En mis paseos, con frecuencia me detengo un tiempo antes de comenzar la última ascensión, cierro los ojos ante la grandeza de las montañas y siento el pálpito de la sangre fusionado con el aire vivo de la sierra. Entonces tengo la certeza poético-montañera de que la cumbre se acerca lentamente hasta mí y no soy yo quien camina con breves pasos hacia la cima.
Porque la montaña ya estaba allí antes de mi primer sueño y mi conciencia de libertad, ella ha recogido el viento de los siglos, los amaneceres y la luz del pasado, ha visto nacer generaciones de rebecos y de retamas, ha seguida la sombra del vuelo limpio de las águilas a través del tiempo, ha conversado con las finas lluvias y las torrenteras, ha compuesto la sinfonía del viento y del colorido atardecer antes de mi primer sueño y mi conciencia de libertad.
Semoviente, es la cumbre la que viene hasta mí para entregarme serones de voluntad y lucha compartida, capazos de lágrimas y esfuerzos de la humanidad entera que antes de mis días ya ansiaron tiempos igualdad para las personas y la naturaleza entera, cuévanos de todos los tiempos pasados hasta llegar a mí en una filogénesis de entusiasmo y trabajo.
Recuerdo perpetuo para las montañas que gritan a nuestro corazón para que entremos en el abrazo de su tierra y su vitalidad siempre renovada. Y yo quiero celebrar el reencuentro permanente con la tierra, con sus cumbres… como celebran los judíos esta semana de Janucá en un constante deseo de consagración y renovación del espíritu, de la paz, de la igualdad, de la libertad, del esfuerzo…
Antes comenzar la ascensión definitiva a Peñalara, me detengo en el CIRCO DE PEÑALARA ANTE SU LAGUNA NEVADA con la vista sobre las cumbres de Dos Hermanas.
Javier Agra
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