Me siento libre
para conversar sobre teatro en un blog de montaña.
El teatro es una
montaña alta que nos construye de nubes y poemas voladores, nos impregna en
barro y tierra de labranza, nos entronca con la corteza vegetal y con la luz
del más allá.
Vista de una parte del pueblo de Navarrevisca.
Además tengo
ocasión de presentar al cálido pueblo de Navarrevisca en Ávila. Cercano ya a
Gredos, salta su nombre entre montañas de vegetación y matorral vivaz y
entretenido; entrega armonía y calma a los corazones fatigados por los palos de
la vida; cuando estamos hartos de cosechar herrumbre y tristeza, ponemos el
corazón en las laderas de estas montañas y se llenan de ramaje vivo y musical.
Pase primero a saludar a los Toros de Guisando.
Temprano
llegamos al local de representación, un local que bien pudo caerse y perder
para siempre su nombre en el olvido; sin embargo fue acariciado por la voluntad
de servir al pueblo reconvertido en nave de variado navegar. Allí hacemos
teatro, allí cantan, allí exponen, allí…
Y antes,
mientras llega la hora de representar, me acerco hasta su arroyo que está
buscando al Alberche para entregarle su caudal de otoño, para entregar el baile
amarillento de sus chopos, la palidez poética de sus alisos, el cobre azulado
de los robles que baten las huertas entre el aire y la plata vegetal.
Sobre nosotros
las cumbres, a veces roca a veces verde bosque, llaman a los pueblos vecinos a
la paz; quien visita estas vivas laderas entona sosiego, brinda calma, aprende
fortaleza, entre colores, silencios, dulce mirada, canto de la naturaleza que
llega al alma por acequias de siglos.
Por cierto,
representamos una divertida obra de teatro de Nicolai Gógol, “El Casamiento”.
Nos sentimos muy cómodos sobre el escenario, el público se divirtió y aplaudió
nuestra entrega. Cuando terminamos y salimos, los nogales cercanos ponían en la
tierra brillos verdes de estrellas del cielo.
Javier Agra.
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