Para cuando la multitud
de gentes colapsa la soledad del montañero, conviene tener escondidos lugares
de menor aglomeración para no perder la soledad y el sosiego de la montaña
siempre necesaria y apetecible en cualquier instante. En esa búsqueda de rincones
preciosos y dormidos en el tiempo asoma a mi mente el Collado Albo.
Desde Madrid a
Cercedilla, la carretera se llena de coches incluso a esta madrugadora hora; vamos
a aparcar en Camorritos donde encontramos sitio y soledad. Atentos, no obstante,
a que la hora sea temprana; más tarde ni aquí encuentran acomodo los viajeros
ni los coches. Nosotros somos de los que a las ocho de la mañana ya estamos
calzando botas y oteando caminos.
Las vías del tren
suben entre pinares desde Cercedilla hasta el Puerto de Cotos. Camorritos ha
quedado un poco atrás de esta instantánea.
Una amplia senda deja a
su derecha las vías del ferrocarril que busca trémulo y lento la altura de
Navacerrada y Cotos. Los pinares disimulan todo el conjunto que musita vida y
serenidad en este escondido valle de la Sierra. Cruzamos las vías, apenas hace
tres minutos pasó un tren cuesta arriba de modo que tardará en llegar el
siguiente; el vistoso sendero marcha pausado conduciendo a los montañeros hasta
un cartel que anuncia que en la Granja Río Pradillo se venden quesos
ecológicos; nuevo cruce de vías y más pinares en lenta subida hasta llegar al
Arroyo Pradillo que estos días tiene un interesante caudal acuoso.
En pleno cruce del
Arroyo Pradillo.
Los maderos que fueron
puente, están hoy más desvencijados que construidos, pero los montañeros
agradecemos el interés que ponen esos troncos en ser nuestros aliados y
cruzamos el Pradillo sin más sobresaltos para continuar el sendero entre
pinares y reducidos robles hasta toparnos con un edificio bien conservado; aquí
la amplia senda se torna áspero sendero de pronunciada cuesta, los montañeros
chapoteamos entre la abundosa agua que por aquí desciende. Así llegamos a un
mirador rocoso vecino del Collado Albo, si acaso este bello mirador no mantiene
el nombre común de Collado Albo.
Desde este mirador
rocoso del Collado Albo queda a nuestros pies el Valle de Navalmedio, frente a
nosotros la Cuerda de Las Cabrillas, a nuestra espalda las cumbres de Siete
Picos, cumbres que están reflejadas en esta fotografía.
Después de una fuerte
pendiente, clarea el pinar en un espacio llano atravesado por el tendido
eléctrico que hemos tenido todo el rato como referencia aunque nuestra subida
fue por otro sendero. Es el Collado Albo que no tiene nada de blanco salvo cuando
la nieve lo adorne con la serenidad de su color; cuentan que el nombre deriva
de una palabra celta que designaba los lugares altos, esta explicación lingüística
sí puede ser plausible.
Esta planicie herbosa
entre el pinar es el Collado Albo.
Continuamos subiendo
por un sendero marcado por puntos negros en los árboles, esta senda apunta
hacia el Puerto de Navacerrada, lugar al que hoy no queremos llegar; enseguida
buscamos otra dirección que nos pareció más apetecible para nuestros planes;
poco acertados parecieron nuestros desvaríos montañeros, ahora si llegamos a
enredarnos en terrenos donde la nieve nos hundía en la profundidad de
matorrales y piedras. Aún no habíamos llegado a la Pimpolla Negra cuando nos sentamos a
reponer fuerzas antes de regresar por otro camino que nos entregó en el
sosegado espacio ya sin nieve de Collado Albo, desde donde hicimos el camino de
regreso por donde antes habíamos hecho el de nuestra ascensión.
Javier Agra.
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