Los primeros siglos del
idioma español vieron nacer numerosas canciones SERRANAS y pastoriles entre
nuestros autores. El Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita es uno de los
ejemplos más preclaros: La Chata será una mujer libre y de poderoso carácter con
la que nuestro autor se encontró en el puerto de “Malangosto”. Nosotros nos
proponemos realizar esta misma ruta.
Lugar de encuentro
de la Romería cerca de las Peñas Crecientes.
La mayor parte de las
aventuras de nuestro citado autor ocurren en el medio urbano; sin embargo cuenta
con animoso gracejo el encuentro con cuatro Serranas: la Chata de Malangosto,
Gadea de Riofrío, Menga Lloriente de Cornejo y Aldara de Tablada. A las cuatro
trata amablemente y aún desde la humildad, seguramente sabe nuestro Arcipreste
que las mujeres son grandes conocedoras del monte y además de estar en sus
dominios son valerosas y muy capaces de vencerle en cualquier enfrentamiento
con fuerza.
Las serranas serán
quienes le guíen en su andadura por la montaña. Además de conducirle por los
mejores caminos le alimentan, le dan cobijo y acaso algún regocijo compartido
de común acuerdo. Piden las serranas alguna paga material como trueque por su
ayuda, el Arcipreste se apresura a comprometerse en un pago aunque es menor que
el favor recibido. Presenta a las SERRANAS como mujeres hospitalarias, fuertes
y hábiles para vivir con cierta prosperidad en medio de las soledades antaño
llenas de peligros, las mismas soledades por las que hoy paseamos los
montañeros sin miedo.
Esta piedra cercana
a las Peñas Crecientes recuerda que este puerto fue un “inmemorial paso Ibérico”,
después la Calzada Romana XXIV y aquí cada año se celebra una romería en
recuerdo de la Chata de Malangosto y del Libro de Buen Amor.
Además de breves
canciones serranas populares donde los mozos que se adentraban en la sierra
quisieran encontrarse con una moza que les guiara, encontramos que Lope de Vega
(La Serrana de la Vera entre otras), Calderón de la Barca (Rosaura en La vida
es sueño), Tirso de Molina (Doña Juana de Valladolid en Don Gil de las Calzas
Verdes) o Cervantes (La Dorotea en la
Primera parte del Quijote) son grandes escritores con personajes femeninos que
se dedican a la vida en la sierra por unas u otras causas. El Marqués de
Santillana popularizó a la “vaquera de la Finojosa” hiperbólicamente hermosa en
su famosa quinta serranilla, con la que se encontró “en la frontera” acaso
entre las tierras cristinas y musulmanas, tal vez entre Castilla y Aragón.
Al pie del Puerto de
Malangosto se encuentra el Chozo de la Chata entre el verdor y el agua de una
incombustible fuente.
Acaso sea la Serrana de
la Vera el personaje más extendido y popularizado de estas mujeres de
incontable y formidable valor. Son diversos los autores que han dado forma
literaria a esta popular mujer agredida sexualmente por un capitán y del que
ella se tomó cumplida venganza. Vistiendo ropas y atuendos masculinos participó
en numerosos lances donde dio muerte a multitud de varones, allí donde Gila
Giralda daba muerte a un varón colocaba una cruz que era su señal y también una
oración por el difunto. Lope de Vega,
después Vélez de Guevara inmortalizaron a esta mujer que sitúan en Garganta de
la Olla donde cada año recuerdan el acontecimiento durante varias jornadas con
diferentes actos.
Sea como fuere, las
SERRANAS son mujeres insatisfechas con la sociedad en que viven, transgresoras
porque quieren construir una relación diferente entre las personas desde la igualdad,
la libertad, la paz que sean para todo el género humano.
Javier Agra.
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