miércoles, 11 de abril de 2018

ENTRE ESPAÑA Y PORTUGAL: CASCADAS DE ABELÓN


Realmente son unas “cascadas” de temporada. Cuando termina mayo, de estas aguas no quedan ni los hilos; nos aseguraron en Abelón, pueblo de Sayago que conserva la soledad y aspereza de estas tierras llenas de embrujo y misterio antiguos. Dicen las leyendas que el pueblo debe su nombre a la diosa romana de la guerra Belona, hija de Júpiter y Juno, esposa de Marte. Acaso madre de estas campiñas llenas de pedregales por donde el Duero tiene que pelear constantemente con enormes arribanzos para llevar el agua hasta el Atlántico. Arribanzo es como nombran en Aliste y Sayago a estos cañones de profundos despeñaderos del río. 

Escultura de la diosa Belona en el Jardín de Verano de San Petersburgo. La fotografía no es de mi cámara de fotos; algún día me llegaré a esa bella ciudad para contemplarla en directo.

Aparcamos el coche en el pueblo y caminamos los cumplidos cuatro kilómetros que lo separan del Duero; es una caminata ligera y agradable para una tarde de cálida primavera, entre “cortinas” (así se nombran aquí a los prados cercanos al pueblo) pobladas de fresnos y encinas, con rumiantes vacas, voladoras cigüeñas, cantarinas aves despreocupadas. La vegetación se vuelve jara y matojo entre los pedregales cercanos al Duero.

Cascada de Abelón.

Estos días primaverales llega el bullicio del arroyo de la Cunca, es un agreste desplome de agua sobre el Duero. Abelón tiene visitas estos días para contemplar esta curiosa cascada de temporada. Sus moradores de antaño construyeron tres niveles de molinos, aprovechando el agua del arroyo de la Cunca, de los que hoy solamente se conservan algunas piedras y cavidades para eterna memoria de la fiera constancia y la determinación férrea de supervivencia.


Esa escarpada roca, boca abierta sobre el Duero, es el mirador en el que desemboca el sendero de La Poyata.

Admirados más por el antiguo trabajo que por la cascada actual, regresamos hasta el llano de la meseta para caminar por el sendero de La Poyata hasta llegar al mirador sobre el Duero que es una especie de vivac que la piedra misma ha construido, de hermosa vista y complicado acceso. Entre las curiosidades de la zona, merece la pena acercarse a la muy cercana “piedra de la Campana” que presentan los carteles añadiendo que “no es una seta” aunque muy bien podría ser admirado como monumento micológico.

La Campana es una curiosa formación rocosa con pequeñas cavidades en su parte inferior, que la erosión ha convertido en música.

Esta curiosa formación rocosa muestra unos alvéolos en su parte inferior que los siglos y la erosión han convertido en pequeñas cavidades con diversidad de notas musicales si el visitante tiene paciencia y las hace sonar con suaves toques de su mano. A estas formas de erosión les llaman tafoni los geólogos. Es un concierto de la naturaleza, de la vida, del ensueño, de los siglos. Son las ventanas con que la piedra se asoma a los siglos venideros para conversar con las personas de todos los tiempos que se acercan por estos paisajes de libertad y sueño, para contarnos que los humanos formamos una costura con la naturaleza de todos los tiempos. 

Javier Agra.




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