La marcha de esta
mañana de enero, bien pudo haberla pintado Joachim Patinir, belga que vivió
parte de la segunda mitad del siglo quince y de la primera mitad del dieciséis.
Este pintor flamenco deja extasiado con la exquisita vista de sus paisajes y la
fortaleza de su pintura religiosa.
Desde la Barranca
parten múltiples caminos para sentirse montañero, para hacer breves recorridos
o para admirar la naturaleza sin necesidad de ponerse botas y mochila. Esta
mañana de enero los primeros montañeros nos saludamos y nos dispersamos por
diferentes senderos de la Sierra; nosotros Senda Ortiz adelante entre el
silencio vegetal, llegamos hasta el Antiguo Sanatorio del Guadarrama con el
cielo limpísimo y la tierra brillante de luz y de vida.
Como en un sueño
del pasado llegamos al lugar del Antiguo Sanatorio del Guadarrama.
El camino asciende
levemente entre palabras añosas de viejos pinos y de aves fugaces, nuestro
lento caminar se ve sorprendido por el paso de un ciclista que nos saluda entre
la sonrisa por la magia del lugar y la mueca del esfuerzo; también para los
ciclistas, la montaña es lentitud y sosiego, constancia y fortaleza. Llegamos a
la llanada del Mirador de las Canchas. Los montañeros hacemos una parada, más
necesaria para el asombro que para el descanso.
Estamos en el Mirador
de las Canchas. ¿Cómo no vamos a soltar el alma y los sentidos todos ante esta
belleza? Como la quilla de un ave gloriosa, destaca el brío poético de la
Maliciosa.
Nuestro caminar
continúa sereno por la Senda de la Tubería. Es este sendero uno de más bellos
recorridos por la Sierra, a media ladera bajo la Cuerda de las Cabrillas, de
sereno ascenso sobre un suelo de fácil caminar. Las vistas son hermosas en todo
momento. Los montañeros disfrutan de la mutua compañía, de la suave
conversación, del silencio, del piar relajado de multitud de pájaros.
Frente a nosotros, como
si hubiera sido suavemente posada sobre
la ladera, la Peña del Cuco muestra un lugar de sosiego para la convivencia de
aves y animales de diversas especies. La brecha que parte monte arriba en dos laderas
nuestra vista, es la Garganta del Infierno que hemos recorrido en diferentes ocasiones
en subida o en bajada.
Senda
de la Tubería adelante, observamos la Peña del Cuco, la Garganta del Infierno y la Bola
del Mundo allá en la cima.
Paso a paso llegamos al
collado del Los Emburriaderos donde la nieve ha conseguido asentarse por algún
tiempo estos días en que el invierno nos esquilma la nevada. Aquí nos encontramos
diferentes grupos de montañeros llegados con la sonrisa puesta desde diferentes
caminos. Contemplamos la pausa del tiempo que se ha quedado en la geología y la
vida, en el esfuerzo de la piedra, en la brisa y la retama. Hacia aquí la Bola
del Mundo y la Cuerda Larga, en aquella dirección el Montón de Trigo y la
Pinareja, por doquier la quietud silente y luminosa llevan el pensamiento del
montañero en vuelos de brisas hasta el mar y las lejanas cordilleras, hasta el
susurro de otros siglos y el futuro libre de paz compartida.
Los seis
compañeros encontramos sosiego en el Collado de los Emburriaderos. A nuestra
derecha la brecha de la Garganta del Infierno; montaña arriba numerosos grupos
de montañeros buscan el Alto de Guarramillas o Bola del Mundo.
Después será el
descenso. Todavía otra parada para compartir la fruta y la palabra. Pasamos por
la Fuente de Mingo antes de llegar de nuevo al coche que nos traerá a Madrid
con el espíritu sosegado y el ánimo emburriado, empujado hacia adelante
siempre, empujado y fortalecido.
Javier Agra.
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