Ciento doce kilómetros
comunes a España y Portugal tiene el río Duero a su paso por Zamora y
Salamanca. Profunda hendidura en la tierra cuya dolorosa herida se lava con el
gua de los siglos y del encuentro entre naciones y pueblos. A este recorrido
agreste y bellísimo se le llaman “los arribes”. Con mis breves apuntes que dejo
a continuación, no pretendo hacer una guía de viajes, pero pueden orientar a
alguna persona que desee recorrer estas maravillas naturales bien sea a pie o
en coche.
Se puede acercar el lector
a la Casa del Parque en Fermoselle, un pueblo hermoso de visitar por él mismo,
allí tienen bien explicado este entorno apoteósico y lleno de vida.
Casa del Parque en
Fermoselle.
La ermita de Nuestra
Señora del Castillo a tres kilómetros de Fariza, es un entorno de silencio y
sosiego en medio del monte; desde este relajado lugar conversé durante muchos
minutos con el dulce Duero que por allí abajo tiende sus abrazos a las dos
naciones sin diferenciar idiomas ni corazones.
Arribes del
Duero desde la ermita de Nuestra Señora del Castillo. Paseando entre las
encinas, el alma siente brisas de vida libre y fortaleza de transformación.
El Puente de Requejo
será siempre el “Puente Pino” para quienes frecuentamos aquellos lugares. Es
una construcción en hierro que desde el mil novecientos catorce permite cruzar
el Duero entre las poblaciones de Pino y Villadepera. Caminar los cuatro
kilómetros que distan los pueblos es una experiencia que llena el corazón de estrellas
y fuegos artificiales, el espíritu de lumbre y eternidad.
Puente Pino construido
en hierro con un solo ojo. A sus pies, en la profundidad, el Duero sueña
historias antiguas de barcas y trasiegos.
Desde Paradela en
Portugal disfruté de un paseo lleno de castaños antes de llegar a un recoleto
mirador sobre la presa del Castro.
Embalse del
Castro en el Duero. A la izquierda de la fotografía están las tierras de España a la
derecha las tierras de Portugal. Ni el aire ni las voladoras aves tienen esa
distinción.
Como una pincelada
de agua, el Duero continúa su camino hasta llegar al siguiente mirador en San Joao
das Arribas en el pueblo de Aldeia Nova que recorrí una mañana de agosto
entre el sudor y la conversación animada con el paisaje. Este mirador es
seguramente el más frecuentado de cuantos yo he visitado. Además de naturaleza
y paisaje sobrecogedor, sus piedras y su ermita cuentan historias de castros vetones,
guerras con los romanos, del tiempo medieval. Aquí en época de lluvias se
desploman numerosas cascadas musicales sobre el Duero.
Mirador
entre Vale del Aguia y Miranda.
Más allá de la aldea de
Vale de Aguia, cercana ya la ciudad de Miranda aún tenemos tiempo de admirar el
río “por hoces y barrancas / mientras tengan las sierras su turbante / de nieve
y de tormenta…” (Antonio Machado). Este espacio está emparentado con diferentes
castros de Castilla antes aún de tener nombres y disputas, antes aún de la
romanización que englobó multitud de tierras y de historia.
He vuelto a recorrer el
Duero entre la fortaleza y la calma, la austeridad y el misterio.
Javier Agra.
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