Valle del Bernacho visto desde el Collado de la Piluca.
Castro
Valnera es la montaña más elevada de la Cordillera Cantábrica de entre las
situadas al este de Reinosa, entre los puertos de Lunada y de Estacas de Trueba.
El sur pertenece a las Merindades de Burgos, el norte a Cantabria…
algo así fue lo que aprendió Jose, en la escuela, cuando tenía diez años. Pensó
entonces que algún día subiría a su cumbre. Jose se hizo mozo pensando en la
cima de Castro Valnera y más tarde se hizo montañero adulto con Castro Valnera
temblando en los latidos de su corazón.
Jose subió montañas más
altas y más lejanas…pensando cada cierto tiempo en el verdor y el inmenso
tamaño de Castro Valnera.
¡Vamos! – Me dijo una
madrugada.
¡Claro! – Contesté,
porque sé que los planes montañeros de Jose son siempre magníficos y acertados.
Inicio
de la marcha. El Valle del Bernacho se cierra allá arriba en el Collado de la Piluca.
Dormía aún Espinosa de
los Monteros, cuando iniciamos la marcha. Mi corazón palpitaba con mi propio
entusiasmo y con el entusiasmo de Jose alimentado desde que estudió en la
escuela esta montaña, cuando tenía diez años. En coche nos acercamos por la
carretera que va hacia el Puerto de Lunada, nos desviamos para llegar hasta las
inmediaciones de las Cabañas del Bernacho. El primer brillo de la aurora
bailaba en las gotas del rocío de estas inmensas praderas de verdor y fantasía.
Un
ligero descenso por la bien marcada senda nos dejó en las Cabañas del Bernacho.
Un grupo de
construcciones de antaño donde convivieron animales y personas durante los
meses de bonanza climática. Hoy, que la distancia y el tiempo se han reducido
por la velocidad de los coches, estas Cabañas han caído en desuso; están aquí
conversando con el tiempo y con los montañeros que aceptan este lugar como
punto de inicio de la marcha hasta la cumbre de Castro Valnera.
El valle del Bernacho
apenas apunta senderos entre la frondosidad de la hierba y la amplia foresta
con copiosas espinas. (Conviene tener en cuenta el detalle espinoso de la flora
de este valle por si pretendes aventurarte ¡oh venturoso lector! por estas
sendas en pantalón corto, como hice yo; no salí mal parado). Pared adelante, una vez superado lo más hondo del valle, encontramos la senda. Valle arriba, el
sol alumbra silencioso y constante el verde de la hierba, el verde de las
hayas, el verde de las gencianas y las anémonas, el verde las globularias. Colores
y brillos que llenan el corazón de asombro y de gozo.
Por
encima de las hayas, a lo lejos, contemplamos boquiabiertos el puente natural
formado por la roca. Detenemos extasiados el paso lento del tiempo, detenemos al
menos nuestra percepción global del mundo y admiramos la inmensidad de la
hermosura concentrada en una roca congelada en el tiempo, entre el brillo del
sol de la mañana y el instante expandido en el infinito.
Llegamos hasta el farallón rocoso.
Llegamos hasta el
farallón de rocas que corta nuestra directa ascensión sencilla de seguir,
tortuosa por el desnivel. La senda tuerce en ángulo recto hacia la derecha; rumores de arroyos y pájaros ponen melodía a
nuestros pasos camino del Collado de la Piluca.
Javier Agra.
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