El Camino de Santiago
muestra al peregrino sus primeros mojones cuando inician la jornada bajo la luz
del frontal aún encendido, mientras el alba dibuja casi difuminadas las
siluetas de los árboles del bosque que mueven sus ramas como inmensos brazos de
peregrinos eternos.
Cerca se escucha alguna
cierva que barrita inquieta llamando a su cría por miedo a los peregrinos; los
peregrinos no son amenaza pero entienden el temor que los humanos producen en
la naturaleza, los peregrinos buscan la paz. Acaso algún día se lo puedan decir
a los ojos, sin embargo los peregrinos no ven ni a la madre cierva ni a la
cría.
Los peregrinos
avanzan entre la vegetación y la paz camino de Santiago de Compostela.
La multiforme vegetación
dibuja su silueta entre las sombras, canta un gallo en la pequeña aldea cercana,
inician las aves sus matinales vuelos, asoma el primer albor de la aurora. Los
peregrinos han apagado el frontal, enseguida amanecerá el primer rayo de sol en
la lejanía.
Las pisadas de los
peregrinos suenan cadenciosas entre el polvo del sendero, el eco las agiganta
entre las paredes de tierra y de vegetación; el eco construye una sinfonía de
trompetas y tambores con el sonido del aire que mueve las ramas y las hojas
mientras descuelga palabras de antiguos peregrinos para que aniden en el
corazón de los caminantes de esta mañana. La historia antigua suena
incesantemente renovada entre los robles y los corazones.
Hemos llegado a
Santiago.
Algo así podría ser el
esquema del Camino de Santiago visto por el peregrino cada día. Si no fuera por
la variedad exquisita de vegetación que cambia a cada trecho, si no fuera por
los puentes de piedra que miran con sus ojos de siglos los zapatos que cruzan
cada día, si no fuera por el sol cálido tamizado entre las ramas que aumenta la
pesadez del paso hacia el mediodía, si no fuera por la lluvia sigilosa que
asalta en diferentes jornadas, si no fuera por las ampollas y el arte de curar
los pies que desarrollan los peregrinos, si no fuera…
Javier Agra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario