Saludamos al Arroyo de
la Gargantilla. En cada ocasión varía su musicalidad de agua, hojas y aire;
renueva su escenografía de luz y verdor. Siempre repetimos la coreografía de ascensión
con el arroyo a nuestra derecha. Trescientos metros sendero hacia arriba hasta
encontrar una bifurcación; nos dirigimos por otro amplio sendero que sale a
nuestra izquierda hasta encontrar la Fuente de Bellver Marqués.
Enseguida la ascensión
se hace más empinada; el pinar pierde fortaleza y nos entrega un claro para que
nuestra subida hasta el Peñoncillo se llene de claridad, se agrande el monte,
se dilate la visión. Hoy también continuamos hasta la cueva, su interior tiene
igual temperatura en las diferentes épocas del año que la hemos visitado;
repetimos como un rito el tiempo de reposo a su boca, el descanso de
conversación y de silencio, el momento de fotografía y de sonrisa.
La cumbre.
Las cumbres son siempre
apogeo gozoso de los senderos de la vida.
El descenso fue una
invención continuada. Aquí podemos intentar caminos nuevos, no existe ningún
riesgo cuando la visión es absoluta y el lugar al que llegar está muy
visualizado. Así cruzamos senderos y rutas diversas hacia variados objetivos.
La montaña es la misma vida llena de senderos y de opciones que parten de un
lugar común y a él regresan después de saltar peñascos tal vez descocidos,
acaso desacertados, siempre elegidos por los montañeros que hacen la ruta de la
vida.
Cerca del Collado de la Gargantilla está la Fuente de Juan Bellver, adecentada
con un cuidado mimo para que los animales encuentren siempre agua a recado.
Hemos dejado el
pedregoso camino de descenso utilizado en anteriores ocasiones para adentrarnos
a media ladera del Cerro de Arteseros en busca de nuevas fuentes y chozos
viejos. El pinar es sosiego y belleza, el suelo de vegetal hermosura tiene
canciones de mansedumbre y fortaleza. Durante un buen trecho llaneamos montaña
adelante entre los silbidos suaves de las aves. Así llegamos a la Fuente de
Lavacoñitos.
La Fuente de
Lavacoñitos en un plácido sendero, mantiene un hilo de agua en este otoño seco.
Diversos senderos, ramales de la vida y del tiempo salen acá y acullá. Los montañeros avanzamos por el horizontal Camino de los Ingenieros entre la brisa soleada, los pinos inmensos, la frescura verde del suelo, entre los helechos y los cantuesos hasta llegar a la última de nuestras fuentes: Peña Morena.
Fuente de Peña Morena. Hasta aquí llegan los coches. Aquí termina el sosiego montañero. Estamos pisando el sendero que aún conserva el antiguo asfalto. Miramos a los pinos, conversamos con los árboles y con el viento. Muy cerca está el coche que nos trajo y nos llevará de nuevo a nuestros hogares.
Javier Agra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario