Los árboles de la
Sierra de Guadarrama, como los árboles de cualquier lugar de la tierra son
nuestra gozosa respiración en los fatigosos días de la vida y en aquellos días que
expandemos nuestro gozo más allá de las dudas y los miedos.
Por la ladera de Siete
Picos una mañana de abril entre el viento suave y el cielo azul.
Los montañeros nos
hacemos cumbre y cielo para entregar a la naturaleza los pesares de los
habitantes de este mundo que sufre agresiones insolidarias, que padece maldades
del corazón humano, que enmudece ante terribles convulsiones incontroladas de
la naturaleza siempre en movimiento de constante evolución.
Los árboles se detienen
ante los montañeros para conversar y contar historias de siglos pasados, de
vida que se renueva a sí misma, de vida que prospera allá donde parece que todo
es duda; porque los árboles entienden que necesitan construir el futuro de los
humanos desde el sosiego y la entrega.
El árbol enseña sus
raíces y su futuro a los montañeros.
Los árboles hablan de
raíces que nos unen a nuestros antepasados y a nuestro pasado, de flores y
frutos que nos lanzan al futuro como el aire mismo de la sierra que camina
entre las cumbres para continuar siempre hacia otros horizontes por descubrir;
los árboles saben que el corazón de los humanos necesita búsqueda constante, sorpresa
permanente, ilusión mantenida…
Javier Agra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario