Las calles del pueblo
de Benalmádena están silenciosas esta tarde de enero. Hemos subido hasta los
Jardines del Muro, donde antaño se levantó la fortaleza defensiva y de
observación. Son muchos los viajes que realizo por esta tierra nuestra, donde
tengo la sensación de que el pasado de la humanidad se movía desde el miedo, desde
la enemistad, desde la guerra. Pero cuando miro nuestro presente, las sensaciones
no difieren mucho del pasado; con mucha frecuencia miramos alrededor por si nos
observan, por si nos persiguen, por si nos atracan.
Paseo por el
sosiego y el lujo del Puerto de Benalmádena.
Desde los jardines del
Muro hoy se ve el mar, la libertad, el futuro, la brisa del viento que corretea
sin tropiezos ni miedos; se escuchan las aves, se respira sosiego. El templo de
Santo Domingo de Guzmán florece entre esta vegetación por la que paseo un buen
rato; desde hace algunos meses, yo que nunca tuve reloj, mido el tiempo sin
horas casi guiándome por las estaciones del año.
Allá abajo el Castillo
de Colomares, arriba la cumbre del Calamorro y otras cimas de la Sierra de
Mijas por donde corretean entre pinos y arbustos la jineta y la cabra montés
siempre intentando no ser descubiertas por algún águila con hambre.
Blanquísimas calles de
relumbre al sol del medio día, de colores de geranio y armonía; blanquísimas
calles por donde suenan los pios de las aves en su búsqueda de alimento, en su constante
juego, en su ilusionada vida; blanquísimas calles por donde paseamos cogidos de
la mano porque estamos recién enamorados, después de tantos años de enamorada
vida.
Sentados en un banco
del mirador de la Estupa de la Iluminación, el mar entona brisa de espuma y
sirena de barcos.
Cogidos de la mano
llegamos a la Estupa de la Iluminación. Desde aquí vemos el mar y aspiramos su
serenidad. Nos cuenta la persona que lo cuida que se construyó por decisión del
Ayuntamiento siguiendo la sabiduría del Gran Maestro Budista Lopon Tsechu Rinpoche
y se inauguró en octubre del dos mil tres. Indica la persona que lo cuida que
todo el karma negativo es purificado por la estupa.
Me descalzo para
entrar en la sala de meditación de la Estupa de la Iluminación de Benalmádena.
Me descalzo para entrar
a la sala de meditación. Impulso el rodillo de las oraciones para que la paz se
extienda por la estancia, por el lugar, por la tierra entera. La estupas
budistas son edificios cerrados, en Benalmádena tienen como excepción una sala
de meditación con las paredes decoradas con escenas de la vida del Buda Sakyamuni.
Lo más importante de la estupa budista es lo que esconde a todas las miradas en
las partes altas cerradas y selladas, allí están los rollos de la iluminación,
de la purificación, de la pacificación… que se extienden por los alrededores.
Realicé el paseo
circular en derredor de la estupa siguiendo el giro de las agujas del reloj con
el deseo de llevar buenas influencias para todos los lugares por donde vaya
pasando en el futuro, porque los budistas consideran que los deseos que se
expresan junto a la estupa, se hacen realidad.
Nos despedimos de
la Niña de Benalmádena.
Siempre se puede
esperar que pase un autobús en la dirección donde está mi alojamiento, allá abajo
en la orilla misma de la playa. Aunque tarde media hora, termina pasando; el
tiempo no es acuciante para ninguna tarea especial, nunca he sido exigente con
el tiempo, ahora continúo pasando por este mundo desde la calma y el sosiego.
Javier Agra.
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