La Sierra de
Madrid tiene rincones alejados del circuito general de paseantes y montañeros.
Rincones, alguno, recónditos donde parece que el misterio es mayor que en el
resto de la montaña serrana; también tiene lugares bien visibles y poco
visitados. Esto le sucede a Peña Citores. A pesar de tener una altura superior
a dos mil metros, está a la sombra de Dos Hermanas y de Peñalara, la mayor
altura de Guadarrama.
Decidimos hacer
de Peña Citores una cumbre de llegada. Tal vez continuemos hacia otras
alturas…Hoy nuestra salida es a “Peña Citores”, madrugamos en el aparcamiento
de Cotos –muy pronto será imposible dejar el coche en esta placidez– para subir
entre los pinos de la Senda del Batallón Alpino.
Hemos
llegado junto al ruinoso recinto del Batallón Alpino en Peña Citores.
Apenas
abandonamos la preparada escalinata de madera, suena melodía de pájaros y olor
de piornal; la luz tiene brillos verdes y amarillos entre la vegetación y la
piedra; el sol acaricia el pensamiento, ahora sosegado y sin tiempo; los pasos
del montañero llenan el alma de pausa, saben que están haciendo el sendero con
la serenidad del trigo, poco a poco hasta germinar en fruto.
El enebro de
pequeño tamaño y fortalecida rama verde ofrece los últimos frutos casi
transformados en pasas, a su lado crecen nuevas margaritas blanquísimas en el rumor
del aire de la primavera; a dos mil metros de altura el calor parece aplastar
en menor medida la vida siempre pujante y garbosa; danzan las lavanderas de
larga cola y esparcen colores y brillo entre la alta pradera.
Las retamas
florecidas en amarillo relucen al sol y extienden por la planicie de Citores
luz y serenidad; estamos ante la cerca de piedra que se conserva de lo que fue el
recinto del Batallón Alpino. Junto a la placa que un hijo dedicó a su padre
recordamos las tristezas y las luchas de la historia reciente y de toda la
historia humana. Llegamos hasta el punto más alto de Peña Citores. Ante
nosotros se abre una cortada que terminará allá abajo por la Cancha de los
Alamillos.
Peña
Citores no tiene vértice geodésico. Estas rocas sobre las que nos asentamos y
las que a nuestra vera se amontonan, son la señal inequívoca de que hemos
llegado al punto más elevado de la extensa planicie.
No es la
mitológica Hiperbórea griega eternamente rejuvenecida, pero en esta pequeña
cima gozamos de soledad y sosiego. Siete Picos, el antiguo dragón del
Guadarrama sonríe siempre y llama con susurros a los montañeros, más lejos Abantos
señala el Escorial antes de llevar la vista hacia las Machotas y terminar en la
prolongada redondez de Almenara donde se cierra la Sierra de Guadarrama;
regresamos hacia las cimas de la Mujer Muerta y posamos la vista en la más alta
cumbre, Peñalara y su serenidad solemne.
Estamos
regresando desde la cima de Peña Citores hacia el recinto del Batallón Alpino
por el amplio collado que nos llevará hacia Dos Hermanas, la mayor se ve al
fondo; después seguiremos hasta Peñalara.
Un collado con
amplitud de miras nos llevará hasta las Hermanas y a Peñalara, entre el
silencio del paseo, el rumor del aire, la fantasía del espíritu, la fábula
pastoril de la retama, la esperada libertad de todos los tiempos…
Al llegar a la
altura de Dos Hermanas, nos unimos a la multitud de personas –acaso no todos
sean montañeros– que caminan con más o menos ilusión hasta la más alta cima de
Madrid y de Segovia. Peñalara es romería de suave palabra, de silencio diluido.
Cima de
Peñalara. ¡Tantas veces visitada desde el asombro! ¡Tantas veces impresa en el
celuloide y en la memoria! Peñalara, sencillez y sosiego de la montaña.
Javier Agra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario