En la Cañada del Cuerno convivimos con un
antiquísimo y amplio monte de pinsapos. Aquí me planto para contemplar su
ancianidad y compartir un punto de su sosiego.
Málaga ofrece mucha variedad a sus
visitantes. La multiplicidad y asombro de sus montañas está entre lo más
vistoso que un humano imaginarse pueda. La Sierra de Las Nieves que en muy
breve tiempo será Parque Nacional, es de una belleza que embelesa; su punto más
alto es el Pico Torrecilla. ¡Allá vamos!
Las estrellas se han dormido bajo el manto
suave del amanecer en esta primavera de aire libre y mariposas de colores. El
mismo acercamiento en coche hasta el Área Recreativa Los Quejigales es un contagio
de naturaleza y armonía. A nuestra espalda queda el edificio de diferentes
funciones…las botas puestas, los guantes y el abrigo a esta primera hora de la
mañana en la seguridad de que dentro de poco tiempo tendremos que quedarnos en
mangas de camisa.
Este puente de madera es el
inicio a la entrada de la Cañada del Cuerno.
Canturreamos los primeros pasos, igual que
canturrean las aves en su despertar primero, hasta llegar al puente de madera
situado a nuestra derecha que es el inicio de la entrada a la Cañada del
Cuerno. La pradera comienza a mezclase con raíces y piedras de un sendero que
asciende para adentrarnos entre los pinsapos de los que hoy gozaremos en
muchedumbre ingente.
Foto de pinsapos y humanos.
Asombradas y retorcidas formas de estos
pinsapos, árboles supervivientes de la dureza del Terciario, acaso descendientes
de aquellos viejísimos espectadores de las glaciaciones cuando los valles se
formaban en forma de largas V y pronunciadas U. Nos cuentan los más ancianos
entre los pinsapos que con el aumento de las temperaturas, hace miles de años,
se refugiaron en estas sierras por donde hoy compartimos pisadas y sueños.
A los montañeros nos parece que estos
pinsapos de la Sierra de las Nieves tienen el futuro asegurado durante alguna
generación, pues afloran pequeños retoños por doquier. Pero los montañeros
estamos un poco “escamados” de los humanos y sus desmanes ecológicos, de modo
que continuamos silenciosos y meneando la cabeza diciendo para nuestros
adentros “no sé, no sé”.
Desde el Collado de los
Pilones con el Pico Torrecilla al fondo, asoma un paisaje de oleaje y ensueño
con estos árboles que aquí veis; son quejigos también en peligro de extinción y
en pleno afán de repoblación por parte de la Junta de Andalucía. A la derecha
del Pico Torrecilla asoma el Cerro Alcazaba.
El sol y el aire revolotean a estas alturas
de nuestra marcha. Los pinsapos dejan su espacio a cantuesos y otras plantas de
rudo y pequeño tronco cuando nos acercamos al Collado de los Pilones. Pisamos durante unos metros la
pista que viene desde allá abajo haciendo revueltas para alcanzar estos mil
setecientos cincuenta metros a los que nos encontramos, caminamos hacia la
antena que corona el Puerto de los Pilones; antes de llegar a su cima, sale a la
derecha la senda que nos llevará hacia el Pico Torrecilla.
El asombro de los montañeros se queda a vivir
en nuestro rostro durante un buen rato. Cambia absolutamente el paisaje, tanto
como si hubiéramos pasado de una montaña a otra, de un continente a otro, de un
mundo a otro mundo.
Quejigal de altura, entre
batientes vientos y vuelos de águilas.
Publico esta parte ya escrita y prepararé
otra entrada para terminar la jornada. No puedo pedir a los lectores que
amablemente seguís estos textos que leáis tantas palabras sin antes pasear,
hacer la digestión, soñar otras aventuras…
Javier Agra.
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