Desde Moveros, en
Aliste de Zamora, me desperté animoso una mañana y salí temprano para recorrer
parte del GR 36 que, en tierra de Portugal, transita por los aledaños del
Duero. Afortunadamente en este mundo me cuida Aurora, también en esta ocasión
me llevó en coche hasta el pequeño pueblo de Pena Branca, donde inicié la “andada”.
Desde el Mirador de
San Joao das Arribas, el Duero muestras sus profundas aguas.
Había visitado en anteriores
ocasiones el mirador sobre el Duero desde Paradela. Hoy me acerco hasta el río
que pasea profundo por los Arribes desde la iglesia de Pena Branca siguiendo un
muy bien marcado sendero entre las cuidadas tierras de labranza y castaños; en
agosto ya han segado la mies y el aspecto de los rastrojos es áspero.
Recorrer nuestro mundo
a pie enseña sensaciones ocultas a las prisas; también estas inmensidades de
paja segada están llenas de vida que repta, salta o vuela. Una familia de siete
perdices estaban amurriadas en la tierra, acaso esperando que yo pasara de
largo; el susto fue mutuo pues salieron casi bajo mis pies con un canto más
asustado que melódico; a ellas se les fueron un par de plumas, a mí un trozo
del alma.
Recobré el
resuello apoyado sobre una cruz que en el camino invitaba a la reflexión
sosegada.
Aldeia Nova es otra
pequeña aldea asentada sobre el Duero. En sus inmediaciones existen restos de
habitantes antiquísimos, antes aún de que conservemos testimonios escritos si
no es en la piedra y en sus restos de castros Vetones. El GR 36 tiene un ramal
que acerca a los caminantes hasta el mirador de San Joao das Arribas donde en
épocas de lluvia se pueden contemplar cascadas y amplios arroyos en caída ruidosa
y arquitectónica belleza hacia el profundo Duero.
Allí el general romano
Emilius Balesus venció a los pacíficos pobladores del entorno, antes de
continuar camino a las guerras de Britania. Allí observé yo ruinas de
antiquísimos castros, me comentó un amable portugués el lugar por donde se
extendía el castro; me senté sobre unas rocas hasta que contemplé los espíritus
de sus antiguos pobladores salir nuevamente y habitar las desaparecidas calles,
cuando les pregunté cómo se las arreglaban para aprovechar el agua necesaria
del profundo río, se escondieron de nuevo en el éter y en la tierra que todo lo
guarda.
Desde Aldeia Nova
baja una ramal hasta San Joao Das Arribas. Observad a la espalda de la ermita y
a la derecha de la fotografía, el profundo corte del Duero.
Al lado del Duero sale
una senda y yo, dado a la aventura no siempre afortunada, decidí descubrir un
camino alternativo al GR para llegar a Miranda. Media hora más tarde, arañado
en las piernas y vencido en el cuerpo reconocí que los humanos no somos los
dueños de la naturaleza y que su belleza puede ser muralla que defiende sus
secretos frente a nuestra permanente agresión. Regresé al muy bien cuidado y
trazado camino del GR 36.
Javier Agra.
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