Dedicado
a María Agra-Fagúndez que nació un tres de abril y embellece cada inicio de
primavera.
Sonríe el corazón aromas de seda de las
mañanas de abril.
Tal vez nacieron tus ojos del olvido de
alguna divinidad que continúa sentada en las sierras de la tierra. Por si
acaso, yo salgo cada semana a pasear montañas, por si me encontrara solitaria a
la diosa del mes de abril que sigue con infinita ternura buscando recuerdos,
sembrando flores de luz porque quiere cambiar la tenue música los colores de
las nuevas plantas perfumadas por el brillo perdido de sus ojos.
Es el mismo nombre.
Otra vez sale de su cáscara la misma
primavera de cien mil años atrás. Y es nuevo abril a cada instante porque la
sangre que tirita en los surcos terrestres es irreparable, porque retumba como
un aldabonazo el dolor terrible del subsuelo de los siglos, porque es un grito
antiguo que nos visita con savia nueva cada primavera y busca paños sensibles
donde enjuagar su llanto rojo hasta que la angustia quede impresa en lienzos de
libertad.
María y Pipa ante el Congreso de
los Diputados. Dos nobles corazones.
Aurora de la primavera.
Vuelan palomas de brillantes colores
entre el acerado color de la mañanas de abril, sus alas son ardientes ascuas de
lirios y arcángeles; vuelan las aves entre los nidos y el aire limpio de la
mañana cosiendo las flores a las ramas y en sus vuelos se llevan las
melancolías del invierno; las aves perpetúan el regalo de la sonrisa y recobran
la luz para el mundo; abril siembra de besos el aire y transforma las oscuras
madrugadas en brillo de amanecer.
Olor de viento furtivo en las pupilas.
Era un volcán de colores saltando entre
los valles del mes niño aún, recién eclosionado en el impetuoso amanecer del
mes de abril cuando los cabellos del viento se levantan de la tierra entre la
nieve derretida del reciente invierno y se peinan con las púas brillantes del
peine luminoso del sol en primavera; era la inquieta sombra que alarga horas y
paisajes entre las montañas fértiles de nidos y madrigueras. ¡Escuchad, los
días se cuentan por poemas!
El tres de abril se llena de amapolas.
Apenas tus párpados inician
conversaciones silenciosas con la brisa de la mañana, las lejanas montañas
liberan manantiales de nieve y lirios silvestres; apenas tus pies descalzos
deslizan pisadas inconscientes buscando el desayuno, los cervatillos recién
nacidos saltan entre las hierbas nuevas de las praderas; apenas tus manos tocan
la brisa de un año nuevo de tu eterna vida, los gorriones de la ciudad asoman a
tu ventana con guirnaldas de música y baile, los petirrojos vienen coronados de
pétalos recientes; apenas extiendes las manos a la vida esta mañana vienen a tu
memoria los pétalos brillantes de los lirios y las azucenas.
Es un niño recién nacido este mes de
abril.
Son sedas nuevas de tiernos brotes las
ropas libres de primavera, de esta primavera que aún tiene tierna la voz en la
garganta y el alma limpia entre pensamientos de flores y colmenas; es temprano
para los frutales que se visten de aroma y reclamo a las pupilas; se abren los
ojos de estas mañanas azules y cuelga en la tierra nidos y flores, rizos que
serán frutos, huevos que serán seductores vuelos y música y saltos leves de
cien mil animales.
Un
alcornoque en la Pedriza de Madrid llama a los montañeros.
Las abejas están risueñas esta mañana.
El monte del Pardo tiene colores
brillantes en su nueva hierba y en las saltarinas flores de las jaras que están
jugando entre las matas y llaman con su vocecilla luminosa a los pocos
paseantes de esta mañana de abril; una pareja de conejos se ha asombrado al ver
al paseante solitario fuera de los senderos acostumbrados, dejan de comer su
mata de esparceta y escapan presurosos, regresarán a su alimento cuando el
paseante solitario deje atrás este recodo de encinas. Bailan las abejas entre
el dulzor de la jara.
Primavera, adorable criatura de
esencias puras.
Hilos de vida caen en aromas de cielo,
de trémula niebla del amanecer que viene en oleaje, acaso, desde el lejano mar;
la húmeda brisa de la mañana es ahora chispeante luz que recorta siluetas de
chopos y de acacias; la palpitante luz del sol ha aclarado el alma y llega
abril en flores y en trigales recién nacidos regados por un repiqueteo musical
de fina llovizna; avanza el día en arco iris de armoniosa claridad amarilla.
Cascada de Linarejos en Sierra
de Cazorla.
Vivimos rodeados de flores y de rocas.
He visto multitud de fronteras, también
he conversado con múltiples montañas; las fronteras lloraban rupturas, las
montañas respiraban limpieza y futuro; las montañas y el mar inmenso no tienen
cadenas y llevan sinfonías de libertad en las alas de las aves; llevan besos de
encuentros y de viento suave entre las encinas y las rocas de todos los
rincones de la tierra; las fronteras tienen cadenas y tortura, las montañas y
el agua del inmenso mar sueñan amores de colores y aromas de todos los pueblos.
Están amaneciendo las luciérnagas y la
hiedra.
Las raíces están agarradas al viento,
se abrazan a las rocas de la montaña; la hiedra trepa entre los troncos, crece
libre con la luz y con los versos; no es verdad que absorba savia sin entregar
su propia vida; la hiedra, como las luciérnagas, como el mes de abril, entrega
azúcar y dulzor, comparte minerales y reparte calor; las luciérnagas comparten
luz y así se perpetúan en vuelos y en juegos de magia y de hadas. Está
amaneciendo la primavera, está resucitando el futuro.
Javier Agra.
Qué bonito empezar a disfrutar de la primavera leyendo un texto tan poético como el tuyo. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus continuos ánimos y por tu presencia en el mundo de la sensibilidad y de la paz. Un abrazo.
ResponderEliminarEs una verdadera delicia leer y saborear los textos de tu blogspot. Gracias por compartir esa gran sensibilidad que invita a tomar la mochila y perderse en cada uno de los lugares descritos.
ResponderEliminarGracias a ti, VETTON, por leer y comentar. Compartir la experiencia de la montaña, en armonía con la naturaleza, es una alegría. Saludos.
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