Seguramente carecen de
nombre común, porque comúnmente no llevan agua y dejan de ser arroyos. Pero
estos días de primavera suenan clamorosas sus corrientes entre las piedras
formando diminutas cascadas por las laderas de la sierra y parecen verdaderos
ríos aunque solamente sean de temporada cuando se deslizan hacia los valles.
Los montañeros buscan suaves laderas para vadear los cuatro arroyos que la
primavera llena de vida durante estos meses porque quieren llegar a Cabezas de
Hierro a través de Las Cerradillas.
El coche quedó en el
aparcamiento de Cotos, atrás quedó el tramo de carretera que llega hasta
Valdeskí que recorremos a pie y abandonamos a la altura del desvío del refugio
del Pingarrón. Pradera abajo, han llegado los montañeros hasta el puente del
primer arroyo, hasta aquí es un lugar de frecuentado paseo.
Comenzamos el
ascenso por la cara oeste de Hierro, a nuestro lado suena el arroyo.
Comienza la soledad de
los montañeros cuando llegamos al primer altillo, los pinos nos cobijan del
sol, del viento, de las inclemencias diversas con que la montaña intenta
persuadir a los montañeros para que desistan de su avance. Lo sabemos,
mostramos nuestro respeto a la montaña y continuamos avanzando hacia Las
Cerradillas; pasamos al lado del pino que llora, al lado del pino de los tres
brazos, al lado de…ya vamos poniendo nombres diferentes a diversos pinos, a
distintos puntos del sendero, a pequeñas praderas, pasamos tantas veces que nos
sentimos parte integrante de esta parte de la sierra.
Los crampones nos ayudan
en la subida. A veces nos detenemos para admirar el paisaje. En la fotografía
estamos cerca de Cabezas de Hierro, a nuestra espalda está parte de la Cuerda Larga
con el Pico Valdemartín al fondo.
Hemos cruzado el cuarto
de los arroyos que hoy juegan y saltan con el movimiento de sus aguas entre la vegetación y
la bóveda del cielo, entre las rocas y los piornos, entre las praderas y las
cumbres de Cuerda Larga. Comenzamos el ascenso por la cara oeste de Hierro, a
nuestro lado suena el arroyo que desde sus cumbres baja; nos detenemos para
poner los crampones y admirar el precioso circo de Las Cerradillas ¡son tantos
los valles que bajan hasta nosotros! ¡Todos tienen su arroyo esta primavera!
El hueco de la cara oeste
suena a agua bajo nuestros pies, agua escondida bajo la nevada que busca el valle
allá abajo, agua como música de violín en la florecida primavera; los
montañeros suben lentamente la empinada cuesta, los montañeros caminan el
sosiego de las pisadas y del corazón, los montañeros escuchan la música armónica
del alma de la tierra.
A nuestra derecha, la
nieve ha formado brillantes cornisas sobre la Cuerda Larga; hoy la nieve blanca
tiene pinceladas ocres del polvo en suspensión depositado por la última nevada.
Jose me explica que este polvo en suspensión es alimento de alguna selva del
mundo donde las lluvias llegan a depositar millones de toneladas para
fertilizar la tierra.
En el rellano que reúne
las dos Cabezas de Hierro contemplamos casi en éxtasis la infinita belleza del
entorno. Al fondo vemos Peñalara, la cumbre más alta de la Sierra de
Guadarrama.
Así llegamos al rellano
que reúne las dos Cabezas de Hierro, nuevos minutos de respiración y contemplación,
casi en éxtasis ante la infinita belleza del entorno; comenzamos el descenso
por la imponente bajada del tubo norte como si fuera un tobogán de
pronunciadísima pendiente; brilla la nieve bajo la lentitud de nuestros
crampones en cuidadoso caminar. A dos mil metros detenemos la marcha para comer
la fruta, a dos mil metros el silencio del mundo entra en el alma, a dos mil
metros las guerras han metamorfoseado en paz. Una naranja escapa montaña abajo
hasta un pino que salió a su encuentro y la recogió en el cuenco de su rimaya.
El Tubo de Los
Pulmones de Hierro. Así se llaman esas dos protuberancias rocosas que
fotografiamos mientras reposábamos para contemplar la hermosura del entorno y
comernos la fruta. Más abajo, también nos comimos la naranja.
Nieve en derredor,
sosiego en el alma durante la bajada. Por aquí, a mil ochocientos treinta
metros tendría que salir una senda que nos acortara el camino de vuelta; pero
no encontramos la senda, no siempre se encuentra lo que se desea; llegamos a la
pista, nos falta una hora de camino hasta llegar al coche; nos falta una vida
entera de búsqueda, una vida entera de camino, una vida entera de esfuerzo.
Javier Agra.
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