martes, 9 de noviembre de 2021

SAN BENITO DESDE LA PARADILLA


Hoy he visto que se puede llegar a un mismo lugar recorriendo diferentes caminos, lo he visto como si el mundo tuviera millones de años en sus cabellos blancos de sabiduría compartida y de solidaridad ineludible. Lo he visto como si el Pico San Benito fuera el tatarabuelo común que a todos nos permite latir en el corazón común con ritmos personalizados y con siglos de diferencia.


El Potro de Herrar de La Paradilla; pueblo muy pequeño que me recuerda a Acisa de Las Arrimadas donde yo comencé naciendo los primeros diez años, antes de hacerme emigrante por numerosos lugares.

Más allá del Puerto de la Cruz Verde, pasado el mirador de Ángel Nieto se encuentra el pequeño pueblo de La Paradilla donde aparcamos el coche ante el muro de una casa seguramente abandonada. Una pista bien visible inicia nuestro caminar en dirección a la cumbre, otras veces visitada desde otros puntos de inicio y desde otros valles recorridos.

Hoy he visto que se puede llegar al mismo lugar recorriendo diferentes caminos. Hoy no encontramos aquellas paredes que otros días sorteábamos, hoy no encontramos aquellas altas navas de estrechos senderos hasta divisar el fin de nuestro caminar. El mundo es un globo amplísimo con el mismo cordón umbilical del que vamos saliendo todas las personas en el lugar que nos toca y en el tiempo oportuno. Todos tenemos el mismo llanto al nacer y la misma palpitación del corazón al caminar.


Hacia San Benito subimos por una senda de amplia rodera entre multitud de enebros.

En esos pensamientos estaba cuando cruzamos una primera cancela y  llegamos al depósito de agua que está aún muy cerca del inicio de nuestra marcha. Allí termina el camino medianamente asfaltado que ahora pasa a ser una amplia rodera por donde seguramente pasan tractores para llevar alimento supletorio a las vacas que tienen su acomodo más arriba.

Las roderas ascienden, sin pérdida, buscando el lomo de la cuerda que nos llevará hasta la cumbre. Ganamos altura poco a poco entre numerosos enebros de tronco diferente en grosor y en tamaño, en follaje y verdor; pero idénticos enebros en su sabia mezcla de agua, sales minerales, aminoácidos, hormonas… elaborada por los vegetales con sabiduría de siglos en el silencio de las noches bajo las estrellas luminosas, en bullicio del día entre cantos de aves y musitar de la vida.


Abundan los restos de la guerra civil, podrían ser considerados matacanes ruinosos.

Pasamos una segunda cancela y continuamos montaña arriba, estamos en el reino de las vacas que hoy nos muestran orgullosas sus jatos ya con algunos meses, saltarines e inquietos, curiosos ante los montañeros y expectantes a nuestro lento paso. El sendero asciende por nuestra izquierda sin posible pérdida, siempre buscando la loma desde la que la vista se llena de verdor y de futuro. El Barranco de la Cabeza, la Sierra de Almenara, los molinos de Ojos Albos… nos acompañan ya desde este punto hasta la cumbre.

El sendero es cálido y agradecido, sembrado de diferentes roquedos de amable tránsito con numerosos restos de aquella furiosa guerra civil. Hoy florece de nuevo la hierba en estas praderas, hoy el sol calienta por igual todos los recodos del sendero. Hoy he visto que se puede llegar al mismo lugar recorriendo diferentes caminos.


Callejón de la encina.

Llegamos a un callejón muy reconocible  entre piedras, en su centro madura bellotas una curiosa encina, a la humedad de su sombra han brotado tres coloridas setas con su brillo tramposo pues son de ingestión venenosa. Pero la encina y el callejón son una visión relajante, un tránsito de sosiego y calma.


La cumbre. Estos pocos metros de roca se escalan con cierta comodidad.

Los últimos doscientos metros de subida son una fuerte pendiente hasta la cima. Acaso los últimos tres metros necesitan un trepe de fácil ascensión entre la roca y el vértice geodésico. Desde aquí divisamos Gredos y Guadarrama, La Pedriza y Almenara, pueblos de Madrid y de Ávila… Almorzamos al abrigo de unos peñascos antes de comenzar el regreso y asegurar que hoy he visto que se puede llegar a un mismo lugar recorriendo diferentes caminos.

Javier Agra

 

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