Estrellas blanquecinas
en el nuboso cielo.
Apunta el amanecer en
el horizonte. Las siluetas de las cumbres del Guadarrama llaman aldabonazos libres
a las puertas de la aurora, cuando los montañeros están calzando las botas en
el aparcamiento de Cotos bajo las estrellas y el alba.
Entre los pájaros y el
entusiasmo, los montañeros caminan montaña arriba por la Senda del Batallón
Alpino; han ido tantas veces que saludan a cada pino anciano de los recodos del
sendero; los pinos abren dentro de mí racimos de sentimientos, mientras camino
aumenta la sensación de seguridad en mi corazón y en su futuro. Algunos metros
atrás sonó el altímetro los dos mil de altitud cuando el pinar termina en un
amplio tronco con su círculo amarillo que hace tiempo indica a los montañeros
que están caminando una senda local.
Cercanos ya a Peña
Citores los montañeros se detienen a contemplar el amplio espacio desde la
Cuerda Larga hasta Peña Citores, una segunda fila enseña el Monte Abantos y las
cumbres del Escorial, allá lejos Gredos dibuja fondos blanquecinos de nubes e inmensidad.
A nuestra derecha Dos Hermanas y Peñalara se entretienen contando nubes. Los
montañeros saben que han de seguir por esta planicie entre los matojos y los
hitos.
Las nubes están
cercando nuestra marcha. Los montañeros confían en el futuro y aún en su pericia.
Los hitos son montículos levantados con mimo para guiar a los pocos montañeros
que cruzan este espléndido paisaje donde reinan los latidos de la paz, donde la
montaña navega entre abrazos de brezo y lirios, entre filamentos de agua y
cantos de aves sin clasificar.
Cruzamos un sendero que sube de la Majada Hambrienta para llevar a los montañeros a la cima de Peñalara. Los montañeros la seguimos para descender, nuestro objetivo es el Chozo Aranguez en este hermosísimo espacio sin edad, este amplio espacio que quiere marchar con nosotros para visitar sus sueños más allá de las montañas y del mar, este amplio espacio que conserva latidos mezclados de aves, animales, personas impresos en sus venas verdes desde hace millones de años.
Cruzamos un sendero que sube de la Majada Hambrienta para llevar a los montañeros a la cima de Peñalara. Los montañeros la seguimos para descender, nuestro objetivo es el Chozo Aranguez en este hermosísimo espacio sin edad, este amplio espacio que quiere marchar con nosotros para visitar sus sueños más allá de las montañas y del mar, este amplio espacio que conserva latidos mezclados de aves, animales, personas impresos en sus venas verdes desde hace millones de años.
A nuestros
pies está la Majada Hambrienta. Después de haberlo visitado, identifico en la
fotografía el Chozo Aranguez, la ladera que subiremos después, el Collado de los Neveros
por el que pasaremos hacia la Laguna de los Pájaros, el Pico de los Neveros. Pero
eso formará parte de un segundo capítulo que espero mandar a esta mi imprenta
en breves días Solamente añado, amable y paciente lector, que la escasa nieve
que aparece dibujada no nos obligó a utilizar los crampones que llevábamos en
la mochila como diligentes y precavidos montañeros.
Javier Agra.
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