El Duero corre, terso y mudo,
mansamente.
El campo parece más que joven, adolescente.
Antonio Machado en “Soledades”
Puente medieval de Piedra de Soria. Aquí se cobraba el pontazgo para entrar a la ciudad, aquí contemplaba el sereno Duero reyertas y pendencias, aquí despertaban sus aguas lamentos de enamorados, aquí conversaciones ociosas unas veces y de negocios varios en otros momentos.
Bajando hacia SORIA, el Duero suena a mitología y eternidad, a leyendas y poesía entre los álamos del río y las aves de sus orillas. Manrique el personaje de “El rayo de luna” de Bécquer permanecerá para siempre entre la arboleda y los puentes, entre las peñas y los sueños. Y Machado con su multitud de poemas a Soria, su tierra y su río, como este titulado “A Orillas del Duero” en “Campos de Castilla”:
Veía el horizonte cerrado por colinas
oscuras, coronadas de robles y de encinas;…
cruzar el largo puente, y bajo las
arcadas
de piedra ensombrecerse las aguas plateadas
del Duero.
El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y de Castilla…
Sale el Duero lamiendo historia por San Juan de Duero y la ermita de San Saturio, lugar donde vivió con austeridad y silencio el santo patrono de la ciudad durante treinta años. Lugares de sosegado recogimiento y de sonidos de antiguas guerras cuando las órdenes de caballería sembraban tierras y repartían mandobles. El Monasterio de San Polo más vivo en el recuerdo por Bécquer y su “Monte de las ánimas” que entre las pobres piedras que esconden gemidos y sueños de un pasado literario, además del templo del mismo nombre donde resuenan ecos templarios de antaño entre los musgos de siglos y las hiedras de recuerdo y eternidad.
Cerca aún de Soria, pasada la ermita de San Saturio, el Duero se hace cadencia de silenciosa multitud en el Embalse de Los Rábanos, que ha respetado al pueblo del que toma nombre, a sus monumentos entre los que se cuenta la leyenda de la ermita de la Virgen de Sinova, así llamada porque se apareció a poco más de un kilómetro y pretendían trasladarla a algún lugar sagrado del pueblo; cuentan que ella repetía sin descanso: ¿Y si no va? De modo que allí tiene su ermita y su festejo cada ocho de septiembre, fecha en la que se celebra el nacimiento de María la Virgen en diversos pueblos de la península. También se puede visitar el yacimiento prehistórico de la Cueva del Asno.
Estoy en la Cumbre del Moncayo. Fotografía rescatada de mis recuerdos. Podría hablar de Bécquer y el Monasterio de Veruela donde escribió “Cartas desde mi celda” que leí profusamente en mi juventud; podría escribir sobre las excelencias de Tarazona…
Mi corazón mezcla el aria “Alto Giove” (Alto Júpiter) de la ópera Polifemo compuesta por Nicola Porpora (Nápoles 1686 – 1768) con el río que canta nostalgias del Urbión al alejarse, canta la grandeza de las tierras que recorren sus aguas en busca del mar. Entre arrugas, llanuras y oteros el Duero entra en Almazán, mientras recibe las aguas que bajan por el río Araviana, más conocido por la magia de su nacimiento en la falda del literario y mitológico Moncayo antes de desaguar en el Rituerto que agrupa en su cauce las aguas de la sierra del Madero, ríos que en otros tiempos tuvieron molinos, truchas y otros alimentos para las gentes de las poblaciones cercanas.
Al sonido de trompeta antiguas, entra el Duero en Almazán donde nació mediado el siglo doce la Orden de Caballería de Calatrava con Sancho III de Castilla, para defender y expandir la frontera sur de Castilla. Sueña recuerdos del ferrocarril que recorrió entre Valladolid y Ariza durante cien años en busca de prosperidad y cercanía. ¿Tiene futuro turístico, cultural y deportivo? Almazán tiene su canal de regadío desde hace cincuenta años para hacer fértil la aridez de esta tierra castellana.
El Castillo de San Esteban de Gormaz está en la actualidad en estado de ruina. En su único muro suenan canciones y bailes de antaño. Sus piedras conservan amores y guerras de otros siglos.
El río Ucero trae al Duero sus aguas y las que le entrega el río Lobos con recuerdos medievales y literarios. Más allá recoge la escasez de agua que en el río Mazos baja de la Sierra Llana de y la de san Marcos carcomida por los vientos y por los siglos de existencia. En estos terrenos de variedad vegetal y de cereal, camina entre el sosiego y los recodos hasta asomarse a San Esteban de Gormaz recogido por las llanuras de Castilla y el castillo construido por los califas y en largas disputas con las huestes castellanas.
Javier Agra
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