Superados los dos mil
metros de altura de la Cuerda Larga, Madrid se hace inmenso en inabarcables
distancias; la vista se dilata en esta meseta de indudable belleza hasta soñar
mares azules de lejanas playas, cordilleras con nombres de otras lenguas,
desiertos de arenas pálidas, sabanas, selvas, tundras, montañas de ignorados
nombres...
Para hacer esta
travesía de La Cuerda Larga es muy buena estrategia contar con dos coches, un
coche espera la llegada del grupo en el Puerto de Navacerrada y el otro está
aparcado en el Puerto de la Morcuera. La mayor parte de nuestras marchas las
realizamos comenzando a caminar desde este segundo puerto. Queda la Najarra a
nuestra izquierda, superamos la Loma de los Bailanderos y llegamos a Asómate de
Hoyos.
La Cuerda Larga y
la Sierra del Guadarrama, están llenas de vida. Por aquí compartimos, en
armonía y sosiego, paseos con las aves, los zorrillos y las cabras.
Allí me senté a contemplar
el sosiego de la tierra. Desde esta aislada altura, el mundo es un inmenso tul
de transparencia que los espíritus extienden más allá del horizonte saltando
entre rocas de piedra y carne y silban conciertos melódicos de las aves con las
que se van cruzando.
Me senté a contemplar
la austeridad de la tierra. Brisa tenue y lumbre de mediodía son la inmensa
riqueza que entrega la montaña; los humanos aprendemos a caminar con los
bolsillos vacíos, la mirada libre, el alma traslúcida, el corazón abierto al
ancho silencio del viento.
El mundo entero transforma
los gritos en saludos y todas las sienes calman el flujo de la sangre en
serenidad reposada de encuentros y de paz; los aullidos de las bestias y de los
humanos se suavizan en los arrumacos cariñosos de la brisa cuando me senté a
contemplar la conversación de la tierra desde las piedras de Asómate de Hoyos.
Ante mi silencio se
expande la alfombra otoñal de la Loma de Pandasco, vestida siempre de gala y de
eternidad entre colores de diminuta vegetación primera con la respiración
serena del aire de esta altura del Guadarrama, de antiguas piedras bailando brillos
al ritmo del sol, de matas de musgo como membrillo sobre rebanadas de pan.
A lo lejos contemplo La
Maliciosa como palpitaciones de un anhelante pecho de canciones llamando al
universo entero para la reunión armónica de la arquitectura musical de la paz; contemplo
la doble cabeza de Hierro con su respiración de poema de esfuerzo y compromiso
que invita al mundo entero a construir futuros de igualdad; contemplo la altura
de Peñalara, arquitectura de sol y océano que convoca al mundo entero a
construir el bello jardín de la PAZ.
Pasan las horas, el sol
de la hora de nona me encuentra aún sentado y me recuerda que la tarde es
momento de otros habitantes; los humanos hemos de bajar a los valles y a las arboledas,
a las construcciones y a los fogones. Me pongo en pie y comienzo a caminar, la
senda será larga hasta dejar atrás Valdemartín y el Alto de las Guarramillas
antes de alcanzar el coche en el aparcamiento del Puerto de Navacerrada.
Javier Agra.
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