martes, 23 de septiembre de 2025

CAMINO DE SANTIAGO DÍA 8 AGUILAR DE CAMPOO – CERVERA DE PISUERGA


Llegamos a Aguilar de Campoo muy avanzada la mañana, de modo que comenzamos a caminar unas horas más tarde lo acostumbrado y de lo aconsejado para llevar a feliz término nuestro deseado camino. Luce el sol cuando dejamos la Plaza Mayor y el Castillo allá en lo alto y emprendemos la ruta pasando por el antiguo Monasterio de Santa María la Real, hoy instituto de Enseñanza Secundaria.


Este edificio fue el Monasterio de Santa María La Mayor.

Los pies ligeros y el ánimo desbordante acompañan a los dos peregrinos por el Paseo de los Cinco Caños junto a un amplio y cuidado parque hasta llegar a la presa del embalse que entró en servicio el año mil seiscientos sesenta y cuatro en el río Pisuerga; en este embalse tiene Aguilar de Campoo su playa y su puerto deportivo pues ambas prácticas están permitidas y cuidadas. Cuatro pueblos fueron sumergidos bajo sus aguas, gentes trabajadoras de aquella tierra ganadera que comenzaban a emigrar como tantas personas durante aquellas décadas y que no tuvieron, por mor del pantano, otra alternativa sino cargar sus pertenencias, cerrar la puerta con una llave que nunca volverían a utilizar y salir entre lágrimas valle adelante.

Superamos la altura del embalse por una escarpada escalera de madera y tierra entre pinos frondosos. Frente a nosotros apareció deslumbrante la montaña palentina con nombres conocidos de otras ocasiones cuando nos dimos la mano, los pies y el sudor por sus laderas y sus altas cimas: el Espigüete (2450 metros), el Pico Murcia (2352 m.), el Curavacas (2524 m.) más a nuestra derecha.


Necrópolis de Santiuste a la salida de Corvio.

Ligero descenso entre el sol y las aves voladoras, entre pinos y praderas, hasta llegar a Corvio, pequeña localidad que acaso no llega a la decena de habitantes. Nos detenemos un instante ante su interesante templo románico dedicado a Santa Juliana, no lo pudios visitar en su interior por no encontrar a nadie que nos dejara la llave (adelanto que en la mayoría de los pueblos no pudimos visitar el interior de los templos por la misma razón).

Inmediatamente después de la última casa, un letrero, que marca la dirección del Camino Olvidado, indica también la cercanía de una necrópolis a la que llegamos acaso cuatrocientos metros más allá sobre un pequeño altozano. Visitamos las impresionantes y ancestrales tumbas excelentemente talladas en la piedra. Como un canto de serenidad y de paz, de aceptación de la muerte necesaria después de haber luchado y gustado la vida, el Réquiem de Fauré (Pamiers 1845 – París 1924)  resuena en mi corazón llenando la amplia meseta sobra la que se extiende la necrópolis; cuentan que hubo una ermita entre los siglos VIII y XI de la que solamente se conservan estas magníficas tumbas de Santiuste.


En Matamorisca, descansamos un momento en la Fuente del avellano. El edificio del fondo es una antigua casa de labranza hoy transformada en centro de Yoga y meditación oriental. Entre los árboles más alejados, un altozano con el templo de San Juan Bautista.

El camino sigue por parajes solitarios hasta Matamorisca con una interesante portalada en su iglesia elevada sobre un cerro dedicada a San Juan Bautista; nos cuentan que hasta los inicios de septiembre estuvo abierta al público turista pues es de un interés especial por su construcción y su imaginería, de nuevo nuestro paso fue tardiego (así dice en Aliste a llegar tarde, en general; no solamente a alguna acción que se realiza por la tarde). Más allá Salinas de Pisuerga y su puente medieval, nos pareció una muy cuidada población. Aquí pudimos reposar y conversar un rato con las personas que estaban en el bar a esta hora de la partida de cartas.


Aquí estamos, paseando el atardecer por las calles de Cervera de Pisuerga.

A nuestra izquierda queda el río Pisuerga mientras caminamos sudorosos y felices hasta Barcenilla donde admiramos una esbelta torre en su templo de Nuestra Señora de la Asunción; más allá Quintanaluengos que fue municipio independiente hasta mil novecientos setenta y cuatro, aquí detenemos nuestros pasos un instante ante un palacio barroco; después Ligüérzana que tiene una casa blasonada, con músicos indígenas, mandada construir por “Domingo Beléz Cano” según la inscripción que acompaña (así es, Vélez está escrito con B; era otro tiempo).


Me apetece mostrar la Biblioteca Municipal, con Pepe concentrado en la lectura.

Nos acercamos a ver el eremitorio rupestre de San Vicente antes de entrar en Cervera de Pisuerga con sus palacios blasonados, museos, casonas, templos y ermitas, pero sin Albergue de peregrinos por lo que tuvimos que pagar “un precio” para alojarnos. Para descansar, después de una breve comida a altas horas de la tarde, pasamos un par de horas leyendo con sosiego en su cuidada y preciosa biblioteca municipal.

Javier Agra.

 

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