Me muevo sin límites
por la esfera del tiempo que es un espacio abierto de sensaciones y de vida.
Hace años medía su paso guiado por el sonido del metro entrando en la estación
donde esperaba entre la calma y la necesidad de llegar al destino a alguna hora;
medía el tiempo por sonido monótono y chillón de los timbres del cambio de
clase o del final del recreo; cada situación tenía su medida, medía hasta el
momento del sueño, del desayuno, del afeitado, del pantalón y la camisa. En
aquella época era tan certero que atinaba con los minutos de cada hora sin
mirar a los relojes.
Atardecer en
una playa de Benalmádena, una tarde enero.
Ahora he llegado a la
inmensa eternidad del momento infinito, siempre es montaña y desierto, siempre
camino hacia los collados y el nacimiento de los arroyos que serán ríos, siempre
es presente y es sueño de construcción de la belleza y de la PAZ sin tiempo.
Yo, que siempre he vivido con calma, he llegado al centro mismo del sosiego y
camino por esta tierra, unas veces a pie en metro otras veces, sin minutero sin
más preocupación que respirar silencio.
Monte del Pardo; las encinas y las jaras van sacudiendo las gotas de la
escarcha bajo el beso del sol de la aurora, por la tierra se expande el vaho y
la vida. Sed felices, amigos lectores.
Javier Agra
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