Entre la épica, la
fantasía, la aclamación o la persecución, siempre habíamos conocido la vida cenobítica
de personas solitarias cuyo destino y lugar de vida era la montaña y su
misterio. En nuestras tierras se plasmó de muchos modos y después del mil
novecientos treinta y nueve de un modo doloroso por violento y obligada
subsistencia. La vida dura de los maquis fue una continuación entre la búsqueda
y la necesidad.
Cueva del Maquis
Cerca de Mataelpino,
en la Sierra de los Porrones de la Pedriza de Madrid está la Cueva del Maquis.
Durante algunos años fue escondite de un grupo de cinco guerrilleros, parece
que eran cinco, en torno a Adolfo Lucas Reguilón conocido como “Severo Eubel de
la Paz”, el vivac de su refugio se conoce como Cueva de la Paz. Este citado
maquis estuvo condenado a muerte, la pena conmutada por treinta años de prisión
y finalmente salió en libertad condicional en el año mil novecientos setenta y
dos, murió en mil novecientos noventa y cuatro después de escribir sus memorias
por las que conocemos parte de sus acciones en diferentes momentos de su vida.
Llegamos,
pues, a Mataelpino y caminamos calle adelante en paralelo a la sierra de
nuestra izquierda hasta alcanzar la continuación ya con suelo de tierra, tras la
última edificación tuerce el camino cuesta arriba por su pared trasera y, de
inmediato, vira nuevamente a la derecha. El camino ya estará claro
constantemente. A la derecha dejamos un
pilón-abrevadero. Continuamos el amplio sendero, a nuestra izquierda, al fondo de
la sierra, culminan las cumbres en la Maliciosa.
En algún lugar de nuestro viaje nos
detuvimos un tiempo para contemplar la nobleza viajera de este buitre que se
plantó sobre una alta roca para contemplar nuestro paso hacia la cumbre. Ahora,
amigos lectores, juguemos nosotros y, en conversación, con el airoso buitre
pongamos alguna palabra a su pensamiento. ¡Decidme las palabras del brioso
buitre!
Otro desvío y nosotros a la izquierda como dicta el
sentido común para no alejarnos de la cuerda montañosa; por una de las diversas
salidas hacia nuestra izquierda encontramos marcados hitos por la Colada de las
Covachuelas hasta una peña suficientemente grande coronada por una barra de
hierro como para ser divisada desde la distancia; un par de metros más adelante, cuando parece que empezaremos a
bajar hacia el Descendedero de las Covachuelas, apunta el sendero montaña arriba
en dirección al Alcornoque centenario en el Cancho del Espolón, guía segura de
nuestra ruta.
La vida es un escondido sendero que hemos de descubrir
y, no pocas veces, improvisar entre matorrales siniestros y resplandores de
intuición. Hasta ahora la vegetación está enmarañada entre zarzas, helechos y
matojos diversos. Unos pasos con dificultad nos traen al pensamiento aquella
dureza de la vida por diferentes circunstancias.
Los maquis de la cueva que vamos buscando subieron hasta su refugio una pequeña
imprenta y sus necesarios útiles para imprimir propaganda, pues parece que su
intención fue siempre difundir ideas de libertad y nunca tuvieron acciones de violencia
y sangre.
Tronco quemado
Entre dificultades
menores y majestuosos pensamientos llegamos al tronco quemado por un antiguo
rayo, tronco que hoy es otra flecha apuntando al cielo de la Sierra de los
Porrones en la Pedriza de Madrid para que ningún montañero pueda decir que
pierde las referencias. Los buitres entonan salmos de vida en el cielo vestido
de nebulosa esta mañana de octubre, posan su volumen sobre la roca como si
quisieran premiar a los montañeros con una visión de su majestuoso corpachón.
Ocho brazos,
cinco metros de diámetro después de salir de una angostura de piedra resquebrajada
por los hielos y los siglos. El alcornoque centenario espera desde hace mucho
tiempo que los humanos seamos capaces de superar nuestras diferencias por
senderos de convivencia. Roquedo y alcornoque se fusionan en abrazo de
imborrable presente, nace la vegetal vida de entre las entrañas duras de la
roca, se abre paso en la dificultad y se ha constituido en árbol vivo para el
futuro. La vida pone ante nuestros ojos ejemplos de fortaleza, convivencia,
paz, libertad. Ánimo, es posible.
Desde la puerta de la Cueva, con respeto y esperanza.
Siempre hacia
arriba, pocas trepadas más nos quedan. Se amplía la visión frente a nosotros con
la montaña mostrando su gloria de luz y vuelo hacia un cielo abierto y libre.
Allí mismo, escondida en las rocas de nuestra izquierda está escondida y expectante
la Cueva de la Paz, Cueva del Maquis, cueva de recuerdo y respeto hacia muchas
personas que construyeron con su vida y su actuación la búsqueda de una
sociedad mejor para todas las personas y la naturaleza toda.
Javier Agra
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