Disculpad, amigos míos que sean
breves mis palabras sobre este otoño de nieblas de cristal que han pasado por
mi ventana y por mis huesos, no es que sienta la tristeza como el aroma del
sarmiento viejo, no es que salten sobre mis sienes las hojarascas amarillas que
bailan sueños entre sus vuelos; no es que mis ojos se inclinen buscando oleajes
rotos del océano entre los violines del misterio; ni siquiera esté observando a
los caracoles lentos trepar más allá del tiempo buscando las puntas verdes de
los cipreses.
Disculpad la brevedad de mis
palabras entre la pulpa blanca de las cebollas y el llanto, de la ensalada
rápida sin condimento porque se termina el día y el sol alumbra el último tren
que se pierde sin viajeros en las vías de la curva del monte, como si
necesitara el último estertor de las hojas caídas con el estruendo de la tarde
entre la ventisca del arroyo sediento, asustado por el aullido quedo del lobo
buscando carne antigua entre las raíces brunas de las urces más allá del olor del
último pueblo.
Por la madrileña Pedriza existen
recónditos rincones de ensueño. Este que aquí veis es el Collado de La U cerca
del Collado de La Ventana, abierto a la Esfinge y a La Cuerda Larga al fondo.
Amigos míos, mis palabras han de ser
breves en este avanzado otoño como cartas antiguas escritas por unos ojos
ocultos entre misteriosos cuencos; como años umbrosos en cárceles desconocidas
donde sufren las gentes sin tierras que viven entre las balsas del agua hacia
lugares de propaganda sin sueño, entre los alambres de saltos buscando comida,
entre las largas marchas con el deseo de encontrar tierra y cobijo lejos de las
balas; como tiempo sin segundos, chaquetas sin bolsillos, zapatillas sin cordones,
latidos sin corazón, respiración sin aire, rostro sin mirada…
Brevedad de mis palabras en esta
tierra de baldosas y paredes, tierra baldía y sin aromas; en estas calles de
cemento y sirenas donde se han escondido las luciérnagas y las rosas; en estas
puertas con cerrojos de tres vueltas y carteles de “no pases” donde ya no hay
niños jugando ni reflejo de estrellas; en estos comercios de bocas abiertas con
dientes de oro para masticar los sueños de las madrugadas y de los cuentos; en
esta vorágine urbana que ha olvidado el paseo lento entre los cantos de los
pájaros.
La Bota en la
Pedriza de Madrid, cerca del Miradero.
Brevedad del otoño sin palabras;
pregunté a mi corazón por los salmos de la esperanza y del entusiasmo; pregunté
a mis ojos por la claridad del sol y del mar de Zuloaga; pregunté a mis
recuerdos por la música orquestada y el violín múltiple de Paganini; pregunté a
mi palpitación sanguínea por la poesía antigua por la nueva y por el glorioso
Quijote; pregunté por los creadores de todos los tiempos y por la filosofía que
construyera Platón; pregunté a mi alma por el arte de todos los tiempos y por
el silencioso Marcel Marceau; pregunté…
¿Qué será de nosotros si se muere el
mar y los caminantes golpean a las estatuas; si los payasos arrancan la raíz de
las flores y los marineros no vuelven a calafatear sus barcas? ¿Qué será de
nosotros si nos movemos a golpe de reloj y de sirena de fábrica, si los poetas
se comen los libros y los que agrandan las notas pisan las partituras? ¿Qué
será de nosotros si volvemos a hacer mármol y piedra la sonriente escultura, si
arrancamos el brillo del alba con tantas luces
que no sepamos de qué color es la naturaleza?
Dispensad amigos que sean breves mis
palabras sobre este otoño. Si no escribo más es porque voy a salir a la vida a
conversar con los árboles que se presentan sin hojas pero sonríen porque su
desnudez es una cara limpia para llenarse de nueva vida, para que las aves vean
y decidan dónde quieren poner sus nidos nuevos; si no escribo más es porque voy
a salir a conversar con esta noche de otoño que tiene todos los brillos de
sueños nuevos para construir jardines de rosas que sobrevivan al miedo; si no
escribo más es porque salgo al parque a conversar con los perros y los animales
que saben que el otoño tiene violines de agua entre las raíces del tiempo y
está acunando una hermosa orquesta con todas las músicas de la luz y de los
corazones; si no escribo más es porque salgo a conversar con las montañas que
metamorfosean la niebla en nieve y en luz, se extienden, respiran y anuncian la
PAZ.
Javier Agra
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