La Sierra de
Malagón es acogedora y serena entre navas, hoyos y suaves pendientes de pinares
frondosos. Entre el Alberche y el Cofio, recogen el agua de sus múltiples y
pequeños arroyos. Su punto más alto es Cueva Valiente, allí hemos pasado varias
mañanas en rutas de solaz y búsqueda hasta que dimos finalmente con la cueva,
que en el anterior artículo puse entre las fotografías y que aquí repito para
que se vea el interior.
Interior de Cueva Valiente.
Es sobremanera
luminosa esta parte de la Sierra de Guadarrama. Luminosa y silente. Los pasos
de los montañeros respiran el silencio de los pinares, su respiración son timbres
sonoros de las aves: domina la melodía sinfónica del carbonero, la oropéndola
de amarillos y llamativos colores pone el contrapunto musical de las flautas; escucha
la comadreja buscando acercarse con sigilo por si acaso encuentra algún huevo, ¡demasiado
avanzado está el verano, ya han volado los pájaros jóvenes!
Inmensos
pinares desde la boca de Cueva Valiente.
Salimos del
frondoso pinar, estamos compartiendo suelo con los enebros y los piornos, que
parecen poderosos en esta altura dominada por las fuertes plantas que
constituyen el cervunal; el sol camina a nuestro lado, apoya sus rayos en
nuestra cabeza; nos detenemos para beber y poner la gorra. Descubrimos
hermosuras de roca, paisaje, vegetación, luz sin fronteras, lejanas cumbres a
las que podemos nombrar con sus nombres de siglos y de historias.
Aquí
encontramos otra cueva o pasadizo entre las rocas de granito que han formado
este capricho en la naturaleza por sus complejos modos de apoyarse unas a las
otras.
La cima de Cueva
Valiente es una explanada amplia a la que se accede por diversidad de senderos.
Nosotros comenzamos las más de las veces desde el puente que está junto al
Arroyo de la Gargantilla. A media ladera encontramos ruinas que fueron
refugios, ruinas que conservan el grito y el llanto de la triste guerra. La
cumbre está entregada a la paz, donde los montañeros piensan y viven futuro de
libertad.
La luz
inunda la zona cimera de Cueva Valiente. Los montañeros contemplan un mundo sin
horizonte ni fronteras, sin calendarios ni caducidad.
Sobre la cima de
la montaña desaparece el tiempo azaroso del trabajo y la preocupación, entre
los matorrales y las rocas de las cumbres parece que comienza la vida de verdad
cuando el espíritu vuela y el corazón sabe poner música a la palpitación común
de la humanidad. Cierro los ojos y me lleno de tiempo, cuando vuelva a los
metros y los semáforos de la ciudad sabré que mi corazón guarda respiración umbilical
con las montañas y con la luz, con el corzo y el águila real.
En la
amplitud de la explanada se encuentra un refugio construido con el armazón de
lo que fue una edificación de la dolorosa y trágica guerra.
Cima de Cueva
Valiente, piedras con memorias de la prehistoria; conversamos también con las
rocas y nos cuentan memorias a través de sus grietas; pero más veces guardan
silencio y escuchan las cuitas humanas, escuchan los sueños; escuchan…Los
montañeros, sentados en esta musical amplitud
silenciosa, miran los nombres de cerca y de lejos, los que están dando nombre a
las montañas y los nombres que llevan impresos en el corazón y en el alma.
Javier Agra.
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