpenteamos montaña arriba hasta llegar a un grandioso hito con
textos escritos para indicar hacia la derecha el sendero que llega a Vegabaño
después de pasar por Vega Huerta y que nosotros no hemos de tomar en esta
jornada; nuestro destino está por la senda de la izquierda que va buscando el Jou
Santo y un primer collado que nos deja sobre una inmensidad de paisaje
pedregoso. Superamos los Argaos por una pronunciada pendiente colgada sobre un
valle más pedregoso que verde que nos acerca hasta el Collado de la Fragua.
La
Altiquera es una preciosa cumbre.
En el Collado de la
Fragua cambiamos de vertiente. La Altiquera es una preciosa cumbre que dejamos
a la izquierda del collado, aún nos queda mucho camino y hemos elegido continuar
la ascensión flanqueando la dilatada cresta de los Argaos. Picos de Europa nos
muestra su inmensidad entre destellos de piedra y sol. Los montañeros se
detienen para admirar, ponerse crema protectora, sacar la gorra de la mochila,
un trago de la cantimplora, una respiración pausada y poner su corazón al mismo
son de la montaña acogedora y mística.
Los
Argaos desde Las Barrastrosas.
Poderosa erosión
caliza. Promontorios sin fin, simas de profundidad difusa; asombro en la piel y
en el corazón; paso medido entre la piedra y el infinito azul; silencio y
latidos… Las Barrastrosas en permanente ascenso, estamos pasando por una zona
de ligerísimos llanos y apuntes de verdor donde a lo largo de los años,
diferentes montañeros, han colocado círculos de piedras para acoger una tienda
de campaña en este lugar donde mana una fresca fuente.
Estamos de lleno en un
paisaje cárstico de sobrecogedora belleza; los hitos nos indican seguramente el
mejor camino con un amplio y nítido sendero, sobre la aguerrida piedra de millones
de años, sorteando agujeros de caliza sin tiempo, entre el silencio y las pausadas
gotas de agua que van construyendo alguna escondida cueva.
Torre de
Santa María o Peña Santa de Enol, Torres Cebolleda.
De vez en cuando nos
detenemos, no por cansancio sino por asombro; primero fueron siluetas entre
sueños y sombras, ahora ya estamos viendo a nuestra derecha las altas cumbres
de Peña Santa de Enol o Torre de Santa María, de sus macizos de inmenso tul se
desprenden hilos de seda que se transforman en pequeñas figuras pétreas cuando
tocan el suelo y así forman laderas de piedra.
Cabrones,
Alba, Asturianos, Carnal Parda.
Poco después coronamos
el Jou de Los Asturianos. El camino baja por un sendero
bien trazado que lo supera por su fondo; por otra parte, a nuestra izquierda, una quebrada ladera
asciende hacia otro collado…
… Continuará la
descripción si el tiempo y la memoria no me son esquivos.
Javier Agra.
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