Estas amplias
llanuras manchegas de nombres más locales serenan mi espíritu en rasante vuelo
camino de las sierras y los olivos de Andalucía. El tiempo brilla silencioso y
quedo entre los viñedos. La lentitud de la Mancha es urgencia contra la opresión,
por sus tierras paseo muchas veces velando sueños para que el Caballero arme mi
alma por los senderos de la paz.
Estamos en Puerto Lápice, en la Venta de Don Quijote; al fondo el carro donde le llevaron con engaños hasta su aldea.
He descubierto
diversas cuestiones en mi vida, tal vez dilatada; una de las más importantes es
el sosiego del camino que es la palpitación del corazón del tiempo ¿acaso lo
aprendí con Don Quijote en mi infancia, yo que nací entre minas de carbón en las
montañas?
En la Sierra de los Molinos en Puerto Lápice.
He llegado a
Puerto Lápice. La mañana –hasta ahora todas las mañanas y las tardes y las
noches de la Mancha– es sosegada; me detengo con el tiempo, en este suelo el
pasado y el futuro son el instante presente cuando la respiración se hace vuelo
y sueña un mundo sin entuertos.
Subí a la Sierra
de los Molinos a comer una tartera de sopa fría y un trozo de queso y de recuerdos.
Aquí está el Molino del Bachiller Sansón Carrasco, aquí subió Don Quijote para
enseñarle a Rocinante la multitud de caminos que podía tomar. Él no tenía entrenada la mente y el alma para
decidir esas cuestiones tan mundanas, su corazón hacía versos a Dulcinea y su
fortaleza crecería con el avanzar de los caminos hasta encontrar esclavos que liberar porque “la
libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron
los cielos” Segunda Parte. Capítulo cincuenta y ocho.
Llegué después a
la Posada donde, acaso, fue armado caballero y allí empleé tanto tiempo en
conversación amena con Don Quijote que mi lengua quedó adormecida y mis ojos
sedientos de regresar a tocar su entregada lanza y su sincero corazón.
Viñas por
doquier. La Mancha canta a la paz y al futuro. Hogaño llegué a Quintanar de la
Orden cuando era ya anochecido para salir apenas fuera amanecido, como antaño
hiciera el Caballero para regresar corriendo a su aldea a buscar a Sancho Panza
porque ya apremiaban su presencia y sus hazañas tantas maldades contra los
débiles.
Javier Agra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario