domingo, 17 de septiembre de 2017

CASTRO VALNERA: LA CUMBRE



Collado de La Piluca con el Valnera al fondo.

El Castro Valnera se va ampliando a medida que lo rodeamos y nos acercamos. Es una inmensa montaña llena de abrazos, emociones, vegetación, entusiasmo, vida. Estamos llegando al Collado de la Piluca, sale a nuestra espalda un sendero que llega hasta el Pico de la Miel. Lo admiramos y continuamos la marcha; palpitan los corazones de los montañeros por la emoción y también por el esfuerzo necesario para llegar a contemplar estos paisajes soñados por Jose desde que estudiaba estas montañas en la escuela a los diez años.

Delante de nosotros asoma ahora la cima misma del Castro Valnera. Durante nuestra marcha ya no lo perderemos de vista, pero aún nos falta un buen camino por recorrer. Es inmensa esta montaña. Nos extasiamos mirando hacia los valles de Cantabria; dispersos como estamos, admirando diferentes rincones de este amplio Collado, nos acercamos a Jose que sabe de memoria los nombres, los lugares que contemplamos desde esta altura.

El valle del río Miera. Sobre este valle me explica Jose que es de origen glaciar, que sobre él ya habló Pomponio Mela en el primer siglo de nuestra edad, que llega hasta la bahía de Santander. Al fondo se adivinan sus playas, el mar… los busardos ratoneros y los murciélagos del valle recogen nuestro asombro, se lo entregan a las gaviotas, lo embarcan en algún invisible navío para trasladarlo mar adentro hasta otras tierras.

La Torca Verosa y la Muela.

Torcas y pozas, adornan este amplio Collado de la Piluca. Seguramente el mayor de ellos es la Torca Verosa ante el que nos detenemos un instante en nuestro caminar por el sendero que nos hará llegar hasta otro descansillo en el Collado de la Pirulera. Desde que iniciamos nuestro ascenso parece que subimos una inmensa escalera jalonada cada cierto trecho por un descansillo en forma de collado. Seguramente el Castro Valnera quiere asegurar que los montañeros nos detengamos de vez en cuando admirados, respetuosos, contemplativos.

Los montañeros ascendemos por una herbácea pendiente que se asoma al abismo.

El Collado de la Pirulera se levanta sobre unos cortados de varios cientos de metros que miran el Valle del Pas. Los montañeros ascendemos por una herbácea pendiente que se asoma al abismo. Cantabria y Castilla se encuentran en estas cumbres de Burgos, desde estas alturas se funden los nombres, se abrazan las tierras, se mecen emocionados los pueblos que han superado las fronteras donde habita el mismo aire.

La cima del Castro Valnera se dilata y agranda cuando los montañeros llegamos a su antecima. Burgos y Cantabria cabalgan por estas alturas mágicas entre el verdor y los siglos. En esta altura está escrita la libertad porque la lírica de la montaña es libertad sin pasaportes ni cristales de corrección, esta altura es un palomar de suspiros y corazones, es un viento de trinos dispersados en las mesanas de todos los veleros.

Estamos en la antecima. Al fondo espera la cima de Castro Valnera.

Más arriba de la cumbre los montañeros entramos en nuestros recuerdos y escribimos el presente desde aquel antiguo sueño de la escuela cuando teníamos diez años. El Castro Valnera acoge y escribe para los siglos eternos nuestras pisadas diminutas que forman la espuma silenciosa de los ojos de la humanidad entera, de las pupilas que miran lejos, más allá de las olas y las arenas, más allá de la piedra y del volcán, más allá del trébol y el castaño. 

Estamos en la cima del Castro Valnera. Cerrados los ojos, el corazón escucha el rumor del vuelo y los primeros cantos de los las aves, el latido de las hojas de los álamos en los lejanos valles, el suspiro del amanecer entre redondos rayos calientes. Con los ojos abiertos a la admiración, contemplamos valles caminantes hacia las llanuras y el mar, cortadas profundas donde anidan las águilas y la vegetación retuerce sus troncos en equilibrios imposibles, montañas lejanas de nombres aprendidos y crestas jugando entre nubes…

Sentados en la cima del Castro Valnera, galopamos con la brisa hacia los escondites del sol.

Javier Agra.



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