El Camino de Santiago
desde Mondoñedo tiene dos caminos: el “difícil” y el “imposible” nos comentaban
las personas del lugar con quienes departimos en nuestro tiempo de sosegado
paseo por el espacioso pueblo. Al amanecer, los dos peregrinos decidimos
caminar por el señalado como difícil que es el más transitado.
El Camino de
Santiago en Galicia es una mezcla prodigiosa de caminos bien trazados, de
senderos cuidados, de bosques de diferentes especias, de praderas, de luz y
bruma, de sol y nubes…
La llovizna de la
madrugada extiende en Galicia multitud de olores en el amanecer, la neblina se
dispersa con la luz y la naturaleza entera brilla de matices y colores. Los
bosques suenan a vitalidad y emoción entre la llamada de las ciervas madres a
sus crías, el canto de los últimos gallos que esperan rezagados y pacientes el
paso de los peregrinos para comunicarles que estén atentos a la luz de la
mañana llena de bailes de hojas y ramas, de helechos y maizales…
Cerca de este
puente, en la soledad del soleado bosque, lejos de lobos y miradas humanas nos
bañamos en calidez de un pequeño río que aquí asoma.
Cuando parece que hemos
terminado las subidas y bajadas, una nueva curva nos descubre un puente con su
arroyo como invitación a la desnudez y
al baño en medio del bosque. Los peregrinos imaginan siglos pasados con lobos
acechando su paso, pero no tienen miedo y deciden emplear un tiempo en el baño
reposado. No aparecen los lobos y los peregrinos continúan su caminar.
En el Albergue “O
Xistral” escuché una amplia conversación entre el viento y las hamacas, entre los
árboles y el camino…
Con el día avanzado llegamos a las altas mesetas de
la Tierra Chá entre vacas y cultivos; la vista se alarga durante muchos
kilómetros. Llegamos al albergue “O Xistral” que nos parece un paraíso de
encinas y frutales. Aquí hacemos noche antes de continuar hacia Vilalba y
Baamonde. Hemos pasado antes por Pontevella y su puente de tres ojos, por su cementerio
donde “da gusto estar muerto” nos dicen algunas personas con quienes hablamos
de los cuidados mausoleos que se adivinan y aún se ven sobre las tapias. Otra
noche en Baamonde.
El Camino de Santiago en Galicia en una mezcla de historia y novedad, de sorpresa y entusiasmo, de verdor, piedra, animales y canciones...
El pequeño río Parga se
cruza sobre un puente gótico entre la bruma de la mañana y la silueta burlona
de los eucaliptos, enseguida dejamos atrás la también gótica capilla de San
Alberte que bendice desde su soledad la amplitud de estos bosques gallegos que
jalonan nuestra marcha.
Cruzamos diferentes y
diminutas aldeas que ocultan su nombre al peregrino; en algunas no vemos a
ninguna persona, en otras saludamos con cortesía a sus habitantes, con cortesía
y curiosidad por saber el nombre del lugar… Seixón…Miraz…
En mitad de los
montes de Miraz nos encontramos unos peregrinos sin prisa ni tiempo.
Dicen los papeles
consultados que en Miraz comienza una sostenida y prolongada subida hasta
Roxica. Solamente nos acompaña la vegetación, tres peregrinos austríacos que
caminan deprisa y nos pierden, dos rebaños de ovejas y el sol que hoy está más
peleón que de costumbre para alentar en lumbre y en luz nuestra ascensión.
Son las dos de la tarde
cuando llegamos a Roxica donde hay un albergue desde hace pocos años. Aquí nos
quedamos. El trato lleno de cariño en este lugar que invita al solaz será una
tentación a quedarme varios días si alguna vez paso por las cercanías.
Javier Agra.
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