Pocas ventajas puedo
señalar de no tener casa.
Seguramente de
esa carencia resulte la posibilidad de ir de acá para allá sin otra
preocupación que gozar del viaje y de los diferentes lugares a los que va
llegando el desposeído viajero.
Así me encontraba
yo en Edinburgh.
Ciertamente ni
aún esos días estaba yo desesperado ni temeroso, pues tenía la referencia de un
Holster apalabrado con anterioridad a mi viaje.
En la arteria de la Milla Real de la vieja ciudad de Edinburgh se
eleva esta belleza para la contemplación y la meditación, es la catedral de Saint Giles.
Pero un Holster,
es para dormir y descansar. De modo que, las más de las horas, las pasé al aire
entre el sol y la lluvia en la belleza de los rincones de esta ciudad de
sueños, prosperidad, leyendas, avances…
La Gran Iglesia
de Saint Giles es el templo de referencia de Escocia. Nosotros la llamamos
catedral, la Iglesia de Escocia no tiene esa nomenclatura. Desde el siglo doce
espera siempre a los viajeros con las puertas abiertas y las vidrieras
encendidas; muchas horas suena el órgano para deleite de quienes se sientan en
el sosiego de su iluminada penumbra.
Las vidrieras de todas las catedrales son una catequesis bíblica y una lección de historia
que entretienen y educan durante largo tiempo.
Continúo con
lentitud para disfrutar con cada palpitación del corazón la respiración de la
ciudad. Me siento en Elephant House, entre estas mesas nació Harry Potter a
través de la pluma y el tiempo. Continúo en la búsqueda de Lady Strair’s Close,
bajo las escaleras para llegar hasta el Museo de los Escritores de Escocia;
pero las bajaría y volvería a subir por el placer de adentrarme en siglos
pasados entre sus silenciosas y bellísimas plazas.
Entrada al
Museo de los Escritores de Escocia.
Al final de la
calle, el Castillo plantea al viajero siglos de luchas y de gloria, de pactos y
de peleas. Gran Bretaña ha hacho un camino posterior de siglos de paz y
cultura; ahora ofrece teatro, música, creación, prosperidad… El Castillo se
levanta en una colina de origen volcánico; por las noches las hadas conversan
susurros de viento entre las almenas y las ramas de la arboleda, durante el día
los viajeros y los habitantes de la ciudad pasean entre la calma y los sorbos
lentos del café cálido y familiar y conversan sobre si es mejor visitar sus
salas antes de graduarse, si conocen el destino oculto de la piedra del destino
o cualquiera de las diferentes anécdotas o leyendas de la sugerente y mágica
ciudad.
Explanada
del Castillo, preparada para un acontecimiento musical.
Desde las
altas almenas del Castillo de Edimburgo, la ciudad extiende su magia. Desde las
escaleras, los habitantes de este mundo sabemos mirar a la tierra y disfrutar
sosiego y libertad.
De entre las muchas
posibilidades de paseo por esta belleza, me siento un momento en una librería
de segunda mano a disfrutar añosos volúmenes en un idioma del que me siento
ausente; las letras y el tacto me permiten disfrutar en medio de tanto libro
antiguo. Salgo a las calles, elijo un área menos transitada y entro en
Greyfriars Cemetery. Bajo los árboles, diferentes personas pasean o leen,
mientras busco el mausoleo de Mackenzie; su fantasma ya no asusta con encerrar
a los visitantes, ahora espera y conversa, tal vez el tiempo le ha convencido
de la necesidad de libertad y de paz.
Mausoleo de
Mackenzie en el Cementerio de Greyfriars.
Va cayendo la
tarde y yo, que no tengo casa pero sí una habitación en un Holster de Edimburgo,
paseo nuevamente por sus calles camino de una habitación relajada donde pasar
la noche.
Javier Agra.
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