¡Oh!, sí, conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita,
me habéis llegado al alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella?
“CAMPOS DE SORIA” ANTONIO MACHADO
Estamos en San Esteban de Gormaz. El puente sobre el Duero era paso natural para unas y otras tropas, desde la altura del castillo se divisaba en lontananza el movimiento de los ejércitos de uno u otro signo; allí frecuentes refriegas y asedios, allí numerosas derrotas y triunfos.
El castillo de San Esteban de Gormaz, del que solamente queda la amplitud de esta pared de muralla que aquí veis, fue el más extenso de toda la frontera entre los dos reinos, sufrió numerosas batallas y pasó a pertenecer alternativamente a los dos grandes ejércitos –musulmán y cristiano– durante más de doscientos años.
Tiene San Esteban de Gormaz su propia leyenda, la del caballero cristiano Fernán Antolínez, con el sobrenombre de ¡Pascual Vivas! Narrado en las Cantigas de Santa María (LXIII) de Alfonso X El Sabio. Un día que iba a entrar en batalla a las órdenes del Conde García Fernández pasó previamente a escuchar misa en el convento de Nuestra Señora del Rivero, tan absorto quedó en sus oraciones durante tanto tiempo que cuando salió ya había tenido feliz desenlace la batalla. Pensando él que sería tildado de timorato por no haberse presentado en el campo de la guerra, resulto que todos lo aclamaron como héroe vencedor al grito de: ¡Viva, por tu heroica pelea hemos tenido feliz día de Pascua! y le presentaron sus armas magulladas de tanto repartir mandobles al enemigo. Había sido un milagro de Santa María, que peleó en su lugar mientras él oraba.
Desde el otero del Castillo, contemplamos el Puente sobre el Duero y las llanuras sorianas de San Esteban de Gormaz.
Por aquí pasa en la actualidad “El Camino del Cid” que siguió esta ruta en su marcha cuando fue desterrado de Castilla. San Esteban de Gormaz es un lugar de leyendas, de pasado, allí se celebraron en mil ciento ochenta y siete las primeras Cortes de Castilla, y de presente. Llegados a San Esteban de Gormaz ya estamos en las tierras del renombrado vino del Duero.
Plácido y sosegado avanza el Duero hasta Aranda de Duero donde recoge las aguas que bajan desde la sierra de Huerta del Rey entre pinos y enebros donde beben ardillas, perdices y buitres y desde Clunia habitada por los arévacos antes de que Roma la hiciera gran ciudad y nudo de diferentes vías de su comunicación, recogidas en el Arandilla.
Santa María la Real de Aranda de estilo gótico. En su portada destacan los cuatro Santos Padres de la Iglesia de Occidente: San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín, San Gregorio Magno.
Aranda de Duero tiene pasado romano, medieval, renacentista; sus numerosas bodegas subterráneas construidas en el Medievo para albergar el vino constituyen un presente de cultura y turismo. Aranda está muy vinculado a la literatura y en el cine, Larra vivió aquí algún tiempo durante su juventud, Pio Baroja nombra la ciudad en diferentes textos de sus obras. En Aranda suenan los versos de Rafael Alberti en “La amante”: “¡Castellanos de castilla / nunca habéis visto la mar! ¡Alerta que en estos ojos / del sur y en este cantar / yo os traigo toda la mar! / ¡Miradme, que pasa el mar!”
Continúa el Duero recorriendo estas tierras de vino, literatura y misterio para llegar a Roa de Duero y recoger poco antes algunas aguas que llegan desde las sierras de Segovia por el río Riaza. En Roa tiene su sede el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Ribera del Duero en un precioso edificio del siglo dieciséis donde estuvo el Hospital de San Juan Bautista.
Aquí otro poema de Alberti en “La amante”: “Otra vez el río, amante, / y otra puente sobre el río. / Y otra puente con dos ojos / tan grandes como los míos.” También Camilo José Cela escribe en “Judíos, moros y cristianos”: “Entonces la historia de España era como un puchero que hervía, y Roa fue uno de los garbanzos más traídos y llevados”.
Peñafiel de calles empedradas y sabor a historia, germen de los vinos Ribera del Duero; desde su castillo compuso el infante don Juan Manuel “Cuentos del conde Lucanos”, por aquí resuenan textos literarios de Miguel Delibes. Recibe las aguas del río Duratón que desde Somosierra lleva la mística de lugares de ensueño, los primeros vuelos de los buitres en sus peñascos…
Javier Agra.
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