Como un sueño irreal de imposible espacio, se abre una grieta Pedriza arriba buscando cielos y alturas por descubrir. También aquí se esconden senderos entre escondidas rocas y vegetación asombrosa, a desmano de las rutas más visibles y transitadas de la mágica Pedriza los montañeros cosen y destejen senderos antiguos, enigmáticas angosturas.
Desde el Callejón de Abejas estamos viendo, allá arriba el Collado de la U.
Comenzamos el recorrido en el conocido aparcamiento de Canto Cochino desde donde cruzaremos el Manzanares y caminaremos entre las arizónicas de la Autopista de la Pedriza hasta que superamos Prado Peluca. Aquí los cantos de las aves y el riachuelo suenan a metamorfosis, aquí gozamos de las vistas del Pájaro con algún montañero encordado trepando por la verticalidad de su pared mientras ascendemos por la Senda de la Majadilla en dirección al Collado de la Ventana al que llegaremos hoy después de un escudriñador rodeo.
Este es el paso entre el Callejón de la Esfinge y el Callejón de Abejas. Entre estos intrincados vericuetos nos movemos constantemente.
Hoy tendremos que luchar acaso como Sigfrido con las cañas hasta que descubrió un sistema de trompetas para construir armonía musical. Caminamos monte arriba primero al lado del Arroyo de los Poyos y pronto seguiremos el cauce del Arroyo de la Ventana a nuestra izquierda entre curvas y roquedos, entre pinos, alisos, arces y jaras. Los animalillos se esconden a nuestros ojos seguramente más por pereza que por miedo a nuestra lentitud. Más arriba, donde el sendero se acomoda al arroyo en una pequeñísima pradera cruzaremos el Arroyo de la Ventana para adentrarnos en los misterios del Callejón de Abejas.
Entre la fantasía y el laberinto, el Callejón de Abejas nos obliga a gatear por momentos, a escudriñar los posibles lugares de paso aquí donde los hitos se difuminan entre el brezo, la jara y el majuelo. Estamos en la Pedriza que vive al margen de la mayor parte de los humanos, la que respira siglos de soledad y ancestral recuerdo, la que es reposo de las aves y de las estrellas del cielo.
Las moles del Cocodrilo se recortan entre el cielo y la tierra.
Puede comenzar a sonar Paganini cuando fijamos la vista en las moles del Cocodrilo que aparecen como un ballet ante nosotros, las Nieves se perfilan con alguna rapsodia de Liszt. Continúa la trabajosa ascensión, siempre es esforzado el avanzar para conseguir objetivos deseados y llenos de luminosa felicidad. La Aguja del Sultán mira impávido nuestra lenta subida. Por el angosto Collado de la U salimos al amplio rellano del Collado de la Ventana donde también se habla de los Canchos del Colmenar o los Riscos de la Miel. Antaño acaso estuvo dominado por colmenas, hoy las abejas retozan entre romeros, retamas y enebros mientras alguna cabra pasta ajena a nuestro sudoroso respirar sentados al cobijo de alguna sugerente roca a la que no ponemos nombre.
Collado de la Ventana con el Cerro de los Hoyos.
La vuelta por la senda clásica nos permite recordar con veneración a Casiano del Prado uno de los pioneros de estas rutas que hoy recorremos dibujadas con precisión en la utilidad de los mapas, para recordar las fechorías de de Paco el Sastre y su banda de forajidos escondidos en estos riscos intrincados de difícil búsqueda. Para acordarnos de la paz que deja en el espíritu humano esta ensoñación de la Pedriza de Madrid.
Javier Agra.
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