La escarcha y la niebla anidan en el bigote al comienzo de nuestra marcha desde Bustarviejo en busca de la loma que llega hasta el Mondalindo. Hemos llegado en coche hasta el aparcamiento frente al campo de futbol donde otras veces hemos iniciado diferentes marchas: esta que hoy hacemos por diferente sendero, también a Cabeza Arcón, al Pendón.
Por entre el pinar salen una serie de senderos, nosotros elegimos uno que parece buscar ascenso entre los pinos de la Ladera del Hoyo por su derecha después de pasar una portezuela que abre sus brazos en el muro de alambre. Una certeza que tenemos sobre esta ruta es que no encontraremos excesivos inconvenientes pedregosos ni tampoco de tupidos vegetales.
Clarea el sol entre nubes y cantos de los gallos que hacen eco en la ladera.
El mismo sendero que nos lleva pinar arriba nos da paso a una zona abierta de helechos y hierba aún entumecida por la escarcha; el sol asoma luminoso entre multitud de nubes para despertar a los gallos del amanecer que se levantan presurosos entre los kikiriquís que resuenan por la ladera poniendo ritmo de orquesta a nuestros pasos.
Llegamos a un primer colladito con diversidad de caminos. La vida son caminos que elegimos, son futuros que comenzamos a escribir a cada instante. De modo que decidimos continuar la subida en la búsqueda de los dos grupos de piedra que forman La Albardilla, entramos en lo que fue un prado y aún conserva el muro de piedra circundante. Los robles han perdido su hoja y el suelo está mullido bajo nuestras pisadas silenciosas sendero adelante.
Ladera arriba encontramos peñas y matorral dormido entre la niebla.
Terminamos el antiguo prado, hoy soledad y abandono, poblado de aves y restos de nocturnos jabalíes y comenzamos a caminar una senda que descubrimos acaso al azar igual que por azar se desdibuja un poco más arriba fuera ya de las praderas, en la Ladera del Cortijo poblado ahora por helechos acurrucados ante las heladoras madrugadas, diferentes especies de variado matorral jara negra, piornos, brezos, torvisco, dedalera…
Estamos metidos entre nubes carentes de agua, que contrasentido! La vista se encoje y se empapa de fantasía y recuerdos, los pensamientos, los recuerdos, las ideas que llena el corazón de las personas tiene un horizonte más lejano que lo que permiten ver sus ojos entre oteros y montañas. A nuestra derecha observamos la brecha del Arroyo de Las Ferminas, recorrido de bajada en otra ocasión. Entre senderos perdidos y trochas de animales, llegamos a La Albardilla.
Llegamos al Cerro La Albardilla con sus dos molondrios de arracimadas peñas.
Enseguida encontramos el amplio camino que conocemos de otros recorridos. Mondalindo queda a nuestra derecha, nosotros continuaremos hacia la izquierda buscando el Collado Abierto para descender por la antigua mina de Plata. Hoy se esconde entre las nubes la Cabeza de la Braña, apenas distinguimos la Peña de la Graja y a sus pies unas pinceladas blancas recuerdo de la última nevada.
El cuerpo de lo que fue el Molino de la mina de plata aquel siglo XIX.
El arroyo del Valle suena a nuestro lado mientras descendemos la ladera por un sendero de piedras sueltas y resbalones contenidos. Seguramente fue el momento más tenso de nuestro camino hasta que desembocamos en el entorno de la Mina de Plata que tuvo actividad en el siglo XIX y del que hoy quedan apenas unos vestigios: la boca de la antigua entrada protegida por unos barrotes que impiden el acceso, unos cuantos carteles comentando la historia, el cuerpo de lo que fue el molino eólico donde se trituraba el mineral antes de llevarlo a otras factorías.
La boca de la mina está actualmente tapiada por una verja de hierro.
Suaviza el sendero de retorno entre salgueros y robles, antes de entrar al camino amplio que bordea el Cancho de los Abantos por la Ladera de Juan Blasco. Los pinos y el terreno llano nos acompañan el último tramo hasta llegar al coche y terminar nuestra ruta de ensoñación y nieblas, de silencio y vida.
Javier Agra.
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